lunes, 30 de diciembre de 2013

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA

Homilía del Arzobispo Metropolitano de Piura
en la Fiesta de la Sagrada Familia y por los
Niños y Niñas víctimas del Aborto que
fallecieron durante el Año 2013

         Muy queridos hermanos y hermanas en Jesús, el Divino Hijo de Santa María:
         El día de hoy, domingo después del Nacimiento del Señor, celebramos la fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. De esta manera la Iglesia nos recuerda que el Hijo de Dios que se encarnó en María la Virgen, nació en el seno de un hogar, para enseñarnos que la familia es la institución dispuesta por Dios para la venida a este mundo de todo ser humano. Por ello la familia es “patrimonio principal de la humanidad”[1] y “motor del mundo y de la historia”.[2]

La familia: lo más grande que posee toda persona
La familia no es la suma de los miembros que la conforman, sino una “comunidad de personas”[3] que tiene una consistencia autónoma propia. Es el espacio donde se aprende a amar y se experimenta lo que significa ser amado; es el ámbito donde se acoge y defiende la vida desde la concepción hasta su fin natural; es el lugar donde se aprende a vivir el encuentro, la comunicación interpersonal y el diálogo.
Es en el hogar donde se educan los futuros ciudadanos y donde el patrimonio espiritual e incluso físico de la Patria pasa a nosotros. Es en la familia donde somos formados en nuestra fe cristiana y católica y así aprendemos a conocer, amar y seguir a Jesús, y en el Señor aprendemos a reconocer y defender la dignidad de cada persona, de modo particular de la más frágil, de la más débil, como la concebida no nacida, la enferma, la anciana, la marginada. No hay nada que pueda sustituir el valor formativo de crecer en un ambiente familiar bien constituido. La familia fundada en el matrimonio entre un varón y una mujer, es lo más grande que posee toda persona humana.  

El Evangelio de hoy nos muestra cómo el Verbo eterno del Padre, se hizo hombre y nació de una mujer en el seno de una familia estable, donde San José, el casto esposo de Santa María Virgen, cumple la misión de ser el padre custodio del Niño Dios. Si bien nos conmueve ver que el Hijo de Dios y de Santa María, nace en la más absoluta pobreza material, en un lugar reservado a los animales, “porque no había lugar para ellos en la posada” (Lc 2, 7), nos consuela constatar que nació en una riqueza mayor: rodeado del amor incondicional de su madre María y de su padre San José. Y es que ninguna pobreza y problema es capaz de doblegar a una familia cuando en ella reina la unidad en el amor entre sus miembros: papá, mamá e hijos. Con finas y precisas descripciones, San Mateo nos presenta en el Evangelio de hoy a una familia en la que el padre, San José, tiene la responsabilidad de velar por su esposa y por su hijo, y por ello toma las decisiones para cumplir cabalmente con su misión.        Hasta en cuatro ocasiones se nos dice que es San José “quien toma al niño y a su madre” (ver Mt 2,13-14.20-21). A su vez la madre Santa María, vela por la vida de su Divino Hijo recién nacido  prodigándole su ternura y amor, su dedicación y cuidado. Sin lugar a dudas el amor fiel bendecido por el matrimonio – sacramento, constituye el ambiente adecuado para que un hijo nazca, crezca y se desarrolle adecuadamente.

Todo hijo tiene derecho a una familia estable donde sea amado
Hace pocos días visitaba con ocasión de la Navidad, a los niños y enfermos del Hospital Cayetano Heredia de nuestra ciudad. Particular dolor sentí cuando al administrar el sacramento del bautismo a varios niños recién nacidos, los doctores y enfermeras me presentaron a un bebe que había sido abandonado por sus padres. Al bautizarlo le puse el nombre de Jesús María. Sin ánimo alguno de juzgar a nadie, considero que no hay razón que justifique una decisión de esta índole. Todo hijo tiene derecho al amor permanente de su padre y de su madre. Abandonar a los hijos, privarlos del amor paterno y materno y del ambiente de una familia es algo antinatural. Lo natural es que los padres cuiden, den sustento y eduquen a sus hijos.

