jueves, 18 de abril de 2013

NO AL ABORTO


Lo que dicen los teólogos y la historia

“En bioética, la opinión pública está dividida en extremismos”, afirma el jesuita Juan Masiá. De sobra se ve en España. Masiá era director de la cátedra de Bioética en la Universidad Pontificia de Comillas y fue destituido sin miramiento en 2006 por presiones de la jerarquía católica. Hoy vive en Japón, pero vuelve a Europa con frecuencia, muy reclamado en foros y debates. Acaba de publicar Cuidar la vida. Debates bioéticos(Herder/Religión Digital). No defiende el aborto (¿quién querría abortar por abortar?), pero reclama misericordia ante la mujer que lo reclama legalmente. “La pastoral es mucho más amplia que la moral. Debemos estar con quienes toman una decisión tan grave. Hay que acompañar a las personas. Una vez que lo deciden y pasan un punto de no retorno, no hay que decir que no lo hagan, eso solo aumentaría su culpabilidad”, dice.
Pese a lo que parece escuchando a jerarcas como el papa Francisco o el cardenal Rouco, nunca ha habido unanimidad en torno al aborto en el cristianismo romano. Tampoco en los otros cristianismos. Siempre ha sido un asunto de intensos debates a lo largo de su historia, con pluralidad de planteamientos, actitudes y prácticas conforme a las concepciones antropológicas de cada época y de las escuelas de pensamiento.
Durante siglos, la teoría predominante en la Iglesia, bajo la influencia griega, fue la de la hominización tardía o la animación del feto, seguida por los más prestigiosos teólogos medievales e incluso modernos. Según esta teoría, el feto era informado por el alma a los tres meses del embarazo. Hasta entonces no había propiamente vida humana, sino solo vegetativa primero y animal después. Por eso, el aborto de un feto durante las 12 primeras semanas no sería homicidio, infanticidio o asesinato, al no estaranimado. Algunas teorías, siguiendo cálculos machistas, distinguían incluso entre la animación del feto masculino y el femenino, adelantando la primera a los 40 días y la segunda a los 90.
La idea de la animación fue sostenida nada menos que por san Agustín de Hipona, santo Tomás de Aquino, san Buenaventura, san Alberto Magno y otros muchos teólogos medievales, e incluso modernos como el jesuita Luis de Molina.
Son multitud —y quizás mayoría— los teólogos que se apartan ahora de las intransigencias del Vaticano y sostienen sus posiciones con aplomo doctrinal. Decir que la vida empieza en el momento de la concepción, como sentencian los obispos (¿y por qué no ya en el espermatozoide entero?), es tan extravagante como imponer la idea a sangre y fuego de que la Tierra era el centro del universo y que no había otros mundos que el conocido por los papas. Copérnico, Galileo y Giordano Bruno —este, sobre todo— se habrían ahorrado muchos disgustos.
El alemán Karl Rahner (1904-1984) dijo que ningún teólogo podía probar que la interrupción del embarazo es, en cada caso, un asesinato. Opinan igual pensadores tan importantes y escuchados como Hans Küng, Juan José Tamayo y Marciano Vidal, entre otros muchos. Enfrente, el magisterio eclesiástico actual califica el aborto de asesinato en todos los casos, sin tener en cuenta las circunstancias del mismo y los plazos en que se realiza.
Hablando de España, los colectivos católicos —movimientos de mujeres, teólogos y teólogas, iglesias de base, el Foro de Curas, etcétera— desoyen el repique episcopal y se expresan públicamente partidarios de la actual ley sobre el aborto. Muchos lo hacen por razones humanitarias —¿querrían meter en la cárcel los obispos a las decenas de miles de mujeres que abortan cada año?—. Otros apelan a la doctrina, que nunca ha sido unánime, y escuchan, además, la voz de los científicos, que también es plural. En todo caso, piden a sus jerarcas que respeten el pluralismo en la sociedad y en la Iglesia católica y escuchen la voz de teólogos y científicos. Sin condenas ni anatemas.

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