Por: Romina Mella.-
El Perú es un megaproductor de cocaína. Junto con Colombia (y Bolivia, en
un distante tercer puesto), exportan la mayor parte de cocaína que se consume en
el mundo.
Dentro de su crecimiento, ha pasado medio inadvertido el rápido cambio en cómo
se exporta la cocaína peruana.
Cada vez más avionetas entran ilegalmente a territorio peruano,
aterrizan en campos rústicos en la selva, cargan y despegan con un cargamento
de droga. Trescientos cincuenta kilos, por lo general.
Es un negocio bastante seguro. En los últimos meses, las avionetas ‘capturadas’
por la PNP han sido un par que los narcos abandonaron luego de algún
accidente o desperfecto.
El ronroneo encrespado de los motores de las avionetas despierta memorias de la
década de los 80 y la primera mitad de los 90, cuando el Perú exportaba
casi solo Pasta Básica de Cocaína. Pero toda en avión y hacia Colombia.
En esa época, el Perú llegó a tener más de 130 mil hectáreas sembradas con coca.
El puente aéreo era de decenas de vuelos semanales desde el Huallaga y el VRAE.
Y la dependencia de los narcos peruanos de los compradores colombianos y sus
laboratorios de producción de clorhidrato de cocaína, era total.
Eso cambió con la interdicción aérea que ejecutaron el Perú y Estados Unidos en
la segunda mitad de los 90. El puente aéreo fue destruido, el precio de la
cocaína, de la PBC y de la hoja de coca colapsó y el área sembrada se redujo
en casi cien mil hectáreas.
Luego, el narcotráfico se recuperó poco a poco. Se exportó la droga de los valles
productores primero a pie o a lomo de bestia. Después, poco a poco se utilizó
más el transporte en vehículos terrestres.
Pero desde hace pocos meses, los vuelos de la cocaína han retornado a la selva
peruana. Primero fue en la zona de Pichis Palcazú y ahora desde el corazón
del VRAE, el número de vuelos crece a velocidad de epidemia.
Pero ya no hacia Colombia, como lo fue en la década de los 80, sino hacia el sur, a Bolivia.
El 2012, Pichis Palcazú se convirtió en el gran centro de acopio de
cocaína proveniente del VRAE y del Huallaga. Desde los alrededores de
Ciudad Constitución se estableció un tráfico creciente de avionetas para despachar
cocaína hacia Bolivia, principalmente, y también a Brasil.
Un porcentaje de los clanes familiares productores del VRAE se había trasladado a
las zonas ganaderas de Bolivia para clorificar ahí la pasta básica lavada, puesto
que los insumos químicos son más accesibles y baratos.
Estos clanes empezaron a exportar la cocaína a Bolivia por vía aérea desde Pichis
Palcazú, donde había poca presencia policial y ninguna de Sendero Luminoso.
El puente aéreo se consolidó este año. Los cargamentos de cocaína
salían en avionetas de matrícula boliviana con destino a Bolivia, de 3 a
4 veces por día.
“Entre mayo y diciembre de 2012, despegaron 59 avionetas de Ciudad Constitución.
Cada una cargada con un promedio de 300 kilos de droga, lo que significó una
exportación aérea de 17,7 toneladas de cocaína. Este año, 58 avionetas (17.4 toneladas
de cocaína) fueron detectadas en la misma zona durante los primeros cuatro meses
del año”, reveló IDL-Reporteros en el informe “El retorno de los ‘narcovuelos’”, de
julio pasado.
En esas fechas, la Dirandro desarrolló un extenso operativo en Pichis Palcazú, en
el que dinamitó casi la totalidad de pistas de aterrizaje clandestinas en la zona.
Fue lo mismo que se hizo a comienzos de los 80 y fracasó con igual rapidez.
Lo que ocurría entonces y pasó ahora, es que los narcotraficantes reconstruyeron
en poco tiempo la mayor parte de las pistas de aterrizaje. La Policía dinamitó 57 pistas,
de las cuales 15 han sido refaccionadas, y 10 nuevas pistas han sido construidas.
No necesitan más, porque otro fenómeno se estaba desarrollando con gran rapidez.
El inicio de ‘narcovuelos’ desde el mismo VRAE hacia Bolivia.
Lo que predominaba hasta el año pasado en el VRAE era el uso de camiones
de carga, vehículos de transporte y camionetas doble cabina para sacar la droga.
Estos últimos vehículos, especialmente las camionetas Toyota Hilux, eran una buena
fachada porque es el típico vehículo utilizado por las compañías constructoras de la zona.
De los clásicos ‘cargachos’ o ‘mochileros’, se pasó a ‘transportistas’ y ahora, en muy poco tiempo, a aviadores. El puente aéreo de la droga ha resurgido en el VRAE.
En el Valle hay ahora alrededor de 40 pistas de aterrizaje clandestinas,
aunque solo alrededor de 15 o 20 están activas, según indicaron diversas
fuentes consultadas por IDL-Reporteros.
El clima de esta época del año ha permitido que se formen pistas naturales, pequeños
islotes, a orillas del río Ene. A pesar de lo compleja de la geografía, si se compara con
Pichis Palcazú que tiene un terreno más bien plano, los pilotos bolivianos –que
son en su mayoría novatos- logran aterrizar sin mayores problemas.
Las pistas están en las principales zonas de producción de cocaína.
Se ubican en Llochegua, Santa Rosa, Pangoa, Sivia, Corazón Pata,
San Francisco, Cutivireni, Canaire, Puerto Cocos y Mayapo. En estos tres
últimos lugares es donde se registra mayor tráfico aéreo.
