domingo, 26 de mayo de 2013

EL COLAPSO EUROPEO


El colapso europeo

Miguel Guaglianone

Hablar de la situación de Europa nos lleva inevitablemente a pasar primero por la crisis económica que viene atravesando el subcontinente desde hace por lo menos cinco años. A estas alturas ya es mucho lo que se ha escrito sobre el tema, pero a grandes rasgos esa crisis está caracterizada por los grandes y crecientes déficit de los Estados Nacionales y las consecuencias que ellos tienen para los pueblos.  Cada Estado Nacional sufre una crisis dependiente de sus propias características internas, por lo cual no es posible uniformizar el concepto.  Sin embargo creemos que sí pueden establecerse algunas características comunes a todos ellos, tanto en lo estructural de las crisis como en la forma en la cual vienen siendo encaradas.

No pretendemos ser economistas, pero estamos claros que la economía es un proceso de alta complejidad, en el cual interactúan y se interrelacionan numerosas variables, y que ese proceso generalmente se encuentra (sobre todo en los momentos de crisis) en lo que se llama un “estado caótico” en el cual esas interrelaciones se dan de una manera no cuantificable ni predictible. Una de las variables en este caso es originada por la evolución del antiguo capitalismo industrial hacia el actual neocapitalismo corporativo. Aquí aparece la notable y progresiva reducción de los llamados “puestos de trabajo de mano de obra”. La capacidad de producción industrial de los países centrales tiende a una reducción sucesiva y sistemática, impulsada por el fenómeno llamado “deslocación”, que no es nada más que un eufemismo que menciona la tendencia de las grandes corporaciones (quienes acaparan la capacidad industrial del planeta) a llevar sus factorías a lugares dónde la mano de obra es más barata (Asia, la India…) abandonando los países centrales dónde los trabajadores perciben no solamente salarios mucho más altos, sino que disfrutan de la seguridad social del “estado de bienestar” que se financia en alta medida con cargas impositivas. Las fábricas que permanecen localizadas en los países centrales (sobre todo en Europa), tienden también a ser cada vez más automatizadas (robotizadas) y también por eso van a la mayor reducción de personal.  Por otro lado, otra de las características de esta nueva fase del capitalismo tiene que ver con los cambios en la reproducción y acumulación del capital. No sólo éste va concentrándose en un número cada vez menor de grandes corporaciones transnacionales, que se están asociando todos los días tendiendo a formar entre ellas una red cada vez más compacta, sino que además su reproducción ya no está centrada en el aumento de la producción industrial, sino que se desplaza hacia el terreno financiero. El nuevo capital se produce, ya no en las factorías con el aumento de producción, sino sobre todo en las bolsas, en los juegos de acciones, en la especulación bancaria. Algunos expertos estiman que más del 70% del capital mundial hoy, está ubicado y se reproduce únicamente en ese sector.

Y eso nos lleva directamente a la crisis económica europea. Por un lado los Estados se han ido endeudando en forma alocada (hay países europeos cuya deuda es mayor al 200% de su Producto Bruto interno), por otro lado los sistemas bancarios sin control, tanto sea por desenfrenados empréstitos por encima de la capacidad de pago de los deudores (el caso de las hipotecas es el ejemplo) como por malos manejos que llegan casi siempre hasta el  fraude económico; entran en graves crisis estructurales que “ponen en peligro todo el sistema”.

Las respuestas a esta situación en Europa vienen siendo manejadas por un grupo de instituciones transnacionales que se ha denominado “La Troika”. El Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo. Estas instituciones son las que deciden como la comunidad europea puede “ayudar” a los países que progresivamente van cayendo en el colapso económico. Las fórmulas empleadas para establecer estas ayudas son un ejemplo del más claro neoliberalismo “salvaje”, aquel que fuera aplicado en toda  su extensión en nuestras tierras latinoamericanas en los 80 del siglo pasado, y que llegó a la cima de su esplendor en la Argentina de Saúl Menem al ser llevado adelante con todo el rigor del “manual”. El mismo que probó reiteradamente su fracaso para dar algún tipo de solución a los problemas de nuestros países, dejando a su paso a los Estados Nacionales prácticamente en quiebra, despojados de su capacidad de acción social, provocando el desenfrenado aumento de la pobreza, las progresivas desapariciones de las clases medias y beneficiando únicamente a las grandes corporaciones.

