El colapso europeo
Miguel
Guaglianone
Hablar de la
situación de Europa nos lleva inevitablemente a pasar primero por la crisis
económica que viene atravesando el subcontinente desde hace por lo menos cinco
años. A estas alturas ya es mucho lo que se ha escrito sobre el tema, pero a
grandes rasgos esa crisis está caracterizada por los grandes y crecientes
déficit de los Estados Nacionales y las consecuencias que ellos tienen para los
pueblos. Cada Estado Nacional sufre una
crisis dependiente de sus propias características internas, por lo cual no es
posible uniformizar el concepto. Sin
embargo creemos que sí pueden establecerse algunas características comunes a
todos ellos, tanto en lo estructural de las crisis como en la forma en la cual
vienen siendo encaradas.
No pretendemos ser economistas, pero
estamos claros que la economía es un proceso de alta complejidad, en el cual
interactúan y se interrelacionan numerosas variables, y que ese proceso
generalmente se encuentra (sobre todo en los momentos de crisis) en lo que se
llama un “estado caótico” en el cual esas interrelaciones se dan de una manera
no cuantificable ni predictible. Una de las variables en este caso es originada
por la evolución del antiguo capitalismo industrial hacia el actual
neocapitalismo corporativo. Aquí aparece la notable y progresiva reducción de
los llamados “puestos de trabajo de mano de obra”. La capacidad de producción
industrial de los países centrales tiende a una reducción sucesiva y
sistemática, impulsada por el fenómeno llamado “deslocación”, que no es nada
más que un eufemismo que menciona la tendencia de las grandes corporaciones
(quienes acaparan la capacidad industrial del planeta) a llevar sus factorías a
lugares dónde la mano de obra es más barata (Asia, la India…) abandonando los
países centrales dónde los trabajadores perciben no solamente salarios mucho
más altos, sino que disfrutan de la seguridad social del “estado de bienestar”
que se financia en alta medida con cargas impositivas. Las fábricas que
permanecen localizadas en los países centrales (sobre todo en Europa), tienden
también a ser cada vez más automatizadas (robotizadas) y también por eso van a
la mayor reducción de personal. Por
otro lado, otra de las características de esta nueva fase del capitalismo tiene
que ver con los cambios en la reproducción
y acumulación del capital. No sólo
éste va concentrándose en un número cada vez menor de grandes corporaciones
transnacionales, que se están asociando todos los días tendiendo a formar entre
ellas una red cada vez más compacta, sino que además su reproducción ya no
está centrada en el aumento de la producción industrial, sino que se desplaza
hacia el terreno financiero. El nuevo capital se produce, ya no en las
factorías con el aumento de producción, sino sobre todo en las bolsas, en los
juegos de acciones, en la especulación bancaria. Algunos expertos estiman que
más del 70% del capital mundial hoy, está ubicado y se reproduce únicamente en
ese sector.
Y eso nos lleva directamente a la crisis económica
europea. Por un lado los Estados se han ido endeudando en forma alocada (hay
países europeos cuya deuda es mayor al 200% de su Producto Bruto interno), por
otro lado los sistemas bancarios sin control, tanto sea por desenfrenados
empréstitos por encima de la capacidad de pago de los deudores (el caso de las
hipotecas es el ejemplo) como por malos manejos que llegan casi siempre hasta
el fraude económico; entran en graves
crisis estructurales que “ponen en peligro todo el sistema”.
Las respuestas a esta situación en
Europa vienen siendo manejadas por un grupo de instituciones transnacionales
que se ha denominado “La Troika”. El Fondo Monetario Internacional, la
Comisión Europea y el Banco Central Europeo. Estas instituciones son las
que deciden como la comunidad europea puede “ayudar” a los países que
progresivamente van cayendo en el colapso económico. Las fórmulas empleadas
para establecer estas ayudas son un ejemplo del más claro neoliberalismo
“salvaje”, aquel que fuera aplicado en toda
su extensión en nuestras tierras latinoamericanas en los 80 del siglo
pasado, y que llegó a la cima de su esplendor en la Argentina de Saúl Menem al
ser llevado adelante con todo el rigor del “manual”. El mismo que probó
reiteradamente su fracaso para dar algún tipo de solución a los problemas de
nuestros países, dejando a su paso a los Estados Nacionales prácticamente en
quiebra, despojados de su capacidad de acción social, provocando el
desenfrenado aumento de la pobreza, las progresivas desapariciones de las
clases medias y beneficiando únicamente a las grandes corporaciones.