El viernes pasado, por ejemplo, agentes de la Dirandro encontraron una avioneta
de placa boliviana en una pista de aterrizaje clandestina en Puerto Cocos.
La aeronave se había accidentado al aterrizar –la llanta delantera de la avioneta se
rompió– y los narcos la abandonaron. Los agentes llegaron cuando los tripulantes ya
se habían dado la fuga.
Una semana antes, en la misma pista, los policías encontraron 143 kilos de cocaína
en costales, que iban a ser despachados cuando llegara la avioneta.
La cocaína que sale del Valle es exportada fundamentalmente en avionetas
Cessna monomotor, que cargan 350 kilos de droga por viaje. En la nave, además del
piloto, va generalmente el ‘encargado’ de la droga. Una modalidad de pago bastante
utilizada por los traficantes es la denominada ‘bajo el ala’, que es cuando el ‘encargado’ paga contra entrega por la cocaína que recoge.
El alquiler de la avioneta cuesta entre $20 mil y $30 mil por vuelo, mientras que el precio
por rentar la pista varía entre $10 mil y $20 mil. Las pistas son utilizadas, a lo mucho, unas 2 o 3 veces seguidas por una organización. Luego cambian de lugar de aterrizaje para no ser detectados, según indicó una fuente a IDL-Reporteros. “Como medida de seguridad, cuando están en el aire, llegando al VRAE, recién deciden en qué pista van a aterrizar. Utilizan frecuencia radial UHF para comunicarse”.
El vuelo ida y vuelta VRAE-Bolivia dura en promedio 5 horas. Es más corto si se compara con el trayecto Bolivia – Pichis Palcazú. Pero a la vez más costoso porque en ocasiones los traficantes deben pagar cupos a Sendero Luminoso y a miembros corruptos de las fuerzas de seguridad, que no son pocos.
La frecuencia promedio es de 3 a 4 vuelos diarios. Las avionetas despegan muy temprano, entre las 6 y 8 de la mañana. Aunque en ocasiones hay vuelos pasadas las 10 de la mañana.
Teniendo en cuenta que diariamente despegan de 3 a 4 avionetas cargadas con 350 kilos de cocaína cada una, podría decirse que el VRAE exporta semanalmente en promedio 1,2 toneladas de droga por vía aérea. Esto significa 5 toneladas por mes. Pero el número de vuelos tiende a aumentar.
De hecho, la demanda de cocaína ha aumentado en el VRAE. Prueba de ello es el incremento en el precio de la pasta básica lavada (PBL), que es lo que básicamente se exporta desde el VRAE hacia Bolivia. La PBL, que el año pasado costaba entre $600 a $800 en la zona de producción, ahora fluctúa entre $900 y $1000. El precio del clorhidrato de cocaína, en cambio, no ha variado significativamente. El valor actual fluctúa entre $1000 y $1200, muy similar al del año pasado, que estaba entre $950 y $1100.
Eso es el aspecto comercial del narcotráfico.
El de seguridad es mucho más sorprendente y alarmante. Las decenas de avionetas que sobrevuelan el Valle cargadas de cocaína, aterrizan, despegan y vuelan muy cerca de las bases militares o policiales, en lo que es la una de las zonas más militarizadas del Perú.
"Las decenas de avionetas que sobrevuelan el Valle cargadas de cocaína, aterrizan, despegan y vuelan muy cerca de las bases militares o policiales".
“En Valle Esmeralda hay un puesto combinado. Desde ese punto se ve todo. Es un puesto alto y estratégico. Puedes divisar casi todo el Ene. Por ahí pasan las avionetas. Todo los días sobrevuelan helicópteros y hay agentes regados en todo el VRAE. (…) Para la gente no es novedad que las avionetas salgan. Y cuando están bien cargadas emiten un ruido bien acelerado”, indicó una fuente a IDL-Reporteros. Esta afirmación fue corroborada por otras personas con conocimiento de causa.
En lo que va del año, solo han sido encontradas dos avionetas en el VRAE. La primera, hace ya algunas semanas, fue hallada por el Ejército, abandonada en la zona de Valle Esmeralda. La segunda, que también estaba averiada, fue capturada la semana pasada, como se ha dicho, por la Policía en Puerto Cocos.
El descontrol del espacio aéreo es total. Es como si no hubiera existido nunca el programa de interdicción. Se sabe dónde están las pistas, pero no se tiene idea de cuándo entran o salen las avionetas porque no hay un sistema de radares que las detecte. La información que se obtiene sobre la llegada o salida de vuelos es básicamente por fuentes humanas o por interceptaciones telefónicas o radiales.
“No hay radar. No controlamos nuestro espacio aéreo. La FAP (Fuerza Aérea Peruana) no tiene capacidad operativa para poder hacer interdicción”, indicó una fuente. “Es casi imposible agarrar una avioneta en el Perú. Tenemos que derribar avionetas o atacar a las organizaciones a través de un trabajo paciente de inteligencia”, afirmó otra.
Así que lo que demuestra este nuevo puente aéreo con Bolivia, vía el VRAE y Pichis Palcazú, es que de la interdicción aérea de los 90, que interrumpió el puente aéreo con Colombia y desencadenó el colapso del mercado de la cocaína, no queda nada.
Mientras las Fuerzas Armadas y la Policía pasan por el bochorno de que cada día les zumben más ‘narcoavionetas’ por ambos lados del kepí, se ha anunciado el próximo inicio de las operaciones de erradicación de cocales en el VRAE. Como para asegurarse de que ningún error deje de cometerse♦
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