El desafío de Juan Jiménez
Las reuniones de diálogo del primer ministro deberían tener una agenda clara y concreta
El diálogo entre el Gobierno y las fuerzas políticas sigue en marcha, pero de lo que hemos podido conocer acerca de las conversaciones lideradas por el primer ministro surge una natural duda: ¿cuál es la agenda de medidas concretas que el Gobierno ha llevado a la mesa y para la que con tanta vehemencia busca apoyo?
Según lo que anunció el oficialismo, la finalidad de esta maratón de reuniones era establecer una serie de medidas de consenso que permitieran reforzar la economía peruana ante los primeros efectos de la crisis internacional, afianzar la estrategia de seguridad y mejorar los programas sociales. En buena cuenta, encontrar puntos muy concretos en los que exista un acuerdo con la oposición y que permitan superar dichos problemas.
No obstante, por lo menos por lo que ha salido a la luz, parece que el señor Jiménez no ha llegado a las conversaciones con la oposición con una propuesta alrededor de la cual tratar de articular dicho consenso. Diera la impresión, más bien, que está esperando a ver qué ideas le trae cada fuerza política, a ver si, espontáneamente, existe alguna sincronía entre las mismas que pueda ser aprovechada.
Esta aparente falta de planificación permitiría explicar por qué (según los mismos anuncios de las fuerzas políticas que hasta hoy se han acercado a conversar con el Gobierno) muchas de las ideas discutidas tienen poco que ver con la pretendida finalidad del diálogo.
Lourdes Flores, por ejemplo, precisó, entre otras cosas, que el PPC se había comprometido a ayudar al oficialismo en un cambio de visión política que incluya el regreso al bicameralismo. Por su parte, el presidente de Restauración Nacional, Humberto Lay, destacó que se había conversado sobre la necesidad de una “educación con valores”. A su vez, los dirigentes de Perú Posible dijeron haber discutido la necesidad de establecer la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción, de fortalecer la Unidad de Inteligencia Financiera y de lograr el financiamiento estatal de los partidos políticos.
Sin restarle importancia a los temas mencionados, ¿acaso se trata de medidas concretas y de impacto inmediato para lidiar con los problemas que motivaron el diálogo?
Ojalá que el señor Jiménez no esté tratando de improvisar un baile con sus invitados, cuando de lo que se trataba era de que logren una coreografía que permitiera superar al Perú la serie de baches con la que se ha encontrado. Y no solo porque el primer ministro perdería una buena oportunidad de hacerle un importante bien al país, sino porque perdería también una excelente ocasión de hacerse un bien a sí mismo y al oficialismo. Después de todo, la alicaída aprobación de ambos demanda que el Gobierno evidencie que puede, finalmente y de una buena vez, tomar el timón de la nave.
Por lo demás, el señor Jiménez también debería ser consciente de que la parte más complicada del baile en el que se ha metido recién viene, razón por la cual se vuelve aún más importante que muestre liderazgo y la existencia de una agenda concreta.
Primero, porque todavía no ha logrado sentar en la mesa a sus dos principales fuerzas opositoras, el Apra y el fujimorismo. Y si bien ellas deberían demostrar que están dispuestas a superar la politiquería del momento para enfocarse en el bien del país, hasta ahora han demostrado que no tienen inconveniente en aprovechar las dificultades que la coyuntura le presenta al país para golpear al Gobierno.
Segundo, porque el mismo presidente de la República ha tenido la falta de tino de meterle una pequeña zancadilla al diálogo que el primer ministro intenta propiciar: hace dos días tildó de “soberbios” al señor Alan García y a la señora Keiko Fujimori, al haberse negado ellos a acudir a las reuniones debido a que él no estaría presente.
En fin, esperamos que el señor Jiménez pueda mostrar resultados claros y concretos después de las reuniones, y que esto no se vuelva una simple declaración de buenas intenciones.
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