En las redes sociales todos los días se vierten comentarios acerca de los más variados temas: uno de ellos es la política. Quien se aproxima al asunto como mero observador constata que muchas veces las opiniones suelen ser más bien críticas respecto a los gobernantes. Y la impresión que queda de esa observación es que las personas criticadas gozan de poca o nula reputabilidad pública.
Las estadísticas, sin embargo, parecen contradecir la experiencia constatada en las redes sociales. El grupo demoscópico Consulta Mitofsky realizó una encuesta sobre la aprobación que tiene la opinión pública latinoamericana sobre sus propios gobernantes. Y los resultados recogidos apuntan a un contraste con lo que muchos pueden observar en Facebook, Twitter o LinkedIn: en buena medida la mayoría de los gobernantes nacionales gozan de aceptación o al menos de una considerable aceptación.
No entro en la cuestión acerca de lo legítima o justa que pueda resultar la aprobación, lo interesante es notar cómo las redes sociales pueden hacernos creer que ciertas tendencias son las dominantes en la opinión pública en general. Y esta reflexión se puede alargar a un factor más: las personas con las que nos relacionamos en las redes sociales y la prensa que se lee en buena medida están en sintonía con nuestras opiniones personales. ¿No es justo pensar en la necesidad de, por puro ejercicio crítico, confrontarnos con quienes piensan distinto de nosotros? Siendo la política un tema bastante discutible no parece una pregunta exagerada. Quizá sea un primer buen paso para no superlativizar la propia opinión personal.
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