Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2297 de la revista ‘Caretas’.
Los actores y sus historias
La semana pasada prometí continuar con algunas de las “historias de hazañas policiales junto con intrigas y enredos, de gringos y polígrafos” que terminaron en el éxito operativo de Pampas el domingo 11 agosto pasado.
Para empezar, digamos que casi todos los protagonistas principales de las acciones que restallan desde las sombras después de largos acechos y complejas emboscadas, son casi todos veteranos, con años de experiencia, memoria y conocimientos.
Hasta su captura en febrero de 2012 ‘Artemio’ llevaba 30 años levantado en armas en el Alto Huallaga. Los hermanos Quispe Palomino tienen cerca de 35 años de experiencia insurreccional en la sierra centro-sur y en las selvas del VRAE.
Como veremos, experiencia tampoco falta a los miembros de las fuerzas de seguridad, especialmente de los policías, que los enfrentaron.
El último y todavía inconcluso capítulo de la guerra empezó con una emboscada. En diciembre de 2005, el SL del Huallaga perpetró una celada en Angashyacu, cerca de Aucayacu, en la que murieron ocho policías y uno quedó malherido.
Poco después, el entonces director general de la PNP, general Luis Montoya, organizó un grupo especial cuyo objetivo era golpear, mediante acciones de inteligencia operativa, al liderazgo senderista. Nombró coordinador al general PNP (r) Alberto Sarmiento, que acababa de pasar al retiro. En sus últimos años en el servicio activo, Sarmiento había liderado varias incursiones en territorio controlado por SL-VRAE. Tuvo éxitos y contrastes, algunos trágicos, pero no dejó de actuar pese a que en más de una ocasión se le quiso castigar por cumplir con su misión.
A fines de 2005, Sarmiento ya había pasado al retiro, pero Montoya insistió en tenerlo como el coordinador civil del grupo, sabiendo que su conocimiento, terquedad e iniciativa, iba a inspirar al grupo.
Menos de tres meses después de la emboscada de Angashyacu, el 19 de febrero de 2006, un grupo especial de inteligencia operativa sorprendió y abatió al jefe senderista ‘Clay’, Héctor Aponte Sinarahua.
El jefe de ese grupo operativo era el hoy jefe de la Dircote, coronel PNP Vicente Álvarez, ‘Bigote’. Entre sus pocos miembros estaban dos policías jóvenes, que hoy operan con los seudónimos de “Bica” y “Jhair” (se pronuncia ‘Yair’).
Poco después, presionado para lograr resultados inmediatos, Sarmiento dejó su cargo y abandonó Tingo María en junio de 2006.
Pero los resultados de ese corto empeño fueron muy importantes. El SL del Huallaga no se recuperó nunca de la muerte de ‘Clay’, que fue de lejos su mejor líder militar. Ahí se inició un declive que, después de varias capturas y algunas muertes terminó con el arresto de ‘Artemio’, el 2012. “Lo que era ‘Alipio’ en el VRAE, ‘Clay’ fue en el Huallaga”, dice Sarmiento.
Poco antes, un veterano del GEIN, el grupo que capturó a Abimael Guzmán en septiembre de 1992, formó una unidad especial de inteligencia operativa contra lo que ahora se llama “blancos de alto valor” del narcotráfico. Carlos Morán había sido un capitán analista de inteligencia durante los años que estuvo en el GEIN y en 2005 era ya coronel. Su nuevo grupo tuvo como objetivo primordial la captura del narcotraficante Fernando Zevallos, que se llevó a cabo el 18 de noviembre de 2005.
Morán mantuvo hasta el 2011 la jefatura del grupo que pasó luego a llamarse la Divinesp, a través de un continuo fortalecimiento..
El 2008, Vicente Álvarez, ‘Bigote’, le ‘encargó’ a Morán la mentoría de dos de sus colaboradores más cercanos: ‘Bica’ y ‘Jhair’. El entonces jefe de la PNP y hoy congresista del fujimorismo, Octavio Salazar, lo enviaba a Moquegua (donde, increíblemente, buscó luego sancionarlo y destruirle la carrera por el ‘moqueguazo’) y él quería evitar que se perdiera a dos oficiales promisorios.
Morán los ‘adoptó’ y destacó a los dos lugares clave: a ‘Bica’, al Huallaga; y a ‘Jhair’ al VRAE. En el Huallaga, ‘Bica’ se sumó a otro oficial con el seudónimo de ‘René’, que ya tenía avances importantes. En el VRAE, en cambio, ‘Jhair’, “arrancó de cero”, como recuerda un antiguo jefe suyo.
Cuando el general PNP Miguel Hidalgo asumió la dirección de la Dirandro, en febrero de 2007, empezaron varios cambios y reformas que tuvieron una importancia decisiva.
Los Estados Unidos se involucraron directamente en la lucha contra los SL del VRAE y el Huallaga; y lo hicieron a través de la dirección antidrogas.
Para justificarlo debieron enfatizar hasta la exageración la vinculación de ambas organizaciones con el narcotráfico y desde entonces el término ‘narcoterrorista’, parte de la arqueología lingüística de la era Reagan, volvió a repetirse como mantra en algunos casos y cacareo en otros más. Era un término conceptualmente absurdo pero jurídicamente conveniente.
En julio de 2010, Estados Unidos anunció una recompensa de hasta 5 millones de dólares por la captura de ‘Artemio’ y otros tantos por la de ‘José’.
Pero lo más importante había sucedido antes. Desde fines de 2007 la embajada de Estados Unidos negoció con la Dirandro y el ministerio Público la instalación y operación de un sistema legal de interceptación, o escuchas, telefónicas. En 2008, los gringos intervinieron a través de la DEA en las operaciones contra ‘Artemio’ y ‘José’.
El 2009 el programa de escuchas, “Constelación”, ya se encontraba en pleno funcionamiento.
Inicialmente se había pensado instalarlo en una sede del ministerio Público, pero finalmente se hizo en un piso completo del edifico de la Dirandro.
La cooperación estadounidense puso condiciones que el Estado peruano aceptó.
Todos los policías que integraban la Divinesp debían ser periódicamente poligrafiados, para prevenir la corrupción. Eso estaba bien, salvo por el hecho de que los polígrafos eran administrados por funcionarios estadounidenses a peruanos. Ningún peruano lo administraba a un estadounidense.
Los comparativamente abundantes fondos de operaciones eran administrados, según fuentes con conocimiento de causa, por la DEA y no por la Dirandro, lo cual tampoco estaba mal, salvo quizá por el hecho de que ello le daba un real control operacional a la DEA.
Uno puede decir que mientras los intereses de ambas naciones fueran coincidentes, la cesión de autoridad podría resultar tolerable. Total, si hasta los mexicanos lo hacen y los colombianos lo practican con entusiasmo, aunque con más maña, ¿por qué no aquí?
Diferente es la actitud de Brasil, donde el concepto de reciprocidad en asuntos de soberanía se toma en serio. ¿Me impones una visa? Te impongo otra también. ¿Me poligrafías? Te poligrafío. ¿No quieres? Entonces yo tampoco quiero.
Claro que Brasil es grande y nosotros no tanto. Pero eso de que el tamaño no importa si se usa bien lo que se tiene, funciona a veces hasta mejor en las relaciones internacionales que en las privadas.
La próxima semana les terminaré de contar la historia de estos entretelones, en medio de cuyos claroscuros e intensas rivalidades internas se organizaron y ejecutaron algunas acciones de notable complejidad y de extraordinaria calidad operativa
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