¡JAMÁS DEJARÉ DE AMARTE!
El hombre que halla esposa encuentra un tesoro y recibe el favor del Señor. Proverbios 18:22 (NTV)
Un famoso maestro debatía con un grupo de jóvenes sobre el amor. Los muchachos argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas y que es preferible acabar con la relación, cuando éste ya no existe.
El maestro les dijo que respetaba su opinión, pero les relató lo siguiente:
Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana, mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno, cuando sufrió un infarto y cayó. Mi padre la levantó como pudo y, casi a rastras, la subió a la camioneta. A toda velocidad, sin respetar semáforos, la condujo hasta el hospital. Cuando llegó, por desgracia, ya había fallecido.
Durante el sepelio, mi padre no habló; su mirada estaba perdida. Casi no lloró. Después de un par de horas nos dijo: "Fueron 55 años... ¿saben? Nadie puede hablar del amor verdadero, si no tiene idea de lo que es compartir la vida con la persona que ama". Hizo una pausa, se secó las lágrimas y continuó diciéndonos: "Ella me apoyó cuando decidí cambiar de empleo. Hicimos el equipaje cuando vendimos la casa y nos mudamos de ciudad. Compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras, lloramos uno al lado del otro la partida de los seres queridos, oramos juntos en la sala de espera de algunos hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos en cada Navidad y perdonamos nuestros errores. Hijos, ahora que se ha ido, estoy en paz, porque sé que está con Dios. Cumpliré la promesa que le hice el día que nos casamos, de amarla por siempre".
El maestro terminó diciendo: “De ésta manera llegué a comprender lo que es el verdadero amor; el cual no se basa solo en el romanticismo, sino más bien, se vincula con el respeto, la comprensión, la confianza, una buena comunicación y, sobre todo, la fidelidad que se profesan dos personas realmente comprometidas, porque el amor no es un sentimiento, es una decisión”.
¿Si como seres humanos podemos amar de esa manera, estamos realmente conscientes de la magnitud del amor de Dios?, quien no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, para que fuéramos salvos.
El creó las delicadas partes internas de nuestro cuerpo y nos entretejió en el vientre de nuestra madre. Nos observaba mientras íbamos cobrando forma en secreto y nos conoció antes que naciéramos. ¡Nos hizo maravillosamente perfectos!
No crees que tenemos razones suficientes para agradecerle a Dios por su amor y por darnos un día más de vida. Ya no sigas pensando que nadie te quiere o que no le importas a nadie, porque para Dios vales mucho, eres la niña de sus ojos, su tesoro especial.
No vale la pena que sigas sufriendo por alguien que no supo amarte ni valorarte como tú te lo merecías. Ha llegado el día de dejar de lamentarse por lo sucedido; empieza una nueva etapa en tu vida, teniendo a Dios como el centro de la misma, reconociendo que eres su hija e hijo, aceptando su amor y perdón; pero lo más importante, esforzándote en conocer y cumplir el propósito con el que El te creó, porque solo de esa manera llegarás a tener todo lo que necesitas para ser feliz.
Qué preciosos son tus pensamientos acerca de mí, oh Dios. ¡No se pueden enumerar! Ni siquiera puedo contarlos; ¡suman más que los granos de la arena! Y cuando despierto, ¡todavía estás conmigo!
Un famoso maestro debatía con un grupo de jóvenes sobre el amor. Los muchachos argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas y que es preferible acabar con la relación, cuando éste ya no existe.
El maestro les dijo que respetaba su opinión, pero les relató lo siguiente:
Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana, mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno, cuando sufrió un infarto y cayó. Mi padre la levantó como pudo y, casi a rastras, la subió a la camioneta. A toda velocidad, sin respetar semáforos, la condujo hasta el hospital. Cuando llegó, por desgracia, ya había fallecido.
Durante el sepelio, mi padre no habló; su mirada estaba perdida. Casi no lloró. Después de un par de horas nos dijo: "Fueron 55 años... ¿saben? Nadie puede hablar del amor verdadero, si no tiene idea de lo que es compartir la vida con la persona que ama". Hizo una pausa, se secó las lágrimas y continuó diciéndonos: "Ella me apoyó cuando decidí cambiar de empleo. Hicimos el equipaje cuando vendimos la casa y nos mudamos de ciudad. Compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras, lloramos uno al lado del otro la partida de los seres queridos, oramos juntos en la sala de espera de algunos hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos en cada Navidad y perdonamos nuestros errores. Hijos, ahora que se ha ido, estoy en paz, porque sé que está con Dios. Cumpliré la promesa que le hice el día que nos casamos, de amarla por siempre".
El maestro terminó diciendo: “De ésta manera llegué a comprender lo que es el verdadero amor; el cual no se basa solo en el romanticismo, sino más bien, se vincula con el respeto, la comprensión, la confianza, una buena comunicación y, sobre todo, la fidelidad que se profesan dos personas realmente comprometidas, porque el amor no es un sentimiento, es una decisión”.
¿Si como seres humanos podemos amar de esa manera, estamos realmente conscientes de la magnitud del amor de Dios?, quien no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, para que fuéramos salvos.
El creó las delicadas partes internas de nuestro cuerpo y nos entretejió en el vientre de nuestra madre. Nos observaba mientras íbamos cobrando forma en secreto y nos conoció antes que naciéramos. ¡Nos hizo maravillosamente perfectos!
No crees que tenemos razones suficientes para agradecerle a Dios por su amor y por darnos un día más de vida. Ya no sigas pensando que nadie te quiere o que no le importas a nadie, porque para Dios vales mucho, eres la niña de sus ojos, su tesoro especial.
No vale la pena que sigas sufriendo por alguien que no supo amarte ni valorarte como tú te lo merecías. Ha llegado el día de dejar de lamentarse por lo sucedido; empieza una nueva etapa en tu vida, teniendo a Dios como el centro de la misma, reconociendo que eres su hija e hijo, aceptando su amor y perdón; pero lo más importante, esforzándote en conocer y cumplir el propósito con el que El te creó, porque solo de esa manera llegarás a tener todo lo que necesitas para ser feliz.
Qué preciosos son tus pensamientos acerca de mí, oh Dios. ¡No se pueden enumerar! Ni siquiera puedo contarlos; ¡suman más que los granos de la arena! Y cuando despierto, ¡todavía estás conmigo!
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