viernes, 11 de octubre de 2013

CAMPAÑA ELECTORAL CON TUFO POPULISTA


¿Sombras nada más (en Chile)?

No obstante que Chile es una estrella planetaria, la niña de los ojos de América Latina en cuanto a democracia, crecimiento económico y reducción de la pobreza, hoy, sobre el cielo mapocho se ciernen las tradicionales sombras del populismo latinoamericano.  Los propios diarios chilenosempiezan a ser conscientes de esta especie de tragedia anunciada. Durante el transcurso de la campaña electoral y en el último debate de candidatos (con ausencia de la Bachelet) de cara a las elecciones de noviembre han surgido propuestas increíbles: condonar deudas por debajo de los 60 millones de pesos (US$ 120,000) y la expropiación de los recursos naturales “para distribuirlos a los ciudadanos”, así como cambiar el exitoso sistema laboral. Estas propuestas han crecido como hongos bajo la sombra de la propuesta de Michele Bachelet: elaborar una nueva Constitución para consagrar la “gratuidad de la educación”. No son propuestas de un gobernante bolivariano, sino iniciativas planteadas en uno de los sistemas políticos más modernos de América Latina, por una lideresa ahora más inclinada hacia propuestas radicales.

Para entender la magnitud del problema,veamos algunas cifras sobre Chile. Entre 1980 y el 2012, el PBI creció en promedio anual 5. 5%; entre 1990 y el 2011, la pobreza se redujo de 38,4% de la población a 14.4% y, si se continúa con el modelo, el HSBC  pronostica que, para el 2050,será la vigésima economía más grande del planeta.Además, todos los organismos internacionales concuerdan en que el ingreso per cápita chileno seguirá siendo elmás alto de América Latina por varias décadas. Algo más, Chile tiene un sistema político bipartidista casi perfecto que le permite avanzar hacia su sexta elección ininterrumpida, ¿cómo, pues, entender la resurrección del populismo?
Todo parece indicar que las reformas de Estado en cuanto a regionalización, seguridad ciudadana, educación y salud no avanzaron a la misma velocidad que el mercado y la economía, que han convertido a Chile en un paradigma de desarrollo. La reducción de la pobreza generó una poderosa clase media que -no obstante tener uno de los sistemas educativos más eficientes de América Latina- empezó a solicitar mejoras en educación, salud y servicios en general. Pero, cómo al sistema político, a los partidos y a los líderes les faltaron reflejos para explicar dónde estaban las fallas del sistema, Camila Vallejo y los líderes estudiantiles, plantearon que las soluciones pasaban por la “gratuidad de la educación indiscriminada” y la estatización del sistema educativo. Las marchas estudiantiles se convirtieron en un apetitoso bocado para los futuros candidatos y, ni corta ni perezosa, Michelle Bachelet, que salió de su anterior administración con niveles muy bajos de aprobación, se inclinó a propuestas radicales, y planteó, entre otros temas, una nueva Constitución y asumió la propuesta estudiantil, incluso invitando a la Vallejo del Partido Comunista, a formar parte de su alianza.
De allí todo se transformó en una bola de nieve populista, que convirtiéndose en una especie de centro de gravedad, no permite que los demás candidatos se alejen mucho de ese tipo de propuestas. Hoy, por ejemplo, algunos hablan de derogar el régimen “laboral de Pinochet” para promover la sindicalizacióncancelando el moderno sistema laboral que le ha permitido a Chile gozar de tres décadas de inversión privada sostenida.  El caso chileno debe convertirse para los peruanos en una experiencia trascendental que nos permita conocer las claves del éxito, pero también las causas de los errores y fracasos.
Si bien entre la modernidad del Estado chileno y la del Estado peruano existen algunos años luz, también es cierto que las economías de mercado de ambos países son las más dinámicas de América Latina y tienen muchas similitudes e intereses comunes. En Chile la clase política e intelectual renunció aexplicar correctamente la naturaleza y potencial de la nueva economía chilena, y las causas de las protestas estudiantiles y el desconcierto de sus clases medias. Los errores estaban fundamentalmente en el terreno del Estado y no en eldesarrollo del mercado.
Como hemos visto muchas veces en la historia, el camino a la prosperidad no es una línea recta, está siempre interrumpido por baches y obstáculos que hay que saber enfrentar sin perder sentido de dirección y persistencia. Esperamos que este proceso electoral sea solamente un ejercicio electoral y que no termine alterando el pujante desarrollo chileno.

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