miércoles, 25 de septiembre de 2013

PERUANO A LA ORDEN

El peruano independiente

Por Richard Webb
Los peruanos tenemos los mitos al revés. No somos especialmente comunitarios, como insistimos en creer, ni el gringo es especialmente individualista. La verdadera personalidad se hace evidente en la política, que en el Perú es una tierra habitada por llaneros solitarios, tránsfugas y tribus salvajes, alejadas del orden propio de las instituciones, de las lealtades y del espíritu de grupo. Sin embargo, lo que en política es un pasivo ha demostrado ser un activo en la economía, donde el trabajador independiente peruano sobresale por su energía, su creatividad y su disposición para arriesgarse y sacrificarse cuando se dedica al progreso de su familia.
Además, el Perú se distingue por la preponderancia del trabajador independiente. En todo país existen personas que trabajan en forma independiente y en empresas familiares, pero en el Perú la proporción de independientes es el 70% de la población trabajadora, nivel inusualmente alto.
En países más desarrollados, incluido Chile, la proporción es casi la inversa, de seis o siete trabajadores dependientes por cada independiente. No reconocer la realidad particular peruana, donde pocos figuran en planilla, ha sido la causa principal del fracaso de la política pensionaria que, a pesar de sus veinte años de existencia, aún deja sin perspectiva de una pensión decente a más de la mitad de la población activa, en especial a los más pobres.
Además de su poca cobertura, el sistema actual parte de otro mito equivocado: que el trabajador peruano no ahorra. Esta idea, fuertemente arraigada, se repite como lugar común, pero está poderosamente desmentida por evidencias fácilmente observables. La más directa son las estadísticas de ingreso y gasto familiar recogidas por el INEI en sus encuestas anuales de hogares. Según los datos de la encuesta del 2012, la familia peruana ahorró 21% de su ingreso anual, sin considerar el ahorro pensionario descontado en planilla. Más aún, ese nivel de ahorro es similar tanto en los hogares de trabajadores dependientes como en los de independientes.
Otra evidencia igualmente visible es la alta escala de autoconstrucción de viviendas e inversión en negocios familiares, que caracteriza la vida de la mayoría de la población. Esa inversión, financiada mayormente con el ahorro propio, es precisamente lo que hizo posible el auge de los pequeños empresarios durante las últimas dos décadas, incluido el fuerte aumento en la producción agropecuaria de minifundistas que, hasta hoy, casi no tienen acceso al crédito bancario.
Una tercera evidencia de ahorro e inversión es la alta proporción, casi 10%, del gasto familiar dedicada a la educación, cifra que no está incluida en el ahorro calculado por el INEI. Curiosamente, si bien es casi universal el concepto de que la educación no solo es una inversión sino la mejor inversión, no se acostumbra a incluir ese gasto en las estimaciones de ahorro.
Hoy celebramos el aumento en la productividad laboral peruana. No debemos olvidar que lo que hizo posible ese aumento no fueron solamente las grandes maquinarias mineras e industriales, sino también una ola de inversiones e iniciativas de muy pequeña escala, financiadas por el ahorro del trabajador independiente. Antes de obligarlo a ahorrar en el sistema pensionario, debemos considerar cómo esa deducción mermará su capacidad para ahorrar en educación y en sus propios negocios.

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