Detalles no revelados de cómo se liberalizó la economía en los noventa
Extraordinaria entrevista de Augusto Townsend, editor central de Economía de El Comercio. El relato de los ex funcionarios del Banco Mundial, Armeane M. Chosky y Demetris Papageorgiou, sobre su participación en la estabilización de la economía peruana a inicios de los noventa, tiene una enorme relevancia histórica. Es importante en primer lugar que se reconozca y valore el aporte de quienes participaron en esta auténtica gesta que fue la base sobre la que se construyó nuestro al actual crecimiento que es, sin duda, cimiento de nuestro futuro. El testimonio de estos economistas debiera servir para que evitemos, a toda costa, cometer el mismo error y para que quede claro que el populismo solo engendra pobreza. Las decisiones que se tomaron en ese momento se hicieron, probablemente, porque no quedaba otra y el resultado, salir de la postración en la que nos encontrábamos, fue casi un milagro. Es muy importante saber poner los acontecimientos históricos en perspectiva, así como no pretender negarlos, ni reescribirlos.
Artículo original:
HISTORIA. CÓMO PASAMOS DE PARIA INTERNACIONAL A ECONOMÍA LIBERALIZADA
Dos ex funcionarios del Banco Mundial que participaron en las negociaciones con el Gobierno Peruano para estabilizar la economía a inicios de los noventa, cuentan en exclusiva qué tuvo que hacerse para que el país lograra reinsertarse en los mercados globales.
CRÓNICA DE UNA REINSERCIÓN
Detalles no revelados de cómo se liberalizó la economía en los noventa
Por: Augusto Townsend.
Armeane M. Choksi y Demetris ‘Dimitri’ Papageorgiou son dos completos desconocidos para la inmensa mayoría de peruanos. Sin embargo, se trata de dos ex funcionarios del Banco Mundial que fueron instrumentales a inicios de los noventa para lograr la reinserción del Perú a la economía global, en aquellas épocas en las que éramos un paria internacional.
Ambos estuvieron de visita en Lima hace algunas semanas, y si bien están desde hace mucho tiempo desvinculados del Banco Mundial, accedieron a conversar con Portafolio Economía & Internacional sobre aquellos meses iniciales del primer gobierno de Alberto Fujimori, antes de que se violentara el orden democrático, en los cuales se aplicaron las ambiciosas reformas liberalizadoras que lograron estabilizar la economía del país y sentaron las bases para su crecimiento posterior.
Poco se sabe de cómo se dieron las conversaciones entre el improvisado Gobierno Peruano de ese entonces y los organismos multilaterales para que el Perú volviera a ser sujeto de crédito. Aquí la versión de Choksi y Papageorgiou, quienes enfatizaron que sus declaraciones se hacían a título personal.
¿En qué momento empezaron a trabajar con el Perú?
Armeane M. Choksi (AC): Al inicio del gobierno de Fujimori, cuando [Juan Carlos] Hurtado Miller era ministro de Economía. El Banco Mundial (BM) ya trabajaba con el país, pero hablo del momento en que mi departamento se hizo responsable del caso peruano. Fue ahí cuando Dimitri y yo, y también Ricardo Lago, nos involucramos muy de cerca. El Gobierno Peruano quería reanudar el pago de intereses al banco y nosotros nos preguntábamos cómo podríamos reintegrarlos al sistema financiero internacional si lo hacían. La complicación era que no podíamos prestarle hasta que pagaran toda la deuda atrasada, que en ese momento ascendía a...
Demetris Papageorgiou (DP): Unos US$200 o US$300 millones. Alan García había dejado de pagar como cuatro años, así que estaban completamente al margen de los mercados financieros.
