EL APRA Y LA DEBACLE DE LA
UNIVERSIDAD PERUANA
Escribe:
Gerardo Alcántara Salazar
Doctor de la Universidad de Buenos Aires, Área
Ciencias Sociales
Hace alrededor
de un siglo, en 1918, la juventud universitaria de América Latina fue sacudida
por la Reforma Universitaria, también conocida como Grito de Córdoba, una
esperanza renovadora que consolidó el perfil de las universidades peruanas como
adversarias de la ciencia y la tecnología. Entre los líderes más destacados
figura un peruano, Víctor Raúl Haya de la Torre, quien seis años después, en Méjico,
el año 1924, fundó la Alianza Popular Revolucionaria Americana, APRA, partido
político de orientación anarquista, que al revés de lo que suponía terminó
consolidando la educación de perfil preindustrial.
Para transitar del feudalismo y
la barbarie al desarrollo, debe fomentarse y de manera intensiva un modelo
económico cuyas premisas sean la ciencia y tecnología. Pero no es eso lo que plantea
el APRA, sino todo lo contrario, el rechazo a la actividad científica en las
universidades, en las que a cambio debe fomentarse sin reservas el fervor
político, el tumulto, la agitación.
En ese contexto, incluyendo la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la más antigua de las américas, formarían
profesionales de raigambre preindustrial, con préstamos de conocimientos, sin
reparar cuán nuevos o viejos sean, pero sin la intención de participar en la
investigación científica, tecnológica y humanística; y, por tanto, sin participar
en la producción de conocimientos, sin innovación, consolidando universidades,
absolutamente dependientes y hasta neocoloniales, pese a peroratas, himnos, declaraciones,
gestos teatrales, marchas, gritos y vivas en contra. Sin ciencia, la economía y
la sociedad solamente dependerán de las fuerzas naturales, de la energía física
de animales y humanos, con escaza productividad, con pobreza y trabajo humano
en condiciones deprimentes.
“En los otros países y en las otras razas ─escribió
Antenor Orrego, líder histórico del APRA, con aire de heroísmo─ el aula es,
principalmente, docencia científica, preparación técnica o capacitación
profesional…” Orrego no está de acuerdo con ese modelo de universidad y agrega:
“pero el aula latinoamericana es, ante todo, y, sobre todo, docencia civil,
escuela de ciudadanía. Este es su carácter fundamental y el que da la tónica de
la Universidad”.
Orrego
encuentra total incompatibilidad entre universidad y producción de ciencia y tecnología.
Considera que ambos quehaceres son radicalmente irreconciliables y propone la “penetración
de la inquietud y del tumulto cívico en el claustro”. El “tumulto”, el
zafarrancho, el escándalo, la cachiporra, el vandalismo que se puso de moda en
el Perú durante el siglo XX y que aunque atenuada se proyecta hasta hoy. Orrego
─líder histórico del APRA─ pregunta si reemplazar la ciencia y la técnica por
el tumulto: “¿es una desviación de los fines y de la docencia universitaria?”, y
se contesta: “Los conflictos y los rozamientos que se producen casi a diario en
las universidades latinoamericanas se deben, exclusivamente, a esta divergencia
fundamental de criterio entre profesorado y alumnado” (Orrego, 1968, p. 110). Con el devenir del tiempo, el APRA,
formaría catedráticos totalmente compatibles con su credo partidario, opuestos
programáticamente a la producción científica y tecnológica y eso determinaría
el destino de las universidades peruanas durante el siglo XX, con proyección
indefinida.
El vandalismo que luego se apoderó de las
universidades peruanas, reforzando su carácter tercermundista, está aquí plenamente
justificado por el vocero aprista, evitando que Perú tuviese universidades
modernas acorde a las exigencias de la historia y más bien anclándolas en la
precariedad y la anomia.
Se ha sostenido que el APRA,
el partido fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre, propugnaba la superación
del feudalismo y de la aristocracia feudal. En realidad, coincide
absolutamente con Alejandro Deustua, el pensador más oligárquico que haya
tenido Perú, quien en 1904 escribió que la educación debería servir para cualquier
otro propósito menos para fomentar ciencia y tecnología, y por tanto debería
estar totalmente desvinculada del desarrollo industrial, inexistente en Perú,
lo cual obviamente ─pese a cualquier declaración explícita en contra─ implicaba
sostener el régimen feudal, vinculada a la producción agropecuaria, dependiente
de la energía física de siervos y animales, contexto en el cual la ciencia y la
tecnología constituyen una arremetida en contra.
