Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2296 de la revista ‘Caretas’.
La acción y sus actores
Luego de la acción de Pampas en la noche del domingo 11, donde murieron ‘Alipio’, ‘Gabriel’ y un tercer senderista, un veterano policía de la Dircote, que había participado en la operación, conversó brevemente por teléfono con una periodista de IDL-Reporteros.
El oficial explicó la acción a través de la memoria de un evento luctuoso. Preguntó si la periodista recordaba la emboscada de Sanabamba. Claro que recordaba. Ahí, en abril de 2009, dos patrullas fueron destrozadas en la celada de Sendero y murieron 14 militares. Los senderistas, dijo el oficial, habían reglado la base. Sabían a qué hora salía la patrulla, por dónde iba a pasar. Minaron la ruta y reventaron los explosivos cuando pasaron los soldados. Ellos nos emboscaron, dijo el oficial, ahora nosotros también. Ellos sabían, ahora nosotros también.
Eso fue, en suma, la acción de Pampas, en la que fue abatido el principal mando militar de SL-VRAE, ‘Alipio’, junto con ‘Gabriel’ y el tercer acompañante. En una emboscada de cuidadosa preparación hacia la cual el veterano jefe senderista caminó con la misma inocencia con la que militares novatos se dirigieron en su luctuoso pasado hacia las que él había tendido. Sin sospechar que el camino aparentemente libre, el aparente miedo a perseguirlo, significaba el progreso de una operación de precisa inteligencia, en la cual ‘Alipio’ y ‘Gabriel’, llegaron al lugar al que se esperaba que llegaran el día que lo hicieron. Entonces la emboscada empezó como suele empezar: con una explosión. Nueve minutos después llegaban los primeros cuatro helicópteros, con las patrullas y encontraron al pequeño grupo de reconocimiento que los esperaba en el lugar.
¿Qué pasó entre la emboscada de Sanabamba y la de Pampas? ¿Cuáles fueron los cambios en estrategias, organización, táctica y doctrina contrainsurgente? ¿Qué grupos de las fuerzas de seguridad participaron en la acción? ¿quién los dirigió? ¿fueron recién entrenados o tenían ya una larga experiencia? ¿cooperaron siempre entre sí o, como suele suceder en este país y en muchos otros, se pelearon y serrucharon mutuamente? ¿Lo que hicieron fue un producto exclusivamente nacional o tuvo ayuda extranjera? ¿Hubo una ‘brigada Lobo’ o solo las fantasías de un ascenso?
A continuación, todas las respuestas que quepan en la extensión de estas páginas y todos los hechos que pueda describir un apretado resumen.
Primero, no ha habido un solo actor sino un largo reparto de organizaciones de las fuerzas de seguridad, que suenan como una sopa de letras con propiedades tusígenas (DIVINESP, CCFFAA, GOATJ, FEC, CIOEC, DIRCOTE, CEVRAE, DIRANDRO), dicho sin orden en particular ni jerarquía. Tampoco un solo actor sino muchos, algunos más importantes que otros… aunque la importancia de los actores no corresponda necesariamente a su posición formal o su perfil público.
Segundo, los protagonistas vitales en este resultado no son nuevos en el tema. Todos son experimentados y los mejores de ellos no solo conocen sino tienen una dedicación obsesiva por su trabajo; lo cual, por extraño que suene, ha puesto en riesgo sus carreras en más de una ocasión.
Tercero, la participación extranjera ha sido importante, en especial la de Estados Unidos.
Cuarto, hubo algunas decisiones de cambios en procedimientos, organización, coordinación y estrategia, que han sido determinantes. Algunas fueron tomadas durante el pasado gobierno de Alan García, pero las más importantes se dieron en el gobierno de Humala.
Empecemos por aquí: la decisión fundamental consistió en romper las barreras institucionales entre la Fuerza Armada y la PNP, para sacar a esta última del papel subordinado y auxiliar respecto de la FFAA en las operaciones contrainsurgentes, poniéndola no solo en pie de igualdad sino, en la práctica, a cargo de la inteligencia operativa en una guerra que es fundamentalmente de inteligencia.
Eso tuvo una decisión complementaria, que ha sido la que creó, como veremos, más urticaria burocrática: poner a un civil como coordinador y facilitador entre las burocracias, con acceso directo al presidente de la República. Desde el tiempo de los incas, todo el mundo conoce el poder y los rencores que genera un tukuy rikuy, sobre todo cuando las coordinaciones suenan como órdenes.
Pero, con ronchas o sin ronchas, la presencia de un delegado directo del presidente ayudó a agilizar procesos, mejorar prácticas y poner a las personas más capaces en las funciones debidas. A Iván Vega, el viceministro del Interior, le dicen ‘rambito’ y, en el Comando Conjunto se han escuchado otras expresiones más castizas. Lo acusan de ser simultáneamente inexperto, arrogante, atropellador y caótico como una combi con deudas. Pero los oficiales a cargo de las operaciones especiales, que son los que saben y los que producen resultados, lo aprecian y sienten que no solo ayuda su trabajo y lo facilita, sino también que lo protege.
Lo interesante es que el Presidente haya tomado la decisión de elegir como tukuy rikuy recargado a un civil que, al ser viceministro del Interior, se inclina naturalmente por las unidades especializadas de la Policía. En los hechos, Vega desarrolló una buena relación con varios jefes militares, especialmente con los operativos, pero la que tuvo y tiene con el vicealmirante AP, José Cueto, jefe del Comando Conjunto, se caracteriza por cualquier cosa menos por el afecto.
Cueto es un respetado oficial de Marina, cuya sola apariencia sugiere una vocación por el orden, la claridad jerárquica, los procedimientos nítidos, la pulcritud en los detalles. Todo lo que ayuda a navegar barcos con pericia, pero que en el mundo de las guerras de inteligencia en la selva y la montaña, con sus astucias, duplicidades y rápidas decisiones, suele ser de poca utilidad.
Empecemos a ver qué unidades y jefes policiales fueron importantes y porqué.
La unidad que, de acuerdo con sus funciones, debió haber estado a cargo de todas las operaciones contra Sendero, es la Dircote, o Dirección contra el Terrorismo, de la PNP. Pero en los hechos, ese no fue el caso. En el Huallaga la acción de la Dircote terminó siendo secundaria frente a otro grupo operativo que la superó largamente en recursos y medios: la Divinesp (división de investigaciones especiales) de la Dirandro, o dirección antidrogas.
Lo que en el Huallaga fue competencia, en el VRAE terminó siendo colaboración cercana entre la Divinesp y Dircote, pero ello después de varias historias, de hazañas policiales junto con intrigas y enredos, de gringos y polígrafos, que contaré la próxima semana porque en esta el espacio se acabó
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martes, 20 de agosto de 2013
LA ACCIÓN Y SUS ACTORES
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