AC: Empezamos entonces una serie de discusiones con Hurtado Miller y luego con Carlos Boloña que se enfocaron en dos temas: qué tipo de reformas se comprometía a implementar el Perú para que la economía saliera del hoyo y qué mecanismos podíamos desarrollar nosotros en el BM para solucionar el problema de los atrasos. Como decía, nosotros no podíamos prestarle al Perú hasta que nos pagara, y el Perú no tenía dinero para pagarnos. Lo que hicimos fue convencer al G7 y conseguimos que diera fondos que irían directamente a pagarnos, de modo que el BM reanudaría los préstamos al Perú y este le pagaría, a su vez, al G7. Fue una aproximación muy controversial en su momento y nos costó mucho conseguir la aprobación de nuestro directorio.
¿Quién presidía el BM en ese entonces?
AC: Lewis Preston. Como usted sabe, la burocracia del BM se mueve lentamente en condiciones normales, y esta era una situación muy inusual. Pero lo que permitió que se avanzara fue el tipo de reformas que el Perú estuvo dispuesto a implementar y que nosotros estábamos dispuestos a apoyar. Estas contemplaban una estabilización macroeconómica, una liberalización transversal del comercio, la desregulación de los mercados, la liberalización financiera, la privatización de empresas estatales, es decir, convertir a la economía peruana en una verdaderamente libre. Un cambio de 180 grados, así de grande fue. Y no fue algo de “hagámoslo paso a paso”, que es lo que muchos gobiernos harían. El Gobierno Peruano decidió no solo que iría adelante con las reformas, sino que lo haría rápido.
¿Quién era la voz convencida dentro del gobierno?
AC: Cuando discutíamos de cerca con Carlos Boloña, tendría que decir que fue Jaime Yoshiyama. Ambos fueron claves en impulsar el proceso. De mi primera reunión con Yoshiyama salí pensando: “¿Está hablando en serio este señor o solo nos está diciendo lo que queremos oír?”. Esto último nos pasaba a menudo, pero la prueba de que sí hablaban en serio fue que implementaron las reformas muy rápido. Así que pusimos a disposición del Perú tres préstamos simultáneamente: uno para la liberalización del comercio, otro para la liberalización financiera y uno más para la estabilización macroeconómica. En total sumaron US$1.300 millones y el acuerdo que tuvimos con el gobierno fue que los ayudaríamos con todas las reformas. Les dijimos que someteríamos estos préstamos a la aprobación de nuestro directorio una vez que implementaran la gran mayoría del programa. No queríamos decirle al directorio que eran promesas de reforma. Queríamos ver primero los resultados.
DP: Desde el momento en que acordamos el plan, pusimos como plazo que las cosas tenían que estar listas para diciembre de 1991. Si las reformas se hacían, lo llevaríamos al directorio. Esto era similar a lo que el Fondo Monetario Internacional (FMI) había hecho, pero nosotros no podíamos hacer nada sin permiso de nuestro directorio mientras que el FMI sí. Debo haber escrito el mismo papel 100 veces para convencerlos.
¿Cómo hicieron para persuadirlos si el gobierno de Fujimori no tenía el respaldo de un partido sólido y era, más bien, un improvisado en la política?
AC: Es cierto, y recordemos también que cuando Fujimori hizo campaña, lo hizo con un programa heterodoxo. Sus asesores eran muy heterodoxos, entre ellos, Danny Schydlowsky. Así que cuando empezamos a negociar estábamos muy escépticos. Pero Boloña, Hurtado Miller y Yoshiyama, todos construyeron credibilidad frente a nosotros. No puedo opinar sobre la dinámica interna de la política, pero sí puedo decir que hubo coincidencia casi absoluta entre lo que el Gobierno Peruano dijo que iba a hacer, lo que el sector empresarial creía que debía hacerse y lo que nosotros esperábamos que se hiciera. DP: Yo discrepo un poco con eso. La gran mayoría del sector privado estaba en contra de las reformas. Solo unos cuantos estaban de acuerdo. La mayoría de la población tampoco lo estaba. AC: De acuerdo, pero al menos entre nosotros y el gobierno hubo un alineamiento casi total. Ellos eran los principales convencidos de que había que hacer las reformas y nosotros jugamos, más bien, un rol de apoyo.