 Naciendo en una familia estable, en la que se vive la unidad en el amor, Jesús el Hijo de Dios, nos enseña que los hijos tienen el derecho de ser engendrados, nacer y crecer en una familia fundada en el matrimonio, es decir en el seno de un hogar donde los padres se aman y son una sola cosa.
Los hijos para su crecimiento integral, necesitan contar con su padre y con su madre para que cuiden de ellos y los acompañen hacia la plenitud de su vida humana y cristiana.

Desde aquí hago un llamado a los padres de Jesús María para que recapaciten y vayan en busca de su hijo que los espera y necesita. Si tienen algún problema o necesidad no vacilen en buscarme a mí o a cualquier sacerdote o religiosa en cualquier parroquia o comunidad, que estaremos prontos y dispuestos a ayudarles. Recordemos que “cada niño que nace nos trae la sonrisa de Dios y nos invita a reconocer que la vida es don suyo, un don que es preciso acoger siempre con amor y conservar con esmero en todo momento”.[4]   

No a la convivencia
Quiero ahora dirigirme a aquellos que conviven sin estar casados y que en el Perú son una significativa cantidad. Aquí en Piura entre la población de 17 y 35 años, el número de convivientes es mucho mayor que el de los casados. A ellos de manera especial les digo que es hora que se casen, que reciban el sacramento del matrimonio. La convivencia fuera del matrimonio es un pecado grave. La familia se funda en el matrimonio, es decir en esa comunión de vida y amor entre un hombre y una mujer, con sus notas peculiares de exclusividad, fidelidad, permanencia en el tiempo y apertura a la vida. El matrimonio hace más sólida la unión y el compromiso de los esposos, así como su solicitud y cuidado por sus  hijos.
Sólo un ámbito de fidelidad realmente sólido como el matrimonio, es el adecuado a la dignidad de la convivencia humana. Sólo un ámbito de fidelidad realmente sólido como el matrimonio es el apropiado para engendrar y educar a los hijos que esperan contar con la presencia y el amor incondicionales de sus padres. Con el Papa Francisco quiero también decirles con sinceridad, “que no es fácil ir por este camino, pero es muy bello este camino, muy bello. Hay que decirlo…El secreto de todo esto es la presencia de Jesús en la familia. Propongamos por lo tanto a todos, con respeto y valentía, la belleza del matrimonio y de la familia iluminados por el Evangelio.[5]      

Oremos por los niños y niñas abortados en el año 2013
El Evangelio de hoy, domingo de la Sagrada Familia, nos presenta la triste figura del rey Herodes quien quiere matar al Niño Jesús. Por ello ante la amenaza de la vida del niño, el Ángel le ordena a San José: “Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te diga, porque Herodes está buscando al niño para matarlo” (Mt 2, 13). Sabemos cual fue el trágico fin de la historia: “Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos” (Mt 2, 16).

Mi pensamiento se dirige también hoy a los millones de niños y niñas abortados en el mundo entero, y también en Piura y Tumbes, genocidio de nuestros tiempos. Digo genocidio porque el aborto como lo constatamos con dolor hoy en día en el mundo, es el asesinato premeditado y sistemático de los niños por nacer. Los muertos causados por los regímenes totalitarios y por los  diversos conflictos armados en el pasado siglo XX son de aproximadamente 200 millones. Sin embargo hay una matanza -que continúa en la actualidad- que ha producido más de mil millones de víctimas y de la que nadie quiere hablar: el aborto. “El mayor genocidio del siglo XX no ha tenido lugar en una guerra, en los gulags o en los campos de exterminio. Es una matanza, de más de mil millones de víctimas inocentes, de la que nadie habla: el aborto”. [6]

