domingo, 14 de abril de 2013

CHINA UN PAÍS EN CONSTRUCCIÓN


La estación Oeste de Pekín se eleva como una defensa medieval en el extremo de la ciudad. Estructuras tradicionales chinas de tejados curvos 
coronan el edificio de aire soviético como si hubieran caído del cielo. Es una de las mayores estaciones de tren de Asia, fría y funcional, diseñada para dar servicio a los millones de viajeros que cada año entran y salen de Pekín por esta catedral del transporte.
Son las 9.15, y a esta hora de la mañana está en plena ebullición. Los empleados chequean los documentos de identidad al entrar en el edificio y supervisan las maletas en las máquinas de rayos X. En una esquina, un soldado del Ejército Popular de Liberación vigila en posición firme. Estudiantes con mochilas a la espalda, emigrantes de provincias lejanas con fardos al hombro, hombres de negocios con maletín se dirigen a las salas de espera, de más de mil metros cuadrados.
En esta estación, construida en 1996, comienza la línea ferroviaria de alta velocidad más larga del mundo, inaugurada en diciembre pasado. Son 2.298 kilómetros entre Pekín y Guangzhou (capital de la provincia sureña de Guangdong), que los trenes bala chinos recorren en ocho horas frente a las 22 que hacían falta antes; 2.298 kilómetros que han marcado un hito en el viaje a la modernidad emprendido por China hace tres décadas. El 8 es el número de la suerte en el país asiático, ya que suena como “fortuna”.
El tren de alta velocidad G79 con destino a Guangzhou y salida a las diez de la mañana está anunciado en la sala número 8; un guarismo que será una constante en el recorrido realizado por El País Semanal para visitar algunas de las infraestructuras y rascacielos más vanguardistas del mundo construidos por China en los últimos años.

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