Sin ciencia y sin tecnología las
actividades agropecuarias imperantes a lo largo y ancho del Perú, a principios
del siglo XX, debían sostenerse exclusivamente mediante la energía física de
seres humanos analfabetos y de los animales. La ciencia aplicada, convertida en
tecnología, en máquina, multiplica la productividad, permitiendo que los
trabajadores fueran sustituyendo el derroche extenuante de energía muscular por
la inyección de energía mental. Productividad y humanización van de la mano. Oponerse
a la ciencia y la tecnología es auspiciar la continuidad de un modo de
producción arcaico, en la que se combinan ignorancia, baja productividad, deshumanización,
precariedad total.
La Reforma Universitaria trae propuestas interesantes
pero a la vez ambiguas, porque va a depender del uso que de ellas se haga.
Propone, por ejemplo, el co gobierno. Una vez establecida oficialmente en el
Perú a partir de la década de 1960, un tercio de quienes deciden quién será
rector, vice rector o decano es el tercio estudiantil, nombre que deviene de la
circunstancia de que del total de quienes administran y eligen a las
autoridades de la universidad son estudiantes, en proporción de una tercera
parte del total de sus miembros. Su origen tiene una visión romántica, muy
idealista de la juventud, como si estuviese cubierta por un halo de santidad,
de solidaridad, de total desinterés privado. Mariátegui creía que la
representación de los estudiantes en la toma de decisiones de la universidad
sería utópica, porque siempre los dos tercios de catedráticos se impondrían a
un tercio de estudiantes. La realidad demostró algo muy diferente. Los estudiantes
resultaron ser casi siempre más audaces, unidos monolíticamente se convirtieron
en factor dirimente y resultan ser ellos quienes utilizan a catedráticos
oportunistas y finalmente ellos gobiernan la universidad.
En Perú la Reforma Universitaria se encontró con la
precariedad intelectual y la anomia, reforzándola hasta casi convertirla en
inalterable. En otros países las consecuencias han sido diferentes.
La reforma universitaria en Latinoamérica fue una
iniciativa de los estudiantes argentinos, aquellos hijos de las incontenibles
oleadas migratorias procedentes de la Europa heredera de la Ilustración o Siglo
de las luces, coherente con un mundo que rescataba el valor de la razón, afín a
la naciente burguesía, que quedaron estupefactos ante el predominio del
espíritu oligárquico feudal en las universidades latinoamericanas.
Si bien el denominado “Grito de Córdoba” se inició en
la Universidad de Córdoba, Argentina, aquella universidad no exhibe los pergaminos
de otra universidad de aquel país, la Universidad de Buenos Aires (UBA), de la
que egresaron cuatro de las cinco excelencias argentinas galardonadas con el
Premio Nobel. En 1936, el Dr. Carlos Saavedra Lamas ─ex Rector de la
Universidad de Buenos Aires─, fue el primero de los laureados, en este caso con
el Premio Nobel de la Paz, seguido del Dr. Bernardo Alberto Houssay, Premio
Nobel de Medicina en 1947, eminente médico y catedrático de la Universidad de
Buenos Aires. Luis Federico Leloir, bioquímico que estudió en
la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA) ─y cuya
tesis doctoral la dirigió el Dr. Bernardo A. Houssay─, recibió el Premio Nobel de Química en 1970.
Finalmente, tenemos al Dr. César
Milstein, quien nació en 1927, ingresó en
1942 a la Universidad de Buenos Aires (UBA) para
estudiar Ciencias Químicas en la Facultad de Ciencias Exactas y
Naturales y fue consagrado como Premio Nobel de Medicina en 1984. De Adolfo
Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz 1980, se sabe que es pintor y escultor,
formado en instituciones académicas no universitarias.