Esta es la receta que se aplica a rajatabla (auspiciada y liderizada sobre todo por el gobierno de Angela Merkel, que protege a unos de los pocos beneficiarios de la crisis, los bancos alemanes). Se obliga a los Estados -para recibir el dinero de las “ayudas”- a reducir su tamaño notablemente. Con la bandera de la “austeridad” se recortan salvajemente sus presupuestos, fundamentalmente en los sectores álgidos de la salud pública, la educación y la seguridad social (nadie reduce los gastos militares). Se les obliga a “privatizar” toda empresa productiva que manejen, aún aquellas que tienen que ver con la seguridad estratégica. El otro factor es que las “ayudas” económicas no están destinadas a las poblaciones, sino que en general son desviadas directamente hacia “financiar” a los bancos en apuros, con el pretexto que ellos al disponer de capital fresco movilizarán las economías, cosa que inmediatamente se ve contradicha por la tozuda realidad de los hechos.

Crisis política

Pero por supuesto la crisis no es solamente económica. Uno los aspectos que está quedando a la luz, a pesar del rígido control de los medios masivos de comunicación con los que se intenta a fuerza de omisiones y desinformación, desviar la atención del problema, es la grave crisis política e institucional que paralela a la económica, atraviesa transversalmente a Europa. La cara más obvia de esta crisis es la pérdida de capacidad de respuestas reales de las estructuras de poder estatales, encarnadas en el modelo de “democracia representativa” europea, con algunas características de diferencia en cada Estado Nacional, pero básicamente con el mismo esquema de manejo del poder político.

Existe una “casta” política, que es quien participa, protagoniza y maneja los gobiernos que (si alguna vez estuvo cercana) se ha ido alejando progresivamente de los pueblos, convirtiéndose en un selecto grupo de especialistas, cuya única relación con los ciudadanos es la de presentar periódicamente sus candidaturas para que los elijan. Bajo el régimen generalmente bi o tripartidista (con excepciones multipartidistas como Italia) la gente recibe perfectamente determinada y “empaquetada” por las direcciones y grupos de poder en cada partido, la “oferta” electoral. El rígido sistema no ha permitido hasta ahora el fenómeno latinoamericano de candidatos outsiders fuera del sistema partidario electoral establecido, que permitan cambios profundos en la sociedad. Esta “casta” política ha demostrado su incapacidad de decisión frente a la crisis económica. Sin importar su careta política (conservadores, derechas, socialdemócrastas, progresistas, etc., todos ellos son parte de lo mismo) los políticos europeos se han comportado durante las crisis como unos buenos “mandaderos” de los organismos transnacionales, quienes han dictado estrictamente las condiciones y las medidas de gobierno a tomar. Le han hecho la tarea a los grandes capitales, comportándose como sus personeros, sin tener en cuenta siquiera (lo que demuestra su verdadero alejamiento de la gente) el costo político que pudiera acarrearles apretar el cuello de los ciudadanos que los votaron con medidas neoliberales. Así, no solo han demostrado su ineficiencia política, sino que también han dejado en claro la realidad del mínimo poder que la clase política tiene frente a los grandes capitales. Cuando se han resistido a ahorcar a sus pueblos, los políticos han sido sustituidos inmediatamente (sin ningún tipo de consulta a la voluntad popular) por “técnicos” (casos de Grecia, Italia y Chipre). Lo de “técnicos” también un eufemismo para nombrar a directos representantes (en la mayor parte banqueros de oficio) de los intereses del gran capital.

Crisis social

Y la otra cara es el colapso de las instituciones sociales que conformaron el Estado de Bienestar (welfare state) europeo. El desempleo, producto de la crisis productiva y de los recortes por parte del estado, aumenta en forma exponencial en toda la eurozona. En el marco del programa de “austeridad” que lleva a la minimización del Estado, los sistemas de seguridad social trabajosamente desarrollados a partir de las luchas obreras desde el siglo XIX y puestos en práctica con la prosperidad de la reconstrucción luego de la Segunda Guerra Mundial, son desmontados sistemáticamente por la casta política, en función de cumplir las instrucciones de la Troika. Aumento de la edad de jubilación, recortes en jubilaciones y pensiones, suspensión de sistemas de salud, cobro de servicios sociales que eran gratuitos y “reformas educativas” que llevan a la pauperización y selectivización de la educación pública, a su privatización, son algunas de las “perlas” del programa de “soluciones”. Las situaciones de tensión que produce por ejemplo el desempleo, se traducen en estallidos puntuales que son cada vez más fuertemente reprimidos por los gobiernos “democráticos”, que no aplican la austeridad recomendada en sus presupuestos policiales y antimotines. Igualmente, y también a pesar del ocultamiento mediático, aparecen a la luz cotidianamente los casos de corrupción, que dan el síntoma de diagnóstico de la descomposición social, llegando en casos como el español a implicar directamente hasta a la mismísima (y cada vez más desprestigiada) Casa Real.

