Alan García, poeta

Una explicación para un poema inexplicable

Llevo ya un buen rato, desde que lo leí por primera vez, tratando de esbozar un acercamiento crítico al poema con que el señor Alan García engalana hoy las páginas de El Comercio. Tengo una cierta experiencia en estas lides, y por lo general una primera mirada a un texto basta para sugerir una aproximación de lectura. Ese no ha sido el caso hoy. Han pasado las horas y apenas si salgo de mi desconcierto. No creo que esa haya sido la intención del autor, que de vanguardista no tiene mucho que digamos, pero leer su texto (dedicado a la Batalla de San Juan, un 13 de enero durante la Guerra con Chile) me ha dejado más que perplejo.
Creo entender que para el poeta García la ciudad de Lima es una vaca (también, a ratos, una ballena), y que el Morro es un toro de sal. La vaca está preñada; el toro, es decir el morro, es el papá (el recatado poeta ha decidido privarnos de la escena de su apareamiento, que queda a la imaginación).
Intuyo también que el ejército chileno es, en esta laboriosa metáfora, el torero. Aunque mata a cañonazos, lleva puñal en vez de espada. Y también una puntilla con la que da, me parece, la estocada final. Y tiembla el ande, porque el ande siempre tiembla en este tipo de literatura.
Los versos finales del poema sugieren una suerte de abandono teológico ("¡Haz señor tu voluntad!") y la esperanza de un renacimiento. Pero quien renace ahí no es el toro, es decir el morro, ni la vaca, es decir la ciudad. Tampoco el vástago que habían engendrado, del que no volvemos a saber. Renace, nos dice García, el mar. Punto final.
¿Qué decir al respecto? Poco, la verdad. Este poema, más que crítica literaria, reclama psicoanálisis. El poema es tan malo que parece una broma. (Tan malo, de hecho, que no dudo de su autenticidad: hasta en los prosaicos pasillos del local de Alfonso Ugarte ha de ser posible encontrar alguien que lo haga mejor, para que el jefe firme).
Pero es que el punto no es ese. El punto es que García ha querido publicarlo ahora, y El Comercio (más específicamente, el suplemento dominical que dirige Martha Meier Miró Quesada para su pasquín familiar) lo han acompañado por sus propias razones en el despropósito.
Publicarlo ahora, digo: a pocos días del fallo de la Haya. Hace rato que el poeta García viene tratando de posicionarse como el antichileno por excelencia en el escenario nacional y recuperar la autoría del proceso que llevó a ambos países a la Corte Internacional de Justicia. Este poema es parte de esa campaña de agitación chauvinista, embanderamientos a deshora y promoción del rencor. Una parte ridícula, por decir lo menos, pero parte al fin.
Que no tenga empacho en publicarlo es síntoma de una inconmensurable egolatría, lo cual no es novedad. Cosa más seria es que el Dominical lo haya acogido. Otra prueba , por si hiciera falta, de lo abismal de su caída en el pantano de la politiquería nacional.
Que El Comercio y Martha Meier hayan decidido jugar todas sus cartas a favor de García en vistas al 2016, dada la confluencia de sus intereses con los del líder aprista, es una cosa. Y otra, que debería ser distinta, es que publiquen semejante sandez. Esto último revela no sólo un tremendo desprecio por sus lectores, sino también uno -quizá más profundo todavía- por sus propias páginas, a las que no han dudado en ensuciar con este texto que, para decirlo en términos elegantes, es una completa caca.
Y cuando los dueños de un periódico le pierden el respeto a sus páginas , los lectores sabemos que su problema ya no tiene solución, o por lo menos no la tendrá hasta que se vayan y sean reemplazados por alguien más sensato.