Crecimiento esquivo para las mujeres
Por Lucía Alvites S.
En los últimos años el crecimiento económico en el Perú ha sido constante y parejo y por ello su economía es calificada como una de las más dinámicas de la región; además, los pronósticos, a pesar de la actual crisis internacional, no pueden ser mejores. Hace unas semanas la empresa de estudios macroeconómicos Consensus Economics auguró que la economía peruana crecería 6.2% en el 2014. Ciertamente, esta tendencia de crecimiento la tienen prácticamente todos los países suramericanos y se basa en el alza de las materias primas que siguen siendo el principal y casi único ingreso en casi todos los casos. Lamentablemente, el Perú sí se distingue por ser uno de los últimos países en la región que aún no emprende con decisión el reparto de los beneficios de ese crecimiento entre todos y todas.
Y es que si bien los números no mienten, los grandes promedios de los que nos hablan pueden llevar a equívocos. Si entre dos personas se reparten tres panes, una come tres y la otra ninguno, el promedio es un pan y medio por persona. En el caso del Perú este crecimiento no ha sido proporcional a mejoras en los estándares de calidad de vida de todas y todos por igual. Expresión tajante de ello son las mujeres y su desigualdad constante con respecto a los hombres.
Basta echar un vistazo a los reportes de la Encuesta Nacional de Hogares sobre Condiciones de Vida y Pobreza del INEI y ver el rango de ingreso por sexo en nuestro país en los últimos años para comprobar que la bonanza del crecimiento arrastra una impresentable brecha entre los hombres y mujeres que conforman la Población Económicamente Activa. Mientras que en la última década, el porcentaje de la PEA conformada por hombres que ganan más de S/. 1500 aumentó 17%, en el caso de las mujeres sólo creció 7%. Para el año 2012, el 25.1% de la PEA masculina ganaba más de S/. 1500, en tanto solo un 11.3% de la PEA femenina presentaba ese ingreso.
No cabe duda, el tan mentado crecimiento económico peruano no ha podido erradicar las brechas de género en lo que a ingresos laborales se refiere, ni siquiera disminuirlas significativamente. Según cifras del Banco Interamericano de Desarrollo la brecha salarial de hombres y mujeres con los mismos atributos (misma edad, misma educación, igual cantidad de hijos/as, etc.) en el año 1992 era de 22%, 15 años después, en el 2007 la brecha era de 20%, mientras que el año pasado, según un especialista de la misma entidad, es de 18%.
Estas cifras nos enrostran un escenario poco o nada prometedor para las mujeres. Más aún si revisamos otros aspectos sociales de la mujer peruana. Por ejemplo, la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar arroja la estadística que desde 1992 hasta el 2012 el embarazo adolescente, directamente asociado a pérdida de oportunidades y pobreza, ha aumentado 2%; mientras que en 1992 el 11% de las adolescentes había estado embarazada alguna vez, en el 2012 lo ha estado un 13%. Además, esta misma encuesta nos presenta que en el año 2012 solo el 45% de las mujeres habían planeado su embarazo. Queda claro que en el Perú actual el crecimiento económico no es proporcional al derecho de las mujeres a planificar su vida.
Es probable que los buenos augurios en el crecimiento de la economía peruana se cumplan el próximo año, lamentablemente, como hemos visto, esto significará poco o nada para las mujeres. Peor aún si seguimos ahogándonos en preceptos seudo moralistas y patriarcales en el momento de legislar o implementar política pública para la defensa y promoción de los derechos sexuales y reproductivos de la mitad del país.
El filo doloroso de estas cifras y realidades golpea insistente nuestras conciencias y nos alerta que el publicitado crecimiento peruano no sólo es inequitativo e injusto sino también ferozmente machista.
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