Múnich, la noche más oscura |
abr
24 |
Salía el Barcelona con la alineación más previsible, Bartra en el central y Messi en la delantera. Piqué se había rapado la cabeza, como punto curioso, y fue el primero en ser exigido. Aunque los azulgrana tuvieran más posesión, se incumplió la lógica que presumía un Bayern incómodo sin el esférico, acostumbrado a tenerlo casi siempre en la Bundesliga. Lo tenía el Barça, pero no atacaba, solo se defendía con él. Al Bayern eso no le preocupó, con o sin balón nunca perdió el entusiasmo. Esperó con una presión avanzada y salió como un cohete tras recuperación, acabando siempre en disparo o en córner. Siempre peligroso. En cambio, al equipo de Tito un segundo sin posesión ya le desesperaba y cometía auténticas tonterías para recuperarlo, como la presión de Iniesta o Xavi a los centrales con cero posibilidades de éxito. La presión era totalmente descompensada y, por sistema, al trote. Pasaba que los laterales alemanes abrían el campo al máximo y pese a que Alexis y Pedro estuvieron muy pendientes, les costó una infinidad seguir las paredes que trazaban con los extremos. El Bayern tuvo visión periférica. Fue un pase más allá y el Barça nunca lo leyó. A veces por impotencia, como en el primer gol. Müller quedó solo en el segundo poste y Dante acertó al volver a cambiar el balón de banda. Otras por simple omisión: los barcelonistas no seguían las paredes.
Como aquí ya toca hablar del tanto de Mario Gómez, digamos simplemente que Viktor Kassai y sus asistentes lo pitaron todo al revés. Como mínimo hay infracción en dos de los primeros tres goles del Bayern. También hay dos penaltis omitidos en el área azulgrana por manos de Piqué, primero, y Jordi Alba, después. No influyó para nada en el resultado porque más o menos queda todo compensado, pero no acertó casi nunca. En realidad, su actuación no desentona con la totalidad de arbitrajes de casi todos los partidos desde cuartos de final en Liga de Campeones. Algo digno de estudio.
Los futbolistas del Barcelona tocaban de tres a cuatro veces el balón antes de dar un pase, si es que no lo perdían antes. Xavi, Iniesta y Busquets no hicieron buen partido, lentos tanto en dar la pelota como en ofrecerse después. Los azulgrana abusaron del ‘pasa y arréglatelas’ cuando su fútbol siempre se ha caracterizado por el ‘pasa y me vuelvo a desmarcar’. Mejoró la situación posicionalmente con el 2 a 0, incrustado el Barça en campo rival y con algún que otro indicio de que tal vez en algún momento si la cosa iba bien y a alguno se le cruzaban los cables puede que intentasen crear peligro. Al final resultó una encerrona del Bayern para salir al contragolpe y matar la eliminatoria.
Messi, visiblemente fuera de ritmo, no pudo. Cuando lo intentó estuvo lento y no encontró -a veces porque no los buscó- socios para acercarse a la portería. Si construimos esta frase en positivo definiríamos el partido de Ribéry, Robben y sobre todo, de ese futbolista impagable que es Thomas Müller.
Queda el partido de vuelta para que el Barcelona intente el milagro. O al menos para sumar una victoria que permita levantar el título de liga con algo de entusiasmo. Es complicado que lo de anoche quede en accidente, porque el atropello fue brutal a todos los niveles. Uno de ellos a nivel de banquillos. El cuerpo técnico azulgrana no cambió media coma del sistema ni de sus jugadores hasta que perdían por cuatro goles a cero. Su actuación se pareció a la de Manuel Neuer. En el partido más importante del curso simplemente no intervinieron.
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