martes, 30 de abril de 2013

PROBLEMAS DE EMPLEO


  • Toxo y Méndez rodeados de otros dirigentes de CCOO y UGT el pasado 7 de octubre, durante una manifestación. | EFE
    TRABAJO
    Radiografía de un mercado enfermo
    FERNANDO DÍAZ VILLANUEVA
    Un mercado que sólo fabrica parados, incapaz de crear un solo empleo en tiempos de crisis y muy pocos empleos en tiempos de bonanza. Así es nuestro mercado laboral.
  • Tres de cada diez parados de la zona euro están en España. Con un 27,1% de la población activa en situación de desempleo, las posibilidades de que nuestro país salga alguna vez de la profunda depresión económica en la que se encuentra son cada vez más remotas.
    El desempleo es el origen de todos los males que aquejan a la economía española. Sin trabajo no sólono hay recaudación, sino que cada desempleado con derecho a prestación supone una carga extraordinaria para la administración. El trabajo redunda directamente en el consumo y este en el PIB. Con un 27,1%, en definitiva, es inviable cuadrar las cuentas públicas, aminorar el déficit y poner las bases de un crecimiento económico sostenido y saludable. Un crecimiento fundamentado en el trabajo y el ahorro y no, como ha venido siendo hasta ahora, en expansiones crediticias auspiciadas desde el Banco Central o en la emisión sistemática e irresponsable de deuda soberana que algún día tendrá que amortizarse.
    El trabajo redunda directamente en el consumo y este en el PIB
    Pero, ¿cuáles son los problemas del empleo en España?, ¿por qué el país genera poco empleo en las bonanzas y lo destruye de un modo masivo durante las crisis? El del mercado laboral español es un caso de estudio en las facultades de ciencias económicas. De un primer vistazo España lo tiene todo para prosperar en el mundo globalizado. Cuenta con un gran mercado interno de casi cincuenta millones de habitantes, trabajadores cualificados, miles de kilómetros de costa, buenas infraestructuras y una tradición cultural centenaria que premia el esfuerzo y castiga la pereza.
    Rigidez frente a flexibilidad
    ¿Por qué entonces hay tanto desempleo? Como en todo mercado, en el laboral hay una parte demandante de fuerza trabajo (los empresarios), y otra ofertante (los trabajadores). Los sindicatos, erigidos en representantes de la oferta, acusan a los empresarios de no querer crear empleo o de hacerlo de “mala calidad”, es decir, mal remunerado y abusando de la contratación temporal y de los profesionales asimilados que prestan servicios como autónomos con simples contratos mercantiles. En España, a diferencia de otros países como Alemania, los sindicatos mayoritarios son de clase. Ven el mercado laboral a través de un prisma puramente dialéctico en el que los intereses de los trabajadores y los empresarios son opuestos. El conflicto, por lo tanto es inevitable y sólo puede ir dulcificándose mediante cesiones de la parte contratante y no de la contratada.
    Según el Banco Mundial nuestro mercado de trabajo figura entre los más rígidos del mundo.
    Los empresarios, por su parte, culpan a la rigidez de la oferta provocada por una legislación draconiana que dificulta los ajustes en el factor y que motiva que, cuando estos se producen, terminen siempre en despidos. Este de larigidez quizá sea el primer problema del mercado laboral español. Según elBanco Mundial nuestro mercado de trabajo figura entre los más rígidos del mundo. Hasta el año pasado España se situaba en el puesto 160 por detrás de países como Malawi Ghana y justo por delante de Mozambique. En resumen, en el parámetro de flexibilidad, España es un país del tercer mundo no muy alejado de regímenes socialistas como los de Venezuela Bolivia. Frente al modelo español se encuentran las naciones de tradición librecambista anglosajona como Australia, Nueva Zelanda o los Estados Unidos, con tasas de desempleo mínimas y mercados laborales tremendamente flexibles.
    Altos costes laborales
