jueves, 2 de enero de 2014

INMORTALIDAD ANTES DE MORIR

Cuando Abimael Guzmán cayó preso, por acción de la brigada policial que lo venía siguiendo, fue llevado a las instalaciones de la avenida España, donde pasó la primera noche. En la mañana siguiente, se le trajo un café humeante y dos panes franceses con queso fresco que el detenido rechazó, y pidió que lo atendieran con leche chocolatada y dos chancayes.
Cuando escribí sobre ese acontecimiento, destaqué lo blandengue y comodón que era este disociador y puse como ejemplo contrario a Nelson Mandela, quien, como opositor del apartheid, había sufrido 27 años de prisión sin quejarse de un solo retortijón. Hoy, después de enterarme de que en las redes sociales algunos desadaptados se habían atrevido a comparar a Alberto Fujimori con el ilustre fallecido, deseo extender a este la comparación que hice con Guzmán, y pido a ‘Madiba’ me disculpe por someterlo a parangones vergonzosos.
Mandela tuvo el privilegio, ganado a pulso, de haber conseguido la inmortalidad mucho antes de su fallecimiento. Resulta muy difícil imaginar los extremos, perfectamente reglamentados, a que los bóers llevaron la segregación, como parte de la vida en Sudáfrica. Quiero citar a James Michener: “La madre de una alumna sentía desagrado por la profesora de su hija. En su afán de alejarla de la escuela, encargó a un individuo que efectuase una búsqueda genealógica en los registros civiles y, como consecuencia de ella, la profesora de aspecto ario resultó tener una bisabuela de color, lo que le valió ser trasladada a una escuela pública para niños negros”. Si algún individuo de piel oscura caminaba por un sector de Johannesburgo que no le correspondía, debía portar una autorización policial para transitar por dichas calles. Generalmente se trataba de documentos que acreditasen que iba a realizar trabajos de fontanería, jardinería, electricidad o similares, bajo riesgo de pernoctar en los calabozos de la policía.
“Madiba” es el nombre que le había dado la familia y el círculo íntimo de amigos, se le otorga a los viejos de prestigio que se han ganado el cariño del pueblo, pero fue trascendiendo y quienes le tuvimos admiración nos hemos apropiado de ese nick sin autorización de nadie y sin que esa libertad signifique una frescura.
La reseña que estoy haciendo de su persona no pasa de ser una síntesis simplona de su grandeza de espíritu, los líderes de la humanidad han reconocido su valor en búsqueda de una sociedad libre y seguirán haciéndolo. Fue, ciertamente, acreedor del Premio Nobel de la Paz y presidente de su país, pero ambos merecimientos resultan insuficientes para medir su estatura moral.
Murió a los 95 años, como consecuencia de una grave pulmonía que lo venía afectando en los últimos meses, no sabremos si fue secuela de la tuberculosis que contrajo durante los años de cautiverio, en los que se vio obligado a realizar trabajos forzados. En un hospital de Johannesburgo se encontraba atendido por 22 médicos, no se podía esperar otra respuesta de un pueblo que valorizaba el monumento histórico que compartía la vida con ellos, a pesar de que inicialmente hubo detractores que deseaban el enfrentamiento racial total. Todavía existen quienes señalan que el dinero sudafricano quedó, injustamente, en manos de los blancos.
‘Madiba’, descansa en paz y ruega por nosotros, que tanto necesitamos de un conductor que tenga atisbos, tanto de tu tolerancia como de tu grandeza.

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