La conquista marcó a Latinoamérica
Juan J. Paz y Miño Cepeda
La conquista española de América se inició el momento mismo en el que Cristóbal Colón tocó las tierras de este continente, el 12 de octubre de 1492.
En la interpretación histórica que se desarrolló enseguida, Colón fue un instrumento de Dios para premiar a España por su apego y defensa de la “verdadera” religión, esto es, la católica, frente a una Europa en la que progresaban las ideas “heréticas” e “impías” de la Reforma protestante.
La versión de los dominadores desarrollaría la idea de que con España llegó la santa religión católica y fueron salvados los pueblos aborígenes de sus idolatrías y paganismos.
Con el progreso de la ciencia histórica, la conquista y el coloniaje se han esclarecido desde otros ángulos.
Hace años, Jacques Lafaye en “Los conquistadores” (1970) observó que la conquista fue un hecho de empresas privadas, y para los conquistadores la realización de los deseos de la Providencia, además de una especie de proyección de la Reconquista contra los moros en España y la fórmula de supervivencia en tierras extrañas.
Pero Nathan Wachtel, en “Los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española 1530-1570” (1976) estudió la perspectiva de los aborígenes conquistados, encontrando que su propia cultura y comprensión del mundo fue un limitante poderoso para entender y enfrentar a los “viracochas” recién llegados. Fue una línea que muchos años antes la había trabajado el maestro mexicano Miguel León Portilla en “Visión de los vencidos” (1959).
A su vez, la “Nueva Corónica y Buen Gobierno” de Guamán Poma de Ayala, un texto hallado en 1908, pero que solo ha merecido amplia difusión hace pocas décadas, revolucionó la comprensión del mundo incásico anterior a la conquista.
A estos aportes cabe sumar centenares de libros escritos sobre el tema de la conquista y colonización española (y portuguesa) de América.
Pero nos queda claro, que la colonización marcó dos lados de una misma medalla: fue, de una parte, saqueo, destrucción cultural, muerte de miles de indígenas; y, de otra, creación de una vida nueva, que sentó una serie de bases sobre las que se erigieron las repúblicas latinoamericanas en el siglo XIX.
Para América Latina, no hay duda que la colonización fue determinante para su “subdesarrollo” y para la diferenciación internacional con Europa, región en la que se cumplió aquello que Karl Marx denominó “acumulación primitiva u originaria de capital”, antesala del nacimiento del régimen capitalista.
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