Pero en Perú los resultados son
totalmente inversos. El APRA da excelentes muestras de fomentar tumultos en la
Universidad Federico Villarreal, creada durante la década de los sesenta, con
fines proselitistas. Sería quimérico suponer que de esa universidad y teniendo
esa militancia surja algún científico galardonado con el Nobel. Porque para el APRA, tal como claramente lo
expone Antenor Orrego, lo que substancial es el tumulto, la ciencia y la técnica carecen de toda importancia; aún
más, son despreciables.
Los apristas sacan ventaja
milimétrica de otras dos prédicas de la Reforma: el Derecho de tacha y la Cátedra paralela, tomadas como pretexto para
expulsar a los catedráticos amantes de la ciencia.
Es imposible encontrar alguna
universidad vinculada al partido aprista que sea modelo de investigación
académica, como que asimismo sería un milagro encontrar entre los militantes
apristas un auténtico sabio matemático, biólogo, economista o un escritor,
aunque en el Perú del siglo XX tuvo en Luis Alberto Sánchez a un erudito, pero
limitado a memorizar nombres y fechas, jamás a un creador en Literatura,
carrera que él había elegido, aunque habilidad política no le faltó, fue tres
veces rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, senador y vice
presidente de la república. Publicó decenas de libros, pero con toda seguridad,
ninguno con la trascendencia de un Bryce Echenique, ni menos con la genialidad de
Mario Vargas
Llosa. Una vez fallecido, nadie ni siquiera su partido, el APRA, se interesa por
publicarlos, por obvias razones: La retórica no es argumento, y si no fue un
creativo en literatura, carece de total importancia.
Se regodeaba sumergido en la elocuencia,
creatividad cero, como muy bien me explicó uno de los miembros del jurado
cuando se compartió el Premio Nacional de Literatura entre Luis Alberto Sánchez
y los poetas Emilio Adolfo Westfalen y Mario Florián. Me expuso que más bien
habían condescendido con la opinión pública, porque el premio era para
creadores y Luis Alberto Sánchez como creador solamente había escrito una
novela, El pecado de olazábal, absolutamente
intrascendente. ¿O cuál de las tantas editoriales que lanzan a las mejores
obras de novela se obsesiona por publicarla?
Sánchez,
el erudito, estaba de acuerdo con el tumulto y la violencia desatada en las universidades, en su disputa con la
izquierda. Las universidades peruanas quedaron condenadas a mantener el bajo
perfil que ahora tienen, no solamente en el contexto mundial, sino también
latinoamericano. Desechada la ciencia y la gran docencia como atributos
centrales de la universidad, esta quedó convertida en campo de batalla
(“tumulto”) a cargo de estudiantes vitalicios que hacen historia por haber
muerto en la indigencia o sobrevivir en la cátedra, practicando los eternos
valores del aprismo: La anti ciencia. Después de todo, así fue como miles de apristas
se aseguraron un empleo.
Ese fue el destino de la masa aprista.
Pero Haya de la Torre tuvo sus elegidos, alguno de los cuales ganaría la
presidencia del Perú, utilizando a esas decenas de miles de “estudiantes
eternos” de todas las generaciones y, en cambio él les aseguraría “pan con libertad”,
para ellos y su prole. El más exitoso de estos elegidos es Alan García, quien
jamás fue “estudiante eterno”, sino que por el contrario realizó una carrera
meteórica como estudiante y como político, de modo que antes de los treinta
años tenía título profesional, doctorados en sociología y derecho, alcanzó a
ser elegido miembro del Congreso Constituyente que organizó Francisco Morales
Bermúdez, cuando los militares aceptaron terminar su dictadora de doce años. A
los veinte y nueve años era diputado, secretario de organización de su partido
casi a dedicación exclusiva, financiado por el congreso, de tal manera que en
las elecciones de 1985, a los treinta y cinco años de edad, dejando de lado a
los líderes históricos del APRA, fue elegido candidato y presidente de la
república, llevando a cabo el más diabólico y catastrófico gobierno “heterodoxo”.
Habiendo
gobernado dos veces el Perú, Alan García Pérez, demuestra ser fiel a la
consigna planteada desde sus orígenes por el APRA: “En los otros países y en las otras
razas el aula es, principalmente, docencia científica, preparación técnica o
capacitación profesional, pero el aula latinoamericana es, ante todo, y, sobre
todo, docencia civil, escuela de ciudadanía. Este es su carácter fundamental y
el que da la tónica de la Universidad. Esta penetración de la inquietud y del
tumulto cívico en el claustro, ¿es una desviación de los fines y de la docencia
universitaria?”
