¡Marcha por la vida!
Este sábado 23 de marzo a las 9 de la mañana, en la Avenida de la Peruanidad (Campo de Marte), un grupo de mujeres y hombres de buena voluntad se reunirá para marchar en paz y de manera pública en defensa de la vida humana. Los que asistan, lo harán con alegría, conscientes del inmenso deber que cumplen y pensando en el futuro del país. Los que vayan este sábado a las 9 de la mañana marcharán contra la corriente, enfrentándose a un creciente relativismo evanescente que ha logrado banalizar la vida del concebido hasta lograr que el recuerdo de Herodes palidezca ante la poderosa maquinaria abortiva que nuestro siglo, en su locura sanguinaria, ha perfeccionado.
Sí, las mujeres y hombres (serán muchos, creo yo) que partirán este sábado desde la Avenida de la Peruanidad se enfrentarán al poder de esa maquinaria y nos demostrarán aquello que decía Chesterton: solo los que están vivos nadan contra la corriente. Los que viven, los que viven de verdad, se enfrentan a la corriente. Lo que está muerto, la materia inerte, todo aquello que ha sucumbido a la podredumbre de la frivolidad, se deja arrastrar por el río del conformismo y se rinde ante el caudal de lo políticamente correcto. Los vivos, los que respiran, los que saben lo que vale una vida desde el momento de la concepción, se rehúsan a claudicar y, aunque cueste -porque cuesta- se lanzan río arriba, seguros del éxito, con la esperanza de que algún día tanto esfuerzo será recompensado.
Las mujeres y hombres que este sábado, a las 9 de la mañana, se reunirán para caminar en paz, son la sal de la tierra, la esperanza del Perú. La vida humana empieza con la concepción. El aborto es el más terrible de los crímenes porque liquida al más indefenso de los seres humanos. Un embrión es un ser humano. Ayudar a las madres y defender al concebido, esa es la política correcta. Estas cosas, tan evidentes para la ciencia más seria e incluso para el sentido común que no ha sido pervertido por la soberbia, tienen que repetirse una y otra vez ante la sociedad de nuestro tiempo, porque la corriente del mundo, el río del conformismo, el caudal vicioso de lo políticamente correcto, busca inocularnos un grave error: que la libertad no tiene un límite. Esto es falso. La verdadera libertad siempre es responsable. Y un país, una sociedad, tiene el deber de ejercitar esa responsabilidad especialmente con aquellos seres humanos inocentes que construirán su futuro. Las mujeres y hombres que este sábado, a las 9 de la mañana, se reunirán para marchar en paz, nadan con una noble aspiración: SALVAR A LOS CIUDADANOS INOCENTES, darles una oportunidad. Quieren evitar que la corriente los liquide. Estoy seguro de que tú estarás con ellos, este sábado a las 9 en la Avenida de la Peruanidad, braceando con todas tus fuerzas en pos de la auténtica libertad.
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