viernes, 8 de noviembre de 2013

10 AÑOS DE LA COMISIÓN DE LA VERDAD Y RECONCILIACIÓN

La reconciliación derrotó a Sendero

Por Jaime de Althaus
¿Por qué el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que cumplió 10 años y supuso un esfuerzo importante, terminó concitando el rechazo de parte importante de la opinión pública? Tras la captura de Abimael Guzmán el Perú se unió en la victoria sobre Sendero. Hoy, está dividido.
Martín Tanaka ensaya una interpretación en artículo publicado en la revista “Argumentos”: el “aislamiento” del informe de la CVR se debe a que no logró articular un discurso coherente sobre las causas del “conflicto armado”, sino que deambuló entre varias explicaciones: una es la ideologización de Sendero Luminoso –aunque, a mi juicio, el informe de la CV no subraya lo suficiente que la violencia está en la esencia misma de la teoría marxista de la lucha de clases y que, en ese sentido, Sendero fue una encarnación patológica de una ideología de la muerte–. Pero, observa Tanaka, el informe finalmente pone el peso de su explicación en otra causa: las brechas de desigualdad, discriminación y desprecio de la sociedad peruana, que fueron aprovechadas por Sendero y que, además, estuvieron en la base de las horrendas matanzas que realizaron los propios militares. El informe enfatiza que tanta muerte fue posible porque las víctimas eran campesinos quechuas ignorados por la sociedad urbana.
Creo que allí está parte de la razón del rechazo al informe: que acusa en buena cuenta a la sociedad, sobre todo a los sectores medios y altos, de no haber querido ver lo que estaba pasando, de voltear la mirada a otro lado. Es el “testigo fallido” del que habla Max Hernández, explicado por el racismo que atraviesa nuestra sociedad.
Obviamente la sociedad aludida rechaza la acusación, se defiende o la niega. Y el informe no consigue la reconciliación que busca. Este error estratégico se originó en orientaciones ideológicas y la coyuntura –acababa de caer el fujimorato– que impidieron a los comisionados ver con claridad que lo que derrotó a Sendero fue una estrategia, aplicada a partir de los 90 aunque gestada desde el 89, basada en el cierre de la brecha de discriminación y desprecio, cuando el Estado criollo dejó de despreciar y decidió aliarse con las comunidades campesinas en lugar de desconfiar de ellas y arrasarlas, dándoles protagonismo, armas y ayuda. Así, ellas mismas derrotaron a Sendero. En otras palabras, la reconciliación ya se produjo en la forma en que fue derrotado Sendero Luminoso. Fue el arma secreta que se usó para vencerlo. Esa fue la noticia histórica de este conflicto.
Si el informe hubiese partido de reconocer y enfatizar ese logro fundamental, no habría tenido resistencia. Hubiésemos podido seguir construyendo, a partir de allí, esa nueva relación, no de desprecio colonial sino de aprecio y reconocimiento mutuo. Hasta hoy no reconocemos a los campesinos andinos el rol jugado en la salvación del país y la democracia, pues cargamos el acento en las víctimas –a las que no atendemos tampoco– y no en los héroes que derrotaron a Sendero.

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