¿Oops o Maquiavelo?
Por Richard Webb
Una pregunta que se repite cuando los historiadores se ponen a explicar un desastre social es si la tragedia se debió a simple ineptitud, o si fue, más bien, el resultado intencional de algún plan maquiavélico. La pregunta fue planteada recientemente por Jorge Morelli en relación a la debacle económica en Chile que antecedió la caída de Salvador Allende hace cuarenta años.
Pedro Vuskovic fue el Ministro de Economía de Allende entre 1970 y 1972, responsable de ejecutar el proyecto económico de ese gobierno. Poco después de asumir el cargo dijo: “La finalidad de nuestra maniobra, que se conseguirá a través de la abolición de la propiedad privada, será la destrucción de las bases económicas del imperialismo y de la clase dominante.” La “maniobra” incluía la congelación de precios, la estatización de gran parte de la economía, y el aumento general de salarios que se pagó con la emisión de dinero por parte del banco central. Al resaltar el objetivo político y hablar de destrucción, Vuskovic insinuabauna posible intencionalidad anarquista. Sin embargo, abundan los indicios de mero error.
Ocho años antes de ese episodio histórico, conocí a Vuskovic en Lima. Él era funcionario de la CEPAL, entidad de las Naciones Unidas basada en Santiago que priorizaba el “cambio de modelo” (Gran Transformación) por encima del equilibrio macroeconómico.Dirigía un grupo de asesores que apoyaba a la Junta Militar que gobernó al Perú entre 1962 y 1963. Yo estudiaba el posgrado en los Estados Unidos, y un profesor, amigo de Vuskovic, me había sugerido buscar una pasantía dándome una carta de recomendación. Vuskovic me recibió pero no me ofreció esa oportunidad. Sin embargo, fui testigo del papel de esa misión en el inicio de una corriente ideológica desde Chile hacia el Perú. Sus ideas se plasmaron en la creación del primer Instituto Nacional de Planificación, en críticas al BCR al que se acusaba de oligárquico y exageradamente conservador, y en varias iniciativas institucionales como un proyecto de reforma agraria. Durante el resto de esa década y la siguiente, la ideología de la CEPAL tuvo una cabeza de playa en el Perú y catequizó a una generación de técnicos en centros de capacitación en Santiago.
Las consecuencias de esas ideas se manifestaron en el Perú antes de los sucesos en Santiago. Los nuevos planificadores y sus asesores cepalinos estimularon las inclinaciones gastadoras del gobierno de Belaúnde, las que finalmente se tradujeron en inflación y devaluación, creando un pretexto para el golpe del General Velasco. Pero, además, las consecuencias de las teorías cepalinas, descuidados del equilibrio macroeconómico, no terminaron con la caída de Belaúnde y de la democracia sino que, irónicamente, se volvieron el autogol inflacionario que finalmente hundió al mismo gobierno militar. Pero tampoco allí terminó el cuento, porque Alan García se dejó engatusar por los mismos sueños de gran transformación instantánea, expuestas esta vez por el asesor argentino Daniel Carbonetto quien repetía el exacto argumento de Vuskovic. Su primer gobierno terminó democráticamente, pero en desastre económico.
Así, las mismas ideas que terminaron con un gobierno en Chile tuvieron una fatalidad aún mayor en el Perú, liquidando a tres gobiernos.
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