martes, 19 de noviembre de 2013

BACHELET PIERDE TERRENO EN CHILE


El dilema chileno

Por Roberto Abusada
Contra todo pronóstico, la candidata de Nueva Mayoría (antes Concertación), Michelle Bachelet, no fue elegida presidenta de Chile en primera vuelta y deberá enfrentar nuevamente a la candidata Evelyn Matthei, de la centroderecha. Más importante aún, en medio de una abstención del 50% (ahora el voto no es obligatorio), Chile parece haber mostrado cautela, pues ha votado a favor de la gradualidad en cualquier reforma y en contra de los cambios radicales que Bachelet propuso en su campaña.
Luego de tres décadas de un desarrollo económico y social impresionante, Chile disminuyó la pobreza hasta 14% y elevó su ingreso por habitante (medido en términos de paridad de compra) hasta US$20.000. Los chilenos de la clase media emergente se levantan ahora contra la idea de un Estado subsidiario y demandan un Estado de bienestar como el que ahora agobia a Europa.
Bachelet tomó la protesta callejera e hizo campaña ofreciendo un giro drástico: una nueva Constitución, reforma tributaria con más impuestos, educación gratuita universal en todos los niveles y una AFP estatal. Los resultados del domingo, si gana en la segunda vuelta como es previsible, la obligarán a buscar consensos con la oposición en el Congreso si insiste en llevar adelante sus propuestas.
Chile ha logrado el mayor ingreso per cápita de la región a base de prudencia macroeconómica y a la aplicación de la racionalidad económica en el diseño de políticas públicas en áreas tan diversas como los subsidios a la educación, la salud, la vivienda social, la seguridad social, el fomento de sus exportaciones, el desarrollo de mercados de agua eficientes, los incentivos a la innovación y muchos otros temas donde el Estado ha actuado, bajo las reglas del mercado, como un regulador eficaz y un promotor formidable.
La construcción institucional ha progresado de la mano de su crecimiento económico y su sistema político de distritos electorales binominales y ha generado partidos fuertes, así como alternancia en el poder. Hoy Chile es líder en América Latina en casi todos los índices económicos y sociales. Sin embargo, si bien tuvo éxito en su lucha contra la pobreza con su alto crecimiento, ha producido también un alto y enervante nivel de desigualdad.
Hasta hace poco, era razonable asumir que sin importar quién ganase las elecciones, Chile mantendría incólumes los pilares básicos de sus políticas públicas. Esa certidumbre ha desaparecido.
La plataforma de Bachelet encierra otro peligro porque este año el crecimiento chileno se ha enfriado moderadamente –la economía crecerá 4,3%– y, aunque el nivel de desempleo registra mínimos históricos, la demanda interna se está desacelerando. El presupuesto para el 2014 promete aumentos de gastos basados en supuestos de ingresos poco realistas, ya que asumen un crecimiento de 4,9% para el próximo año y un precio del cobre –que representa el 57% del total de sus exportaciones– de US$3,25 por libra.
Es decir, el nuevo gobierno enfrentará una situación fiscal menos favorable que en el pasado. Ciertamente, un ambiente poco propicio para intentar cambiar instituciones y agrandar el tamaño del Estado con aumentos tributarios que desalentarían la inversión y el crecimiento.
Chile ha llegado a un nivel de ingresos considerado mundialmente como medio alto y aspira a convertirse en un país desarrollado. Debe ahora superar la llamada “trampa de los ingresos medios”, que pocos países han logrado sortear. La revolución de expectativas que el bienestar chileno ha creado hará tanto más problemático lograr superar esta difícil valla en el camino al desarrollo.

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