En nuestros tiempos hay una gran preocupación por el cuidado de la creación, del medio ambiente, de la ecología y ello es correcto y necesario. Hace poco veía en un portal de Internet una campaña para salvar la vida de los orangutanes en el África mediante la protección del medio ambiente donde viven el cual está siendo depredado irracionalmente, haciendo que centenares de estos animales mueran por no contar con su habitar natural que les provee de su alimentación.  Pero me pregunto: ¿No es el ser humano infinitamente mayor en dignidad a los orangutanes? ¿No es cada ser humano, en cualquier fase o condición de su vida “imagen de Dios”? ¿No es acaso la persona humana la única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma y llamada por tanto a su amistad y a compartir su vida divina y eterna? ¿Cómo entender que haya una legítima preocupación por el medio ambiente y los animales y no haya al mismo tiempo una defensa absoluta al niño por nacer en ese primer ámbito de la ecología humana que es el vientre materno?

Si en cada ser humano en cualquier etapa y condición de su vida resplandece un reflejo de la misma realidad de Dios, entonces la vida humana desde la concepción tiene un carácter sagrado e inviolable. El aborto no es y no puede ser un derecho humano, es todo lo contrario, y además es una profundísima herida social. Mi oración va esta noche a los millones de niños y niñas abortados, es decir asesinados. Los encomiendo a la misericordia de Dios Padre para que los tenga junto a Él.

También rezo por los “nuevos herodes” que no vacilan en arrodillarse ante el dios dinero e invocando una falsa promoción de la mujer y de su dignidad promueven hoy en día el aborto. Rezo al Señor por su conversión y arrepentimiento. A ellos les digo que en sus manos tienen dinero sangriento y que aún están a tiempo para arrepentirse y cambiar de camino antes de que el Señor el día del juicio les diga: “¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra” (Gen 4, 10).

A las mujeres que tienen por delante la tentación de abortar les imploro que no lo hagan. No hay razón alguna que justifique la supresión de una vida humana, sea ésta de índole económica, social o personal. La vida que es obra de Dios, no se debe negar a nadie, en especial al más indefenso y pequeño de todos que es el niño por nacer, mucho menos cuando tiene graves discapacidades.
A ti que llevas un hijo en tus entrañas y estás angustiada y confundida, te ruego que no le quites la vida a tu hijo. Las que lo  han hecho han vivido después un infierno de remordimiento y de dolor que no tiene cuándo acabar. El aborto, además de destrozar la vida de tu hijo, quien tiene tanto derecho como tú a vivir, destrozará tu vida y te sumirá en una depresión constante. No te digo esto para meterte miedo, sino por tu bien. Te aconsejo que busques en el sacerdote, la religiosa o en el laico cristiano comprometido, consejo, consuelo, orientación. Apuesta por un futuro feliz. Apuesta por ti y por tu niño. ¡Quiero lo mejor para ti, por eso deseo que tengas a ese niño y que seas feliz!

A todos los invito hoy y siempre a rezar para que el mal del aborto no sea ni despenalizado ni legalizado en el Perú. “De la verdad hacer el bien y evitar el mal brotan los principios más particulares. Uno de esos principios es el del respeto a la vida humana desde su concepción hasta su término natural, pues este bien no es propiedad del hombre sino don gratuito de Dios”.[7] 

Finalmente encomiendo en este día a todas nuestras familias a la Santísima Virgen María, Madre de Dios:

Virgen Madre de Dios, que con tu esposo San José y tu Divino Hijo Jesucristo formaste el hogar de Nazaret, haz que nuestras familias sean cenáculos de fe y de amor, y santuarios de la vida de donde surjan muchas vocaciones sacerdotales y consagradas.

Mantén unidas a nuestras familias; que en ellas reine la paz y la concordia, que en ellas reine por siempre Jesús; y que sea el diálogo paciente y la capacidad de entrega sostenida por la gracia, lo que las  ayude a disipar siempre las dificultades y a superar los problemas.
Que así sea. Amén.


San Miguel de Piura, 29 de diciembre de 2013
Fiesta de la Sagrada Familia
Octava de Navidad

X JOSÉ ANTONIO EGUREN ANSELMI, S.C.V.
                                   Arzobispo Metropolitanos de Piura


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