viernes, 24 de mayo de 2013

UNA NOTICIA JUSTA SIN ENREDOS

Contra la vocación por lo mediocre

Por: AUGUSTO ÁLVAREZ RODRICH
La urgencia de generar confianza en la inversión.
El crecimiento económico de más de 7% de abril sería una magnífica noticia para calentar un poco el ambiente tras el friecito que dejó el escuálido 3% de marzo, pero se va a requerir un poco más de calorcito para superar la reciente pérdida de confianza sufrida por el gobierno. 
El anuncio del buen desempeño de abril lo hizo ayer el presidente del BCR, Julio Velarde, cuando hay varias señales desconfianza.
Algunos han hecho pronósticos bastante sombríos para la evolución de la economía peruana en el año 2013, llegando a prever que esta podría crecer solo entre 2% y 3%.
Pero Apoyo Consultoría, la organización peruana privada con la mejor capacidad de análisis económico, prevé que el crecimiento de este año sería superior al 5%. El problema no sería este año ni, incluso, el siguiente, sino que, si no se empiezan a tomar decisiones ahora para movilizar a la inversión privada, la economía empezaría a sufrir de un modo más serio desde el año 2015.
Más allá de eventos como la evolución de la economía mundial, y específicamente de la de China, que están fuera de control de la autoridad peruana, sí hay factores que están bajo su capacidad de influencia.
Quizá el más importante de todos sea la confianza del sector empresarial en el propio gobierno, que es lo que, precisamente, se ha debilitado en los últimos meses.
Tanto las encuestas que hace el BCR como Apoyo Consultoría confirman que la confianza de la inversión en el gobierno está en caída. Esto es consecuencia de dos factores.
Primero, por las señales confusas emitidas respecto del rumbo futuro del manejo económico. La más importante y dañina ha sido, sin duda, el desmadre y papelón armados por el propio gobierno alrededor de la frustrada compra de los activos de Repsol, lo cual reflejó una escasa claridad respecto del papel del Estado en la economía.
Segundo, por las trabas tan grandes y crecientes que sufre la inversión privada para poder materializarse que impone el propio Estado en todos sus niveles: permisos, autorizaciones, demoras, indefiniciones.
La corrección de estos problemas demanda que el gobierno mejore su capacidad de diálogo con el sector empresarial –el cual hoy es casi inexistente– y que tenga más audacia y ambición respecto de las posibilidades del país para crecer y generar progreso para todos, especialmente para los más pobres.
 Lo que se requiere, en el fondo, es vencer una cierta vocación por la mediocridad que hoy se constata cuando se ve a un gobierno que se paraliza y se conforma con lo que tiene en vez de tener una apuesta más audaz y ambiciosa.

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