¿Mocos por babas?
Por Nicolás Lynch
Luego del supuesto paquete reactivador, el cambio de ministros, la elección de la nueva presidenta del Congreso y el mensaje presidencial de 28 de julio; todo un conjunto de acciones y medidas que son una expresión de política gubernamental, uno podría creer que habría algún ánimo rectificador en el gobierno.
Es más, la elección de dos militantes del partido de gobierno muy cercanas a la cúpula del poder, algún entusiasmo podía despertar. Incluso algún grupo nacionalista habló de un regreso al programa de la Gran Transformación. Pero nada, todos los gestos desde Palacio han sido contrarios a cualquier esperanza de rectificación. El cambio de ministros y autoridades del Congreso apuntan sin ambages a un control directo, del día a día de la política, por parte de la pareja presidencial. No hay la intención de buscar aliados, ni siquiera dentro del propio nacionalismo, sino tan solo súbditos que apliquen prestamente sus deseos, el ninguneo de la vice presidenta Marisol Espinoza es un ejemplo de ello. Dada la situación de aislamiento creciente del gobierno –alrededor del 20% de desaprobación presidencial desde hace meses- esta es sin dudas una expresión de debilidad que los llevará más temprano que tarde, de seguir en esta dinámica, a un arreglo cada vez más precario. Recurrir a los propios de esta manera solo funciona cuando se tienen bases sociales movilizables que puedan eventualmente defender a los jefes por su liderazgo carismático, lo que no es el caso del ollantismo y menos luego de los abandonos y las traiciones, por lo que este paso está condenado al fracaso.
Con el paquete reactivador sucede una cosa parecida. Se hace lo contrario de lo que se tiene que hacer. En lugar de aprovechar la oportunidad para empezar a cambiar la forma de crecer, se insiste en la apuesta por las grandes inversiones mineras que se dice vendrán aunque ya es obvio, para quien quiera verlo, que están en retirada. Frente a ello, en vez de apostar por otros sectores productivos y el desarrollo de nuestros mercados internos, se apunta a liquidar los derechos ambientales y laborales para de esta forma, se cree, favorecer la vuelta de la inversión. El diagnóstico es nuevamente equivocado. El crecimiento disminuye por el enfriamiento de la economía mundial y esto repercute en cualquier economía primario exportadora como la nuestra. Ha sucedido así, siempre, desde que el capitalismo existe y le ha pasado al Perú, como economía primario exportadora en la que nuestras élites insisten, varias veces en su historia.
Respecto de educación, salud y pensiones, sectores sociales fundamentales, se continúa caminando para atrás. A pesar del aumento de presupuesto que al menos en Educación según el anuncio será sustancioso, cumpliendo con el 0.5% del PBI al año que se prometió en el Acuerdo Nacional, lo que hay son sendos procesos privatizadores, que buscan terminar con la universalidad y gratuidad de esos derechos sociales. La concesión de colegios y hospitales a la gestión privada es hacia donde marchan las actuales gestiones ministeriales y la inversión anunciada parece apuntar a poner la infraestructura en las mejores condiciones para entregarla a particulares. En las pensiones se continúa sin afrontar la bajísima cobertura del sistema actual, 75% de nuestros viejos no tienen pensión, y se da un paliativo aumentando las pensiones más bajas de la 19990, pero sin tocar el conjunto de la escala que tiene como tope máximo alrededor de 850 soles.
No son buenos los augurios para un gobierno que hace las cosas al revés y entiende los correctivos, al limitar o anular derechos, casi siempre contra el pueblo. Por este camino vamos a una mayor polarización social y política que será caótica y desordenada, si es que persiste la carencia de una adecuada dirección que plantee alternativas realistas, como ha sucedido hasta ahora. Por el momento, la otra política que se presenta como distinta a los que gobiernan, aunque en el fondo poco la distinga, es la extrema derecha -Apra y fujimorismo-
cuyas recetas son aún más descaminadas que las actuales. Urge, por lo tanto, el diseño de una salida progresista, que supere los falsos dilemas del debate actual y piense en desarrollar el país y no solo en los bolsillos de unos cuantos.