Reflexión de Lampadia a raíz del artículo de Antonio Zapata
La frontera de la ilegalidad en el Perú
El narcotráfico y el contrabando nacieron en el mismo momento. Durante el gobierno militar (1968-1980). En esa época se prohibió la importación de productos. Malos oficiales vieron la oportunidad de enriquecerse rápidamente. Traían aviones repletos de mercaderías y sacaban pasta básica de cocaína. Como reportan los periódicos de la época estos aviones aterrizaban incluso en la Panamericana. Ambos negocios ilegales se hicieron endémicos, hasta que se liberalizaron los mercados en el país permitiendo que el contrabando decaiga. Hoy, sin embargo, ambos comercios ilícitos conviven en Puno. Las mismas mafias que exportan cocaína, contrabandean con una serie de productos.
Las economías ilegales son manejadas por organizaciones delictivas, cuándo no riñen entre sí, se alían para protegerse y prosperar. Actualmente, el narcotráfico, el terrorismo, la tala y minería ilegales, así como el comercio de insumos regulados (ácidos, cal, otros), no solo coexisten en el mismo territorio (la selva peruana), sino que están estrechamente vinculados. Las huestes terroristas proporcionan seguridad a todos, el narcotráfico y la minería ilegal se abastecen de los comerciantes que trafican con ácidos, kerosene y cal. Y todos lavan su dinero en negocios colaterales.
Esta economía ilegal genera dinero suficiente como para corromper a funcionarios públicos, policías, jueces y fiscales. Es una de las fuentes principales de corrupción en el país. No solo eso, son enemigos de todo proyecto de desarrollo, de la presencia del Estado y de la formalización de la economía. Se oponen de la peor manera a los proyectos de inversión pública y privada. En muchos casos utilizando como tontos útiles a ambientalistas y sacerdotes, quiénes en muy rara ocasión condenan estas actividades ilícitas que suelen ser, además altamente contaminantes y sumamente violentas.
Un absurdo, pues justamente, la formalización de la economía, la presencia del Estado y los proyectos de inversión, se ha demostrado, son clave para erradicar a las mafias que capean en estas zonas liberadas. Esta es la receta para que estas actividades se reduzcan o desaparezcan generando no solo crecimiento económico, seguridad (las matanzas y asesinatos disminuyen), sino una sustancial mejora en las condiciones sociales. La prueba de ello es la región San Martín y recientemente la provincia huanuqueña de Leoncio Prado (en la que se ubica el Alto Huallaga). (Ver Cae producción de coca en el Alto Huallaga).
Existe pues, una receta exitosa que se ha probado con creces y eso pasa por llevar el desarrollo y los proyectos de inversión a las regiones en donde la economía ilegal florece. Obstaculizar la realización de dichos proyectos, es hacerse cómplice de estas mafias.
A continuación el artículo comentado.
La expansión de la cocaína
Por: Antonio Zapata
A fines del siglo XIX, un farmacéutico francés residente en Lima, Alfredo Bignon, descubrió el procedimiento para fabricar pasta básica de cocaína, PBC, un producto sencillo y barato que constituye la base de la cocaína en estado puro, producida exclusivamente por laboratorios. La fascinante historia de Bignon y las innovaciones científicas en la Lima del segundo civilismo se hallan en el libro de Paul Gootenberg sobre la cocaína.
La primera expansión de la cocaína peruana fue cortada por la prohibición en la década de 1910. Luego se opaca varias décadas y durante unos sesenta años hubo apenas pocos consumidores. Hasta mediados de los setenta, cuando pasa a ser el producto estrella de una mafia de narcotraficantes iniciada años atrás en la marihuana. Eran colombianos y pronto multiplicaron ad-infinitum la comercialización de cocaína a los Estados Unidos.
Por su parte, en ese momento inicial, tanto Perú como Bolivia, países productores de hoja de coca, se especializaron en PBC. Es fácil de procesar y era fabricada por algunos campesinos directamente en las chacras. Se trata de las famosas pozas de maceración y un proceso de transformación precipitado por sencillos aceleradores químicos.
La PBC era parte de una cadena que seguía por laboratorios en Colombia, para luego ser transformada en cocaína y ser exportada a EEUU. Pero las agencias norteamericanas cortaron esa cadena hace ya dos décadas. El medio eran avionetas que salían de aeropuertos clandestinos en la selva peruana que transportaban PBC y se dirigían a Colombia.
La DEA equipó al gobierno peruano para un programa de interdicción aéreo que fue muy exitoso. A la vez, en Colombia fueron abatidos los grandes carteles y la mafia colocha se descentralizó.
La hoja de coca empezó a ser sembrada también en Colombia y sus nuevos capos necesitaron menos al Perú. Por nuestra parte, empezamos a montar laboratorios y producir directamente cocaína, ya no solamente PBC. Esto ocurrió masivamente entre los noventa y la primera década del presente siglo XXI. En ese período rompimos con Colombia y quedamos atados a México. Por su parte, Colombia maneja buena parte del mercado norteamericano y ha integrado la producción dentro de su territorio.
Pero la mafia mexicana controla la costa oeste de EEUU y también Europa e incluso Latinoamérica; es decir, el resto del mundo occidental. Esta mafia mexicana opera distinto a la colombiana. No se mete tanto, deja funcionar a mafias locales, acopia y coloca en el exterior. Así, la producción queda en manos de mini carteles nacionales que procesan cocaína y venden a un mexicano para que comercialice afuera.
Por ello, se han multiplicado las mafias nacionales, cuya gran ruta de salida es el ancho mar de Grau. Incluso han retornado las avionetas, solo que esta vez llevan cocaína y abastecen al Brasil a través de Bolivia. Un artículo del economista Jaime García explica la historia económica y regional de estos ciclos de la cocaína peruana.
Ella ha crecido sostenidamente en los últimos veinte años y ha arrastrado otras economías ilegales. Los estudios de Francisco Durand muestran que el contrabando, la piratería y las drogas acompañan al Perú de esta última etapa de prosperidad basada en exportación de commodities.
Una de las paradojas de la economía neoliberal peruana es su incapacidad para aumentar significativamente la formalidad. Pero no es informalidad lo que crece, como pudiera pensarse ingenuamente. Por el contrario, y ese es el punto de Durand, la expansión se halla en la economía ilegal, empezando por cocaína.
Lo informal corresponde a los ochenta y parte de los noventa, en esa década apareció con fuerza la ilegalidad, fue tolerada por Fujimori y se multiplicó. No hay guerra como en México porque el Estado permite bastante al narcotráfico, pero vemos a sus agentes diariamente en las noticias, se hallan en inversiones de lavado, avionetas y bolicheras que llevan polvo blanco, sicarios y ajustes de cuentas por todas partes.
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