sábado, 7 de diciembre de 2013

SUTEP ES TODA UNA REVELACIÓN


La hipoteca del Sutep

Por Juan Paredes Castro
Que el ministro de Educación, Jaime Saavedra, reconozca como positiva su primera reunión con el Sindicato Único de Trabajadores de la Educación Peruana (Sutep) es toda una revelación.
¿Pero revelación de qué?
Podría tratarse de que el Sutep ha acusado el golpe de la patética ubicación del Perú en el último lugar de la prueba internacional de rendimiento escolar en matemáticas, ciencias y comprensión lectora (Informe PISA). De ser este el caso, tendríamos a un Sutep rendido y avergonzado, no ante la autoridad gubernamental de turno, a la que siempre ha desafiado con paros y huelgas, sino ante los resultados, ahora sí catastróficos, de un sistema educativo al que le ha hecho un profundo daño.
Aunque son muchos los factores concurrentes en la encrucijada que vive la educación peruana, la lógica del desastre nos lleva directamente a la actuación del Sutep en los últimos cuarenta años. No ha habido gobierno que no haya cedido a sus presiones o que no lo haya tenido como piedra en el zapato (como ocurrió con los cinco años del segundo régimen de Alan García). Y por eso mismo no ha habido manera de sacar adelante una carrera magisterial meritocrática duradera y capaz de garantizar una educación pública de calidad.
Podría tratarse también de que la percepción de confianza que el Sutep ha podido despertar en la hoy primera autoridad educativa del país no sea sino la clásica aparición del lobo vestido de cordero. De ser este el caso, en contraposición de nuestra primera hipótesis, tendríamos nuevamente reatrincherada la amenaza de siempre: cero evaluación, cero meritocracia, cero compromiso magisterial con los cambios dramáticos que Saavedra piensa impulsar y, por supuesto, cero aprendizaje para un cero chance ya ni siquiera en el último peldaño de la prueba PISA.
Precisamente a la luz de lo que muestra la prueba PISA, el presidente Ollanta Humala no debe tener un buen recuerdo de su promesa de campaña electoral opuesta a la evaluación docente y a la carrera magisterial, dos cosas que paralelamente venía desarrollando con éxito el gobierno de Alan García. Luego sobrevendría su mayor error: el de perder dos valiosos años, ya en el gobierno, en una gestión educativa que no logró apartar al Sutep del pernicioso mangoneo de los cuadros magisteriales, de la administración de las UGEL a través de las presidencias regionales y de entrometerse en todo lo que tuviera que ver con las exigencias de calidad docente.
La hipoteca del magisterio y de la educación del Perú al Sutep no se arregla en una reunión ni en dos ni en cuatro del ministro Saavedra con la dirigencia de esta organización sindical. Se trata de un pasivo nefasto que no resiste negociación alguna y que ya no puede estar en la agenda de cambios que el gobierno quiere sacar adelante.
El peligro que asoma en el horizonte es que si los cambios no se dan rápidamente y con fuerza corremos el riesgo de encontrarnos con el pasado a la vuelta de la esquina y con el Sutep nuevamente en las calles.

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