miércoles, 24 de julio de 2013

CAPRILES: NEGOCIACIONES NEGADAS

Recibiendo a Capriles

Por: Jean Maninat
La reciente visita del líder de la oposición venezolana, Henrique Capriles, a Santiago y a Lima ha puesto sobre el tapete algunas de las complejidades actuales de la política exterior en la región cuando las campanas tañen por la democracia. Algunos preferirían que se bambolearan en el aire sobre su eje, incluso arrebatadas, pero silentes para no perturbar los oídos con el incordio de sus llamadas.
Lo que era una práctica habitual de la democracia –mantener un diálogo civilizado con todas las fuerzas políticas que la ejercen en un determinado país– se ha convertido en un dolor de cabeza, más bien en migraña aguda, a la hora de calcular y recalcular los posibles efectos que causaría extenderle la mano democrática al jefe de la oposición de un país vecino.
El señor Maduro ha logrado, a fuerza de gestos intemperantes, de amenazas sin sustento, y de poner a funcionar el coro estridente y agradecido de los comensales del ALBA, que lo que fue y debería ser práctica normal entre países se convierta en un gesto heroico de reafirmación democrática. Es una vieja astucia que utilizan las fuerzas de estirpe totalitaria bien vistan camisas pardas o rojas.
Henrique Capriles representa a 7’270.403 votantes (49,07%) según el cómputo del Consejo Nacional Electoral (CNE), en unas elecciones presidenciales intervenidas por un descarado abuso oficial. Un número de voluntades suficiente para otorgarle la condición de líder de una fuerza democrática seria y representativa. Una fuerza que ha refrendado sus credenciales democráticas participando en diversas elecciones y confrontando a una maquinaria de Estado millonaria al servicio de la opción oficialista.
A la hora de cavilar si se le recibe o no, debería tenerse en cuenta que dependiendo de la decisión se le abre o se le cierra la puerta a esos millones de venezolanos que siguen luchando por la democracia bajo circunstancias cada día más adversas.
Y el gesto comporta algo más que hidalguía democrática, es un acto de realismo político y visión de futuro. La “cuestión venezolana” no desaparecerá de la noche a la mañana por más que las diversas instituciones regionales pretendan esconderla bajo párrafos diplomáticos que desfallecen apenas se teclea el punto final que los concluye.
La oposición en Venezuela ha soportado 14 largos años de despotismo y desprecio de la institucionalidad democrática por parte del régimen, lo que constituye una vergüenza regional. Sin embargo, no ha desaparecido. Por el contrario, a punta de yerros y aciertos, ha crecido hasta representar hoy a más de la mitad del país. Y todo indica que ahora menos que nunca desmayará en su intento de recuperar la democracia.
En medio de la debacle económica reinante, vienen elecciones municipales en diciembre, luego legislativas y a mitad de período el horizonte constitucional posibilita un referendo revocatorio.
De manera tal que “la cuestión venezolana” seguirá allí, el régimen incrementará su abuso del poder, y los gobernantes democráticos de la región seguirán sintiendo las palmadas en el hombro llamándolos a no cerrar los ojos frente a una situación que les será cada día más difícil evadir.
En realidad, es más sencillo de lo que barruntan: la oposición no es el problema, es parte determinante de la solución democrática.

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