Esta es la receta que se aplica a
rajatabla (auspiciada y liderizada sobre todo por el gobierno de Angela Merkel,
que protege a unos de los pocos beneficiarios de la crisis, los bancos
alemanes). Se obliga a los Estados -para recibir el dinero de las “ayudas”- a
reducir su tamaño notablemente. Con la bandera de la “austeridad” se
recortan salvajemente sus presupuestos, fundamentalmente en los sectores
álgidos de la salud pública, la educación y la seguridad social (nadie reduce
los gastos militares). Se les obliga a “privatizar” toda empresa productiva
que manejen, aún aquellas que tienen que ver con la seguridad estratégica. El
otro factor es que las “ayudas” económicas no están destinadas a las
poblaciones, sino que en general son desviadas directamente hacia “financiar” a
los bancos en apuros, con el pretexto que ellos al disponer de capital fresco
movilizarán las economías, cosa que inmediatamente se ve contradicha por la
tozuda realidad de los hechos.
Crisis política
Pero por supuesto la crisis no es solamente económica.
Uno los aspectos que está quedando a la luz, a pesar del rígido control de los
medios masivos de comunicación con los que se intenta a fuerza de omisiones y
desinformación, desviar la atención del problema, es la grave crisis
política e institucional que paralela a la económica, atraviesa
transversalmente a Europa. La cara más obvia de esta crisis es la pérdida
de capacidad de respuestas reales de las estructuras de poder estatales,
encarnadas en el modelo de “democracia representativa” europea, con algunas
características de diferencia en cada Estado Nacional, pero básicamente con el
mismo esquema de manejo del poder político.
Existe una “casta” política, que es
quien participa, protagoniza y maneja los gobiernos que (si alguna vez estuvo
cercana) se ha ido alejando progresivamente de los pueblos, convirtiéndose en
un selecto grupo de especialistas, cuya única relación con los ciudadanos es la
de presentar periódicamente sus candidaturas para que los elijan. Bajo el
régimen generalmente bi o tripartidista (con excepciones multipartidistas como
Italia) la gente recibe perfectamente determinada y “empaquetada” por las
direcciones y grupos de poder en cada partido, la “oferta” electoral. El rígido
sistema no ha permitido hasta ahora el fenómeno latinoamericano de candidatos outsiders fuera del sistema partidario
electoral establecido, que permitan cambios profundos en la sociedad. Esta
“casta” política ha demostrado su incapacidad de decisión frente a la crisis
económica. Sin importar su careta política (conservadores, derechas,
socialdemócrastas, progresistas, etc., todos ellos son parte de lo mismo) los
políticos europeos se han comportado durante las crisis como unos buenos
“mandaderos” de los organismos transnacionales, quienes han dictado
estrictamente las condiciones y las medidas de gobierno a tomar. Le han
hecho la tarea a los grandes capitales, comportándose como sus personeros, sin
tener en cuenta siquiera (lo que demuestra su verdadero alejamiento de la
gente) el costo político que pudiera acarrearles apretar el cuello de los
ciudadanos que los votaron con medidas neoliberales. Así, no solo han
demostrado su ineficiencia política, sino que también han dejado en claro la
realidad del mínimo poder que la clase política tiene frente a los grandes
capitales. Cuando se han resistido a ahorcar a sus pueblos, los políticos han
sido sustituidos inmediatamente (sin ningún tipo de consulta a la voluntad
popular) por “técnicos” (casos de Grecia, Italia y Chipre). Lo de “técnicos”
también un eufemismo para nombrar a directos representantes (en la mayor parte
banqueros de oficio) de los intereses del gran capital.
Crisis social
Y la otra cara es el colapso de las instituciones
sociales que conformaron el Estado de Bienestar (welfare state) europeo. El desempleo, producto de la crisis
productiva y de los recortes por parte del estado, aumenta en forma exponencial
en toda la eurozona. En el marco del programa de “austeridad” que lleva a la
minimización del Estado, los sistemas de seguridad social trabajosamente
desarrollados a partir de las luchas obreras desde el siglo XIX y puestos en
práctica con la prosperidad de la reconstrucción luego de la Segunda Guerra
Mundial, son desmontados sistemáticamente por la casta política, en función de
cumplir las instrucciones de la Troika. Aumento de la edad de jubilación,
recortes en jubilaciones y pensiones, suspensión de sistemas de salud, cobro de
servicios sociales que eran gratuitos y “reformas educativas” que llevan a la
pauperización y selectivización de la educación pública, a su privatización,
son algunas de las “perlas” del programa de “soluciones”. Las situaciones de
tensión que produce por ejemplo el desempleo, se traducen en estallidos
puntuales que son cada vez más fuertemente reprimidos por los gobiernos
“democráticos”, que no aplican la austeridad recomendada en sus presupuestos
policiales y antimotines. Igualmente, y también a pesar del ocultamiento
mediático, aparecen a la luz cotidianamente los casos de corrupción, que dan
el síntoma de diagnóstico de la descomposición social, llegando en casos como
el español a implicar directamente hasta a la mismísima (y cada vez más
desprestigiada) Casa Real.
Más de lo mismo
La única respuesta entonces frente a la crisis es la
aplicación cada vez más opresiva del mismo libreto. Mientras estamos
escribiendo, el semanario Der Spiegel
hace público un informe del partido de gobierno en Alemania donde se dice que Angela
Merkel espera “mayores sacrificios” de las economías europeas en problemas.
