La ciencia desconoce porque las ballenas acaban varadas en las playas de todo el mundo. Puede que se hayan perdido en las profundidades del océano, o que hayan sido confundidas por los sonidos generados por los cientos de buques que transitan por el mar, nadie lo sabe, pero cada año mueren miles de ballenas varadas en el mundo.Esta tragedia ecológica es una buena metáfora de lo que está pasando con la industria periodística.
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Al igual que las ballenas, la industria periodística es un gigante amenazado. Donde antes había muchos, ahora cada vez quedan menos representantes de esa industria y los grandes medios de comunicación cada vez son menos y más pequeños. Nadie sabe tampoco con exactitud por qué la industria del periodismo ha quedado varada en la playa; hay muchas causas -caída de la publicidad, descenso en las ventas y audiencias, intereses empresariales, cambio de paradigma hacia la red…- y a ninguna de ellas puede atribuirse la culpa por completo o eximirla de toda culpabilidad. Todos estamos de acuerdo en que es una tragedia, pero nadie supo verlo o hacer caso de quienes avisaron de ello, hasta que la industria quedó varada e incapaz de retornar al mar.
Ahora, todos los ojos están puestos en esa ballena que es la industria periodística, que lucha por sobrevivir fuera de su elemento natural. Muchos intentan ayudarla, pero la mayor parte de los esfuerzos se están dedicando a las consecuencias de estar varada antes que a buscar soluciones para volver a llevarla al agua. De nada sirve que hidraten la piel de la ballena si no pueden devolverla al mar. Además, cuando regrese va a tener que competir por su alimento con los nuevos animales que han surgido de las profundidades. Ya no estará en la cima de la cadena alimenticia, y esos animales pueden atacarla, hacerle daño y privarla de comida. El mar ya no es tan seguro como lo fue para esta ballena, pero quedarse varada es una muerte segura.
Esta ballena ha llegado por su propio impulso a la playa, no existe ningún capitán Achab que la haya perseguido por los océanos, aunque haya quien quiera buscar un culpable de la tragedia. Guiada por su propia inercia y no haber sabido darse cuenta de los cambios a su alrededor, ha terminado varada e indefensa ante la vista de todos; los periodistas seríamos los activistas y ecologistas en esta metáfora, buscando la forma de que la ballena siga viviendo a pesar de estar enterrada en la arena, y el público seguiría siendo público. Unos cuantos colaborarían para salvar a la ballena, otros simplemente mirarían lo que hacen los demás para salvarla y la gran mayoría pasará de largo, sin apenas mostrar interés. Es triste, pero eso es lo que ha ocurrido con los miles de ballenas varadas de verdad y es lo que está pasando con la industria del periodismo.
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lunes, 11 de noviembre de 2013
LA INDUSTRIA PERIODÍSTICA GRAN AMNEZA
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