Recursos naturales:
Bendición, no maldición
Bendición, no maldición
El libro Cuando
despertemos en 2062, visiones del Perú en 50 años, editado por la Universidad del Pacífico,
contiene algunos ensayos quepresentan una visión determinista, maltusiana y
hasta apocalíptica del futuro de la economía peruana. Este libro ha sido presentado por algunos de
sus autores resaltando “predicciones” negativas de la economía peruana y
anunciado al país por el diario El Comercio, un domingo, con un titular
alarmista, como puede verse en la portada que reproducimos más abajo.
Entre otros temas, en el
libro se plantea que la existencia de un supuesto “modelo primario exportador”
nos llevaría eventualmente a una gran crisis, porque el “modelo durará lo
que duren los precios de los minerales”. Se desempolva el viejo argumento de la
izquierda sobre “la maldición de los recursos naturales” que, en
algunas regiones del planeta está vinculada a experiencias económicas, sociales
e institucionales muy negativas.
Pero, ¿en qué sociedades los
recursos naturales se convierten en una maldición y en cuáles en una bendición?
La respuesta, pocas veces explicada, es más sencilla de lo que parece. La abundancia de recursos naturales ha devenido
en una maldición en aquellos países que no tienen mercado ni democracia o, como dice el IPE, de instituciones. Sin
mercado ni democracia la abundancia de recursos naturales alimenta la
corrupción y el estancamiento económico, sirve para fortalecer el patrimonialismo,
las oligarquías y las satrapías. Muy por el contrario, en las sociedades con libertades económicas,
políticas y solidez institucional, los recursos naturales aceleran y potencian
el desarrollo, representando lo contrario, la bendición de los recursos
naturales.
En Noruega, Australia, Nueva Zelanda, Canadá y Chile los
recursos naturales han significado uno de los combustibles principales de su
progreso. Del total de las exportaciones de estos países, en promedio, el 80%
lo constituyen los recursos naturales. Igualmente, la pobreza en estas
sociedades, en promedio, alcanza a menos del 10% de la población. Insistimos,
las claves del éxito son democracia y mercado. Todas estas sociedades tienen
una extraordinaria ubicación en los rankings e índices sobre libertades
políticas y económicas elaborados por entidades mundiales independientes.
Muy, por el contrario, en Venezuela, Ecuador, Bolivia y el Congo
la explotación de los recursos naturales no se ha traducido en desarrollo. En
estos países, los recursos naturales representan igualmente más del 80%
de las exportaciones., pero la pobreza llega a niveles del 45% de sus
poblaciones. En estos países los recursos naturales sí se han convertido en una
especie de maldición y, como se puede comprobar, esta situación convive con
lamentables rankings en libertades políticas y económicas.
Durante los últimos veinte
años, el Perú ha repotenciado su economía con el desarrollo de mercados
abiertos y el fortalecimiento de sus instituciones democráticas. Estas
políticas han permitido reducir la pobreza en más del 50%, desde 1990, multiplicar el PBI (US$ ppp) en 6.9
veces, disminuir la desigualdad
y la desnutrición crónica. Este crecimiento ha tenido un importante componente
en la explotación de los recursos naturales que, sin embargo, solo
aportan el 21% del PBI (incluye minería, petróleo, gas, agricultura, ganadería
y pesca). Además, mientras el crecimiento en volumen de las exportaciones
tradicionales entre el 2002-2011 fue de 90%, las exportaciones no tradicionales
se incrementaron en 222%. Es decir, hoy tenemos una industria que se ha
multiplicado por cuatro, es exportadora y competitiva internacionalmente. En el
caso peruano los recursos naturales representan una bendición aprovechada a
medias, pues aún no recuperamos el efecto de las décadas perdidas (60s, 70s y
80s), nuestro nivel de explotación de recursos naturales está largamente por
debajo de nuestro potencial.
Nadie niega que tengamos una Agenda
Pendiente por
resolver, especialmente, en educación, infraestructuras, instituciones y clima
de inversión. El Estado está retrasado frente a los éxitos del mercado. Pero
como la izquierda no puede pelear con las cifras y los resultados del presente
en cuanto a crecimiento, desarrollo, y reducción de la pobreza y la
desigualdad, ahora incursiona en la futurología y nos pinta un horizonte
apocalíptico. Más bien, nuestra economía podría estancarse más adelante, si no
aprovechamos el aporte potencial de nuestros recursos naturales para cerrar las
brechas económicas y sociales acumuladas durante las décadas perdidas, en
educación, salud, infraestructuras, ciencia y tecnología y pobreza.
Este no es el momento para arrugar, es el
momento de apostar a ganador.
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