    La rigidez no afecta sólo a la contratación, sino también a los costes laborales. En España el salario de la mayor parte de los trabajadores está indexado al IPC a causa de los convenios colectivos, lo que implica que las empresas pierdan competitividad de manera automática. Los salarios tienen que incrementarse sin importar si lo han hecho los beneficios de la empresa. Los aumentos salariales tampoco tienen en consideración la productividad marginal de cada trabajador. No importa que un empleado produzca más o menos, su salario va a crecer lo que dicte el IPC más lo que estipule su convenio respectivo. Al no poder adaptar la masa salarial a las condiciones del mercado, las empresas optan por despedir, lo que reduce de inmediato la carga salarial pero condena el crecimiento de la empresa. De este modo la ley obliga al factor trabajo a vivir aislado de las circunstancias particulares de cada empresa. El resultado son despidos y desempleo.
    En España hay 16 tipos de contrato laboral diferentes
    La negociación colectiva es casi tan nociva para el empleo como la dualidad del mercado. En España hay tres estamentos laborales en función de los privilegios de los que disfrutan. Por un lado están los funcionarios, por otro los llamados “trabajadores fijos” y por último los temporales. Eso a grandes rasgos que estas clases se subdividen en un abanico amplísimo de subcategorías. En España hay 16 tipos de contrato laboral diferentes. En un mercado tan fragmentado en compartimentos estancos los incentivos son necesariamente perversos. Se blinda a los trabajadores menos productivos mientras se deja en el desamparo a los que lo son más. Hace más de un año cien economistas hicieron público un manifiesto en el que pedían un único contrato de trabajo para todos. Este tipo de contratos únicos han funcionado muy bien en países como Dinamarca o Austria. El manifiesto contó con gran repercusión en los medios, pero no afectó en lo más mínimo a la reforma laboral de Mariano Rajoy, que perseveró en la política de muchos tipos de contrato.
    En un país dependiente del exterior en materia energética, que no cuenta con materias primas y que padece una de las regulaciones más densas de Europa, poner palos a la rueda del mercado de trabajo es sinónimo de desempleo. El trabajo productivo lo crean las empresas, y levantar una de ellas en España es un proceso largo y costoso. El Informe Doing Business sitúa a nuestro país a la cola de la UE en facilidad y rapidez para crear sociedades mercantiles. En España lleva, de promedio, 28 días y 10 procedimientos administrativos con sus tasas y papeleo correspondiente fundar una empresa, cuando la media en la OCDE es de 12 días y 5 procedimientos administrativos.
    Crear riqueza en España es complicado, crear trabajo tampoco es nada sencillo. Una vez contratado, un trabajador cuesta mucho más de lo que se lleva a su casa cada mes. Las llamadas cargas sociales que caen sobre el trabajo son muchas más de las que se imagina. Sobre la nómina recae un abanico de cargas que tiene que pagarse el propio trabajador: seguridad social, mutua de accidentes laborales, cotización por desempleo, Fogasa y formación profesional. Así, los sueldos brutos en España no son especialmente bajos, sino los netos, los que el empleado ve en su cuenta bancaria. El Estado encarece artificialmente el trabajo añadiendo cargas al salario. Un empresario que dedique 14.000 euros al año a un puesto concreto a quien lo ocupe cobrará unos 11.000 euros. El resto se habrá quedado en el camino.
    El Estado encarece artificialmente el trabajo añadiendo cargas al salario
    Algo similar sucede con el salario mínimo, auténtica fábrica de jóvenes desempleados. En tanto que el salario es un precio, todos aquellos cuya productividad no alcance el precio mínimo que ha fijado el Gobierno se quedan fuera del sistema. Esto ocasiona un paro juvenil descomunal y que prospere el mercado negro laboral, donde los salarios, aquí sí, son libres, pero el trabajador queda desamparado y expuesto a todo tipo de abusos. Gran parte del mercado laboral en España está sumergido. Según un estudio de la Universidad Rey Juan Carlos en nuestro país había más de cuatro millones de personas trabajando en negro en 2011. Un número significativo que ilustra mejor que ninguno la enfermedad terminal que sufre nuestro mercado laboral. 

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