sábado, 30 de noviembre de 2013

REORGANIZANDO LA POLICÍA NACIONAL


Llegó con este artículo al final de estas entregas y en el último quiero abordar un tema que bien podría haber sido materia de otra serie completa, a saber las estrategias de policiamiento.
Es que la razón de ser de los nueve puntos anteriores crear condiciones para mejorar y cambiar la aproximación de la policía a los temas centrales de preocupación de los ciudadanos en relación al crimen común y al crimen organizado.
Nada de lo anterior tendría sentido si no se trabaja sobre esto y para trabajar sobre esto se necesita todo lo anterior.
Si alguien cree que éste es un menú del cual se puede escoger sólo algunos platos está equivocado; son más bien piezas de un rompecabezas complejo, que requiere abordarse al mismo tiempo y, probablemente, con otros elementos que yo he omitido por las limitaciones de un artículo de esta naturaleza.
Insisto, nada de lo que propongo es imposible de implementar. Es difícil si, pero podría hacerse si hay mucha voluntad política, mucho compromiso a los más altos niveles del Estado y mucho coraje para realmente ponerlos en práctica.
10.- Cambiar la lógica aproximación de la policía el crimen. No necesito hacer demasiado diagnóstico. En términos generales y salvo excepciones la Policía no está logrando enfrentar adecuadamente el problema del crimen y sus diferentes manifestaciones.
Ya he explicado múltiples de las razones que causan esta situación. En esta ocasión simplemente quiero llamar la atención sobre dos aspectos que son centrales: uno en relación al crimen común y cotidiano que afecta a la inmensa mayoría y otra en relación al crimen organizado, que si bien no afecta a todos, alimenta el clima de inseguridad y constituye un problema para la seguridad el Estado.
a.- Hay que resolver la relación de la policía con los gobiernos locales. Desde hace muchos años los gobiernos locales de muchos lugares donde pueden hacerlo, han tenido que crear su propias policías locales, a las que llamamos serenazgos, para suplir la ausencia de compromiso real de la policía en la lucha contra el crimen.
Se han creado múltiples y diferentes híbridos; pero se puede decir, en síntesis, que en muchos distritos y provincias del país existen policías locales pero sin atribuciones reales, como las de detener o portar armas y, en el resto del país sólo existe la Policía; o sea, en la práctica, lo que existe es un gran abandono de la ciudadanía.
Desde hace unos meses he empezado a pensar que esta situación es irreversible y lo que habría que hacer para avanzar en el tema de seguridad ciudadana es darles mayores atribuciones a las policías locales (o sea a los serenzgos), concentrando al resto de la policía en funciones de crimen mayor.
Ese es el esquema que funciona en muchos países del mundo y cuya aplicación en el Perú tendría que ser muy paulatina y muy cautelosa; ya que podría traer también algunas complicaciones importantes.
Sin embargo para ser coherente con mi afirmación de que es posible refundar la policía para que luche adecuadamente contra la inseguridad ciudadana, hay que darle una última oportunidad de reencontrarse con el ciudadano en los escenarios locales.
Para ello es indispensable que los alcaldes tengan un mando funcional sobre las comisarías de su jurisdicción; algo así como lo que ocurre en ciudades colombianas y que ha funcionado razonablemente bien. Allí los jefes de Policía responden en lo funcional al alcalde y administrativamente a su institución.
Es decir la autoridad define el marco de la institucionalidad local estrategias y medidas concretas a ser implementadas por la Policía. Ello responde al hecho que el pequeño delito tiene su racionalidad explicativa en los escenarios locales y es a ese nivel que pueda actuar más eficientemente para prevenirlo y reprimirlo. Al ser el alcalde una autoridad que va a tener que rendir cuentas ante el ciudadano que vota, va a tener que esforzarse por obtener resultados en.
Todo esto implica además de la subordinación funcional a los alcaldes, la creación de unidades de policía comunitaria que permitan, vía el acercamiento sustantivo del policía en escenarios micro, cambiar la relación hoy día viciada entre policía y ciudadanos.
Si las cosas marchan bien, se podría avanzar a disolver los serenazgos en el interior de la Policía Nacional.
b.- Fortalecimiento de unidades de elite de alto nivel: la otra apuesta es absolutamente contraria. Es decir totalmente elitista. Pasa por concentrar en grupos relativamente pequeños unidades de investigación e inteligencia altamente capacitadas con grandes recursos tecnológicos y que permitan luchar contra el crimen organizado.
Ya la labor de la policía en el Huallaga usando esta modalidad de intervención ha demostrado que es el camino para acabar con grupos de crimen organizado. Hay que aprender de las experiencias extenderlas y convertir estas unidades en otro de los gérmenes de la nueva Policía del Perú.
Llego al final.
Sé muy bien que el desafío planteado lo largo todos estos artículos es enorme. Se trata nada menos de refundar la Policía en movimiento. Muchos dirán que es demasiado ambicioso. Sin embargo creo que es mucho peor el mantenernos en el marasmo actual, poniendo parchecitos que no van a funcionar y mirando como la situación empeora día a día.
Es el momento de ponerle el cascabel al gato.
Nunca como en el 2014 la Policía va a tener tantos recursos como los que se le han asignado en el presupuesto. Tendrá algo así como el triple de los que se tenía cuando tuve la experiencia estar en el ministerio del Interior y el número de policías se mantiene básicamente igual.
Sería entonces un crimen -adicional a los que ocurren- que se desperdicie una oportunidad tan grande como la que ofrece un Estado relativamente rico para enfrentar los cambios que propongo.
La decisión está en manos del ministro Albán, pero poco podrá hacer si Ollanta Humala no está convencido realmente de que hay que hacer cambios de a verdad.
Basta ya de seguir pateando para adelante la solución de un problema que, justamente por postergarlo, se hace cada vez más difícil de resolver.

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