Para el APRA, la universidad debe
estar penetrada de inquietud y de tumulto cívico: violencia, lanzar carpetas
desde los techos, utilizar petardos, bombas caseras, quemar vehículos de transporte
público, abuchear a los catedráticos más calificados, patearlos, expulsarlos y
repletar de activistas, con título o sin él en las aulas, para que continúen
con la práctica del disturbio. Se estableció una nueva meritocracia: más valor
tiene el revoltoso que el científico y la universidad no es para científicos
sino para revoltosos, expertos en organizar disturbios. Las universidades vinculadas
al APRA, como la Federico Villareal, si
hacen noticia es por las revueltas, por los escándalos, por las disputas del
poder interno, pero sobre todo por la existencia de mafias que controlan los
exámenes de admisión de estudiantes y por la venta de títulos y doctorados en
el extranjero, temas que denuncian permanentemente los medios de comunicación.
En la gran mayoría de las universidades vinculadas al APRA se practica el
proselitismo y quienes mejor contribuyan a ganar elecciones y fortalecer al
partido tendrán siempre su recompensa. Así funciona la meritocracia aprista.
Quienes trabajan en los ministerios comentan que cada vez que gobernó Alan
García creció desmesuradamente el estado y las dependencias públicas quedan
repletas de militantes de ese partido.
Quien quiera evaluar el estándar de
la Universidad Federico Villarreal, fácticamente patrimonio privado del APRA,
consúltese el ranking que desee, nacional o internacional, mientras que otra
universidad contemporánea que solamente forma médicos y que se desprendió de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, huyendo de la politiquería, es la
mejor posicionada según Scimago. La Universidad Peruana Cayetano Heredia
desprendida de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Universidad
nacional Federico Villarreal son contemporáneas. Pero la Universidad Nacional Villarreal
es muy grande y voluminosa en comparación con la universidad Cayetano Heredia.
Ambas se crearon como consecuencia de la institucionalización del co gobierno y
de la sedición en San Marcos, pero con fines opuestos. Por eso si alguien
comenta de alguna propuesta para que Alan García impulse alguna universidad que
sea modelo en ciencia y tecnología, podría tratarse de un tonto o de un astuto
calculador que espera que Alan García gane las próximas elecciones y lo nombre
Ministro de Educación.
Antenor Orrego, escribió: “Hagamos, primero, países justos para
hacernos, luego, países sabios.
¿Cuándo llegará el momento de hacer algo porque Perú sea país de sabios? Esta prédica va a cumplir un siglo,
¿habrá que esperar quinientos años más?
Antenor Orrego, líder histórico de
APRA, lanza un diatriba contra los
catedráticos que quisieran formar sabios: “Son
los egoístas de su ciencia y de su especialidad que quisieran plasmar sabios,
pero sabios esclavos y sumisos a los despotismos; sabios con las vértebras lo
suficientemente elásticas para inclinarse, fácilmente, ante el poder y reclamar
su pitanza vergonzante.
APORTE
APRISTA A LA DEBACLE UNIVERSITARIA PERUANA
Como los apristas co gobernaron el
Perú con Manuel Prado Ugarteche entre 1956 y 1962, la izquierda tuvo argumentos
para combatir al APRA como partido pro oligárquico. En ese contexto, San Marcos
que había sido bastión aprista se convirtió en fortín de la denomina izquierda.
Durante el gobierno apro-pradista se aprobó la Ley Universitaria 13417, que legaliza la Reforma
Universitaria y por tanto el Cogobierno, la
participación con voz y voto de un tercio del total de miembros delos órganos
de gobierno, incluyendo la elección de rector, vicerrector, decanos y cuanta
autoridad intermedia exista.