¿Quién fue entonces el autor intelectual de las reformas?
DP: Diría que fue una mezcla. La primera vez que nos preguntaron qué debía hacer el Perú para reinsertarse en la economía global, mencionamos algunas áreas donde se necesitaban cambios importantes, pero no pusimos números. Sin embargo, cuando Boloña fue a Washington lanzó unas metas que no esperábamos por lo ambiciosas. Debo decir, por otro lado, que el Banco de la Nación fue un gran obstáculo. Boloña logró eliminar unos cinco o seis bancos de desarrollo que había, pero no pudo hacerlo con el Banco de la Nación. Fuera de esto, la mayoría de las reformas fue propuesta por el gobierno.
AC: En efecto, el gobierno puso las metas y nosotros las discutimos extensamente con ellos. Pero siempre estuvieron en el asiento del piloto. Y debo reconocer que en muchos casos me sorprendieron con las cosas que estaban dispuestos a hacer. Ciertamente no era mi intención detenerlos, sino asegurarles que estaríamos detrás de ellos apoyando
Deme un ejemplo.
AC: En liberalización del comercio. Otros países con los que habíamos trabajado que tenían aranceles altísimos nos decían que los bajarían de 80% a 30%, y luego a 20% y a 10% en un período de 5 a 7 años. Pero aquí se hizo de golpe y de manera transversal. Roberto Abusada nos comentó que el promedio de arancel hoy en el Perú es de 1,3%, lo cual es extraordinario. Recuerdo que muchos de los asesores originales de Fujimori eran lo que en la academia se conoce como gradualistas. Pero el gobierno adoptó una terapia de ‘shock’, como había propuesto Mario Vargas Llosa.
DP: De hecho, mucha de la gente que asesoraba a Vargas Llosa se pasó al gobierno de Fujimori. Uno al que Armeane y yo conocíamos muy bien, porque era un colega nuestro en el BM, fue Richard Webb, y a través de él, a Roberto Abusada, quien podríamos decir que fue el padre de la liberalización del comercio.
¿Por qué creen que se mantuvieron las reformas?
AC: Los países que suelen reformarse a este nivel son los que están entre la espada y la pared. Reforman, pero después de cierto tiempo regresan a sus malos hábitos de siempre. Ese no fue el caso aquí. Fue más parecido al caso chileno, que era un modelo a seguir.
DP: Pero en Chile, al menos en lo que se refiere a la liberalización del comercio, las cosas fueron más graduales. En un estudio que Armeane y yo hicimos sobre la región, descubrimos que los esfuerzos de liberalización más exitosos fueron los que se hicieron rápido.
¿Y qué pasó con los asesores heterodoxos originales?
DP: Yo me encontré con Danny [Schydlowsky] en Washington en esa época. Es muy amable y una gran persona, pero nunca entendí lo que quería decir en términos económicos.
AC: Simplemente desaparecieron. Muchos de ellos creían que los cambios no serían exitosos. Tenían una visión del mundo fundamentalmente distinta. Estas eran iniciativas muy ambiciosas y en algunos casos, como en materia de privatización, querían aprender más sobre el asunto. Así que hicimos una conferencia con expertos en privatizaciones de Inglaterra, Nueva Zelanda, Chile, etc., en el Hotel Pueblo [en ese entonces] de Pepe Picasso. Yo tuve algunas diferencias con un gobernador del Banco Central de Reserva (BCR), quien estaba impaciente con nosotros por el proceso de deuda que mencioné al inicio, y amenazó varias veces con suspender los pagos de intereses si no nos apurábamos por el otro lado.
¿Qué hicieron entonces?
