jueves, 30 de enero de 2014

PELIGRA LA GASTRONOMÍA POR ATENTADOS

Restaurantes en peligro

Por: Mirko Lauer
Gastón Acurio acaba de lanzar una indignada declaración contra el posible avance de la extorsión en el negocio gastronómico. Es la respuesta a un atentado con explosivo contra el restaurante. La cabrera de Barranco, por negarse a pagar el cupo solicitado. No hay noticia de otros establecimientos extorsionados, pero es probable que existan.
Aunque el escenario es igual de grave, para la percepción pública hay un salto entre, por ejemplo, la difundida extorsión-hormiga a los taxistas de las ciudades del norte, y este reclamo de cupos que se está iniciando entre los restaurantes de Lima. Un sector de enorme importancia en el cual Acurio es un indiscutido líder.
En el pasado hemos visto asaltos armados a los comensales y la caja de diversos restaurantes, hechos esporádicos y bastante espaciados. Pero el sistema de cobro de cupos bajo amenaza abre la posibilidad de una criminalidad organizada de otro tipo. Un tipo de delito que prospera cuando los propietarios prefieren pagar antes que rebelarse.
El planteamiento de Acurio es novedoso frente al problema, que lo puede llegar a tocar también a él de manera directa. Si hemos entendido bien, propone una organización ad hoc del vasto sector gastronómico para enfrentar el naciente flagelo. En principio, algo más fácil de hacer entre empresarios que entre taxistas aislados.
Se trata de una forma de criminalidad que, una vez instalada, es difícil de erradicar. La historia de las dos bandas lambayecanas llamadas La gran familia lo confirma. Sigue esta historia de policías, jueces y otras autoridades corrompidas por el delito. Abogados mediante, su desmantelamiento definitivo todavía no es seguro.
El planteamiento de Acurio es positivo, pero es improbable que pueda sustituir el trabajo de policías y jueces honestos. Lo que sí puede es complementarlo, más aún si considera una alianza con otros gremios que padecen del mismo mal. Pero es preciso considerar que el fondo de la cuestión consiste en desarticular bandas y sancionar a sus integrantes.
El caso de La cabrera muestra una vez más que eso que llamamos inseguridad ciudadana es un fenómeno ubicuo, y que equivale a una guerra declarada contra la población. Acurio ha entendido que sin movilización de ciudadanos es prácticamente imposible pelear guerras no convencionales en el espacio social. Nótese que hasta el momento vamos perdiendo.
Cabe por último, saludar al propietario de La cabrera, quien evidentemente se negó a someterse a los extorsionadores. Sin duda esta va a ser una investigación que el público y los medios vamos a seguir muy de cerca. Pues da la impresión de que La cabrera no es el único establecimiento barranquino acosado por delincuentes.

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