sábado, 28 de septiembre de 2013

DESASTRES NATURALES COMPLEJO NATURAL

Los DESASTRES son Nuestros NO de la Naturaleza

Los "fenómenos naturales" son eventos naturales como erupciones volcánicas, terremotos, tormentas y sequías que pueden causar daños pero que forman parte del funcionamiento del planeta. Los desastres de origen natural representan la falta de capacidad de la sociedad en absorber los impactos de los fenómenos naturales.

Los desastres siempre se han considerado fenómenos naturales. Es sólo hasta últimas fechas que hemos empezado a pensar en los desastres como fenómenos de origen social, esto es, que se implican en la trama de la vida humana y, por tanto, sus efectos no pueden deslindarse de la estructura en la que convivimos diariamente Los desastres, entonces, son nuestros. No de la naturaleza.

Cuanto más pobre es una región, mayor es el impacto del fenómeno natural y la posibilidad de que este se convierta en desastre. Además de que la pobreza aumenta la probabilidad de desastres, los desastres contribuyen a hacer más subdesarrollado el subdesarrollo. Los desastres están vinculados a problemas de desarrollo, en donde las fallas u omisiones en las políticas públicas, los proyectos económicos no sostenibles y las actuaciones de los políticos y dirigentes de una sociedad, entre otras causas, pueden resultar en catástrofes de toda índole.

Las primeras crónicas de desastres datan del siglo XVI y desde ese momento, la forma en que la población y las autoridades han actuado frente a las emergencias ha entrañado una combinación de improvisada generosidad con abusos oportunistas. Ocurría un desastre importante y sus efectos se iban olvidando con el paso de los años hasta que nuevamente la naturaleza mostraba su cara tenebrosa y la gente se veía obligada a sumergirse en la acción, como si las actividades meramente físicas de desenterrar de entre los escombros a muertos y heridos, ayudar a los vecinos a reconstruir y plantar de nuevo los campos, pudieran suavizar el hecho de que sería cuestión de tiempo hasta que la adversidad llamara a la puerta y hubiera que enfrentar un próximo desastre.

La realidad muestra que esta es la manera como se manejan los desastres en nuestra región. La mayor parte de las veces el socorro se presta con mucha generosidad y solidaridad, pero adoptando medidas improvisadas y poco coordinadas, con lo que se presentan problemas de competencia entre sectores y adicionalmente una respuesta internacional de ayuda que no es la más apropiada técnicamente o la más sensible culturalmente.

Respuesta o fase de socorro

Incluye la rehabilitación y reconstrucción inmediata, cada vez se hace más frecuente y más compleja debido al crecimiento de la población expuesta al riesgo y a la dependencia en aumento de la sociedad respecto a servicios indispensables como agua, electricidad, comunicaciones, carreteras y puertos así como la necesidad de organizarse con el fin de responder mejor a los diferentes problemas que generalmente acompañan a un desastre, es decir: rescatar a los sobrevivientes, atender a los heridos, apagar los incendios y controlar los escapes de sustancias peligrosas, brindar albergue, agua y alimentación a los damnificados, evacuar a las personas a lugares más seguros, establecer comunicaciones, resguardar la seguridad y el orden público, e identificar y disponer de los cadáveres, entre otros.

La fase de respuesta es compleja, porque además de la gran cantidad de entidades que participan, el problema mayor radica en la toma de decisiones sin medir sus repercusiones. Se complica aún más si se pretende tomar decisiones y dirigir las operaciones sin conocer siquiera su funcionamiento en condiciones normales en lugar de coordinar los esfuerzos de los actores locales.

 Reducción y mitigación del riesgo

La gestión del riesgo de desastre también requiere un enfoque holístico e histórico, que permita manejar un desastre como una oportunidad de cambiar procesos, como una plataforma que legitime y permita hacer cambios sociales, políticos y económicos posibles y necesarios para disminuir los riesgos de desastres y, por tanto, la vulnerabilidad de las comunidades. Sin embargo, tal modificación debe ocurrir, necesariamente, a través de la organización de los esfuerzos de la sociedad civil, en forma conjunta con el apoyo gubernamental. Los integrantes de una sociedad deben realizar tareas que la fortalezcan y le permitan resistir el impacto negativo de eventos peligrosos naturales, ambientales y tecnológicos, a través de la toma de medidas que disminuyan el impacto y la intensidad de un evento peligroso, así como de la reducción de presentes y futuras vulnerabilidades a través de planes de mitigación que determinen claramente quiénes, cómo, cuándo, qué y dónde hay que trabajar, ponderando la rentabilidad social por encima de la económica y política.


Prof. Mg. Lincoln Alayo Bernal

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