DP: La responsabilidad del pago de los intereses fue retirada del BCR y puesta en manos del Banco de la Nación. Alfredo Jalilie, quien estaba a cargo, tenía una enorme presión encima. Había que pagarle a las multilaterales mientras que la gente se moría de hambre en la calles. Era perfectamente entendible así que estuvimos dispuestos a aceptar cierta flexibilidad para evitar las protestas. Por ello, en ocasiones el pago de los intereses podía llegar meses tarde. En una conversación con Yoshiyama le pregunté si en algún momento tuvo dudas de que todo funcionaría, y me dijo que sí. En 1991 hubo una presión tremenda de los exportadores para devaluar. Yo en ese momento pensé que si lo hacían, se acababa el juego, porque la devaluación no tendría fin y se echaría a andar la ‘maquinita’. Cualquier otro grupo de interés diría que si favorecieron a uno, debían hacerlo con todos. Y esa presión se mantuvo porque hubo que esperar tres años para ver la primera cifra de crecimiento.
Mucha gente en el Perú piensa que lo que el gobierno de Fujimori hizo en materia económica y de seguridad no justifica la violación del orden democrático y del Estado de derecho. ¿Cómo lo vieron ustedes?
AC: Nuestro involucramiento fue solo en la parte económica, así que la única opinión que puedo y debo dar al respecto es que las reformas económicas fueron excelentes. El aspecto político es algo que prefiero dejar a juicio de los peruanos.
DP: No olvidemos que Armeane dejó el Perú en 1992 y yo en 1993, así que mucho pasó después de eso.
Les repregunto: ¿Era necesario que el gobierno deviniera en autoritario para implementar ese tipo de reformas económicas?
AC: Es una buena pregunta y ciertamente era un asunto delicado para el BM. Al menos en el pasado, el BM trató siempre de mantenerse al margen del tema político. Le prestábamos a países que creían en el libre mercado y también a los socialistas y comunistas. Pero hubo muchas discusiones y yo personalmente recibí presión de otros países latinoamericanos que me decían que había que suspender todas las operaciones en el Perú. Lo discutimos internamente y creo que el BM tomó la decisión correcta de no involucrarse en el tema político. Pero volviendo a tu pregunta de si es necesario el autoritarismo para las reformas, hay mucha discusión sobre esto en la academia, por ejemplo, en torno a si la liberalización económica debe venir primero y la política después o al revés. Las opiniones están divididas. En Europa del Este ocurrieron a la vez, con resultados positivos en algunos casos, como Polonia, y negativos en otros. Pero mi respuesta es no. No se necesita un régimen autoritario para implementar reformas. En los países de América Latina que tuvieron éxito con las reformas se dio además una transición intelectual que permitió que sucesivos gobiernos con distintas posiciones políticas las mantuvieran. Fue el caso de Chile y también el de Perú.
¿Creen que esa transición intelectual ha ido más allá de las élites?
AC: Una vez que adoptas estas reformas, creas una nueva clase media que tiene un interés de parte en preservar el sistema. Sé que hay mucha disparidad de ingresos en este país, pero los pobres han mejorado mucho más rápido que los demás. Lo que la gente no entiende es que la liberalización económica no beneficia solo a los ricos y a la clase media, sino que favorece tremendamente a los pobres. Y lo otro que no se entiende es que la inflación es un gran impuesto que golpea más a los pobres que a los ricos.
DP: Cuando un país crece como ha crecido el Perú, hay dos grupos que se benefician principalmente. El primero es de las personas con destrezas especiales, cuyo talento es escaso. El otro es la gente de bajos ingresos. Puede que sus ingresos aún no sean muy altos, pero son mucho mayores que antes. Quienes dicen cosas como que un empresario obtuvo US$100 millones a expensas de los pobres no se están fijando en que el beneficio del pobre crece a un ritmo mucho mayor.
¿Qué otros paradigmas hace falta superar?
AC: Por ejemplo, que uno no hace ricos a los pobres haciendo pobres a los ricos. Todos tienen que subir. Debe entenderse que el crecimiento es una fuerza importantísima para el alivio de la pobreza. Lo hemos visto en China y en India, y, por supuesto, también en el Perú.
DP: Y es claro, además, que las políticas sociales que pueda implementar un gobierno no son independientes del crecimiento económico. Dependen de que haya crecimiento.