Más de lo mismo

La única respuesta entonces frente a la crisis es la aplicación cada vez más opresiva del mismo libreto. Mientras estamos escribiendo, el semanario Der Spiegel hace público un informe del partido de gobierno en Alemania donde se dice que Angela Merkel espera “mayores sacrificios” de las economías europeas en problemas. Las contradicciones se agudizan, los niveles de empobrecimiento y depresión de las clases medias europeas aumentan, las deudas de los Estados aumentan, las cifras de las crisis son cada vez peores, en una caída que a pesar de las constantes declaraciones de buenas intenciones y de pronósticos favorables para el futuro, continúa acentuándose. La “huída hacia delante” parece ser la única respuesta posible, lo que no es de extrañar, porque mientras las poblaciones y los estados se empobrecen, las ganancias especulativas tanto de las bolsas como en el sistema financiero siguen siendo jugosas, engordando las arcas de las corporaciones, que mientras el barco se hunde, reparten ganancias cada vez mayores a cada cierre de ejercicio.

La soga como siempre, estalló por el lado más delgado. Grecia, Portugal y Chipre han sido hasta ahora los peores puntos de la crisis. Detrás de ellos van los “países más desarrollados”, España, Italia y hasta Francia están sufriendo el efecto de “bola de nieve”. Curiosamente mientras tanto, cada elección presente muestra entre el cada vez más reducido electorado (los niveles de abstención crecen o se mantienen altos) la preferencia por las opciones políticas más “de derecha” que hasta ahora lo que han hecho es acelerar el colapso.

España paradigmática

Al respecto el ejemplo más paradigmático es el de España. Un gobierno socialdemócrata que comenzó a tomar las medidas antipolulares (“no me gusta pero no hay otro remedio”, Rodríguez Zapatero dixit) fue sustituido en elecciones por el gobierno explícitamente de derecha del Partido Popular de Mariano Rajoy (heredero del franquismo), quien viene acelerando el proceso de recortes, austeridad, reformas, desmembramiento de la seguridad social, la educación y la salud pública. Rajoy y su equipo, desde el primer momento de su gobierno, han hecho todo lo contrario de lo que prometieron en su campaña política. Todas las medidas que dijeron no iban a tomar son llevadas adelante con gran impulso. Conversan en Bruselas con La Troika y a pesar de que declaran que las cosas no serán tan violentas, apoyados en la mayoría parlamentaria que disponen generan la legislación no solo para acelerar los ajustes por reducción y contracción, sino que poco a poco van desmontando progresivamente todas las conquistas sociales, la jubilación, la edad de retiro, los horarios de trabajo, en lo laboral. Emprenden “reformas educativas” que solo significan la reducción de la capacidad educativa pública, la restricción progresiva a su ingreso y la preparación para la privatización. Desmontan además el sistema de salud, hacen caer progresivamente en los pacientes su costo, limitan sus capacidades. En el sector impositivo recargan los impuestos indiscriminados y se niegan a cargar el peso impositivo sobre los grandes capitales. Si no se estuviera convirtiendo en algo tan dramático, que afecta gravemente la forma de vida de millones de personas, podría verse como una caricatura de gobierno. Las cifras de desempleo ascienden astronómicamente, más del 27% de los españoles no tienen trabajo (¡más de la cuarta parte de la población laboralmente activa!) traspasando la cifra récord de los 6.000,000 de desempleados, que se vuelve escalofriante cuando muestra que entre los jóvenes el porcentaje de desempleo se acerca al 60%.

Mientras tanto, y allí la caricatura, las declaraciones oficiales, que van “corriendo la arruga” (la recuperación comenzaba primero en 2013, hoy se habla de después de 2014), son de un desparpajo inconcebible. El jefe de gobierno dice que es importante el nivel de desempleo, pero que ya se están viendo (¿?) los síntomas de la efectividad de las medidas que vienen tomando. A la vez, prosiguen los desahucios (desalojos) de las familias que sin  empleo no pueden pagar las hipotecas contraídas y son literalmente echadas a la calle.

Y allí aparece nuevamente el fantasma del autoritarismo fascista hijo del franquismo. Toda protesta popular es reprimida con una dureza creciente. Los medios de comunicación a favor del sistema demonizan todo tipo de protestas. Es increíble ver a sesudos opinadores en la TV pública (muchos de ellos “progre”) condenando enfáticamente los “escraches” (el sistema de denuncia personal inventado en Argentina, como una forma de avergonzar públicamente a los malos políticos). Allí se protege a rajatabla la “intimidad” de los políticos, a los cuales no es legítimo “acosar”. La casta política no solo no tiene por qué responder a las necesidades y expectativas de sus electores, sino que es intocable. Es la vuelta al oscurantismo, el cual a España le ha sido tan caro.

Final


Este es el terrible panorama de la crisis europea. Está acompañada a nivel global por la crisis norteamericana, que sin embargo tiene aspectos diferentes. Ambas parecen estar indicando el final de una era, el agotamiento terminal de un sistema (el capitalismo occidental) que hace mucho ya agotó su época dorada.

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