Esta decisión significó oficializar el motín, la razón
de la fuerza, del que más enérgico grita, del que intimida mejor, para elegir
autoridades, nombrar y destituir autoridades y catedráticos, siempre bajo
presuntos ideales mesiánicos. Fue entonces que los más ilustres catedráticos de
la Facultad de Medicina, aquella extraordinaria estirpe de médicos de San
Fernando, dejaron San Marcos, precisamente en la década de 1960 y fundaron la
Universidad Peruana Cayetano Heredia, la cual a pesar de su juventud y del
pequeño volumen de profesores y alumnos supera ampliamente a la mega
universidad que es la Universidad Nacional Federico Villarreal; y no porque la
Universidad Cayetano Heredia (puesto 95 en el ranking latinoamericano, según
Scimago) Heredia sea algo así como universidad sumun plus ultra, sino porque la universidad Nacional Federico
Villarreal parece inexistente.
El partido fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre,
líder peruano más representativo de la Reforma Universitaria, decidió que
habiendo perdido la hegemonía en San Marcos tendrían una universidad paralela;
y así fue como nació la Universidad Nacional Federico Villarreal, cuyo historial
está signado por la cachiporra, escándalos en los exámenes de admisión, venta
de grados y títulos dentro y fuera del
país, entre otras cosas, como a lo largo de sus 50 años de existencia lo vienen
denunciando los medios de prensa.
“Cuando se habla de la influencia del Aprismo —sostiene Nicéforo Espinoza—
en el campo universitario, no se puede negar la obra fecunda de Víctor Raúl
Haya de la Torre, jefe y fundador del Partido Aprista y protagonista de la
Reforma Universitaria. En efecto, como líder estudiantil y Presidente de la
Federación de Estudiantes, fue conductor del movimiento universitario que,
inspirado en el ‘Grito de Córdoba’, luchó incansablemente por la reforma de los
principios, los métodos y la orientación de la Universidad, así como por la
conquista de los derechos de los estudiantes de participar en el gobierno de la
universidad y en la tacha de los
profesores mediocres e inmorales” (Espinoza, p 210).
Después de todo la Reforma solamente plantea cuestiones políticas. La totalidad
de puntos de su propuesta son: a) autonomía política, docente y administrativa
de la Universidad, b) elección de todos los mandatarios de la Universidad por
asambleas, con representación de los profesores, los estudiantes y los
egresados, c) la selección del cuerpo docente a través de concursos públicos
que aseguren amplia posibilidad de acceso al magisterio, d) la fijación de
mandatos con plazo fijo para el ejercicio de la docencia, sólo renovables
mediante la apreciación de la eficacia y competencia del profesor, e) la
gratuidad de la enseñanza superior, f) la libertad docente, g) la idea de que la Universidad debe asumir
responsabilidades políticas, frente a la Nación y en defensa de la democracia,
h) la implantación de cátedras libres y cursos paralelos, i) libre asistencia a
clases.
Esta reforma requiere de una contra reforma de acuerdo a las exigencias del
mundo actual, dando énfasis a la ciencia y la tecnología, creadora de una
riqueza inagotable basada en la producción de intangibles, una alternativa
económica frente a la expoliación de los recursos naturales. La universidad no
solamente debe formar profesionales, sino también y de manera extraordinaria
investigadores que planteen soluciones novedosas a la variedad de problemas
socioeconómicos. Precisamente, la calidad de las universidades se mide no por
la cantidad de diplomas “al mérito científico” con la que consiguen lealtades y
se ha convertido en política extendida ahora en la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos, sino a la evidencia de que esa producción científica existe.
La Universidad Inca Garcilaso de
la Vega, una de las tantas universidades públicas y no públicas que administra
el APRA, como si fueran su propiedad privada, ha hecho recientemente una
noticia tan explosiva, en la que su rector, evitando todo camuflaje a los que
se veían obligados los que le antecedieron, se adjudica un sueldo de medio
millón de dólares, que sumados los beneficios de su familia, se embolsa casi un
millón de dólares al mes, acto cuya repulsa se expresa perfectamente en estas
páginas de YouTube confeccionada por
la estudiantes de comunicación de la referida universidad.
Este rector que en una de las
fotos aparece con Alan García no solamente es aprista sino también masón como
lo fue Víctor Raúl Haya de la Torre. ¡Esto es el APRA, qué les parece!, suele ser
uno de los estribillos del Partido Aprista Peruano.
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