Las contradicciones se agudizan, los niveles de empobrecimiento y depresión de
las clases medias europeas aumentan, las deudas de los Estados aumentan, las
cifras de las crisis son cada vez peores, en una caída que a pesar de las
constantes declaraciones de buenas intenciones y de pronósticos favorables para
el futuro, continúa acentuándose. La “huída hacia delante” parece ser la
única respuesta posible, lo que no es de extrañar, porque mientras las
poblaciones y los estados se empobrecen, las ganancias especulativas tanto de
las bolsas como en el sistema financiero siguen siendo jugosas, engordando las
arcas de las corporaciones, que mientras el barco se hunde, reparten ganancias
cada vez mayores a cada cierre de ejercicio.
La soga como siempre, estalló por el lado más delgado.
Grecia, Portugal y Chipre han sido hasta ahora los peores puntos de la crisis.
Detrás de ellos van los “países más desarrollados”, España, Italia y hasta
Francia están sufriendo el efecto de “bola de nieve”. Curiosamente mientras
tanto, cada elección presente muestra entre el cada vez más reducido electorado
(los niveles de abstención crecen o se mantienen altos) la preferencia por las
opciones políticas más “de derecha” que hasta ahora lo que han hecho es
acelerar el colapso.
España
paradigmática
Al respecto el ejemplo más
paradigmático es el de España. Un gobierno socialdemócrata que comenzó a tomar
las medidas antipolulares (“no me gusta pero no hay otro remedio”, Rodríguez
Zapatero dixit) fue sustituido en
elecciones por el gobierno explícitamente de derecha del Partido Popular de Mariano
Rajoy (heredero del franquismo), quien viene acelerando el proceso de recortes,
austeridad, reformas, desmembramiento de la seguridad social, la educación y la
salud pública. Rajoy y su equipo,
desde el primer momento de su gobierno, han hecho todo lo contrario de lo que
prometieron en su campaña política. Todas las medidas que dijeron no
iban a tomar son llevadas adelante con gran impulso. Conversan en Bruselas con
La Troika y a pesar de que declaran que las cosas no serán tan violentas,
apoyados en la mayoría parlamentaria que disponen generan la legislación no
solo para acelerar los ajustes por reducción y contracción, sino que poco a
poco van desmontando progresivamente todas las conquistas sociales, la
jubilación, la edad de retiro, los horarios de trabajo, en lo laboral.
Emprenden “reformas educativas” que solo significan la reducción de la
capacidad educativa pública, la restricción progresiva a su ingreso y la
preparación para la privatización. Desmontan además el sistema de salud, hacen
caer progresivamente en los pacientes su costo, limitan sus capacidades. En el
sector impositivo recargan los impuestos indiscriminados y se niegan a cargar
el peso impositivo sobre los grandes capitales. Si no se estuviera
convirtiendo en algo tan dramático, que afecta gravemente la forma de vida de
millones de personas, podría verse como una caricatura de gobierno. Las
cifras de desempleo ascienden astronómicamente, más del 27% de los españoles no
tienen trabajo (¡más de la cuarta parte de la población laboralmente activa!)
traspasando la cifra récord de los 6.000,000 de desempleados, que se vuelve
escalofriante cuando muestra que entre los jóvenes el porcentaje de desempleo
se acerca al 60%.
Mientras tanto, y allí la caricatura, las declaraciones
oficiales, que van “corriendo la arruga” (la recuperación comenzaba primero en
2013, hoy se habla de después de 2014), son de un desparpajo inconcebible. El
jefe de gobierno dice que es importante el nivel de desempleo, pero que ya se
están viendo (¿?) los síntomas de la efectividad de las medidas que vienen
tomando. A la vez, prosiguen los desahucios (desalojos) de las familias que
sin empleo no pueden pagar las hipotecas
contraídas y son literalmente echadas a la calle.
Y allí aparece nuevamente el fantasma
del autoritarismo fascista hijo del franquismo. Toda protesta popular es
reprimida con una dureza creciente. Los medios de comunicación a favor del sistema
demonizan todo tipo de protestas. Es increíble ver a sesudos opinadores en la
TV pública (muchos de ellos “progre”) condenando enfáticamente los “escraches”
(el sistema de denuncia personal inventado en Argentina, como una forma de
avergonzar públicamente a los malos políticos). Allí se protege a rajatabla la
“intimidad” de los políticos, a los cuales no es legítimo “acosar”. La casta
política no solo no tiene por qué responder a las necesidades y expectativas de
sus electores, sino que es intocable. Es la vuelta al oscurantismo, el cual a
España le ha sido tan caro.
Final
Este es el terrible panorama de la crisis europea. Está
acompañada a nivel global por la crisis norteamericana, que sin embargo tiene
aspectos diferentes. Ambas parecen estar indicando el final de una era, el
agotamiento terminal de un sistema (el capitalismo occidental) que hace mucho
ya agotó su época dorada.
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