Por: Carlos Javier León
Pocas veces una película peruana trasciende los límites artísticos de la sorpresa, las emociones más hondas del ser humano, y el enfoque verídico y sincero de querer enseñar y dar lecciones en una sola mirada romántica y excepcionalmente fantástica para los que apreciamos el arte. Pocas veces una película peruana te escarapela los tejidos, te arranca más de una lágrima y una sonrisa al mismo tiempo, y te inclina la sangre a revolotear con los poros en un baile típico. Pocas veces o casi nunca una película peruana te obliga a aplaudirla al prenderse las luces de las salas. Pocas veces una obra cinematográfica peruana musical me incita a escribir. “Sigo Siendo” es una de ellas, sino acaso, la única.
Una película dirigida por Javier Corcuera que exclama en cada segundo un llamado de atención y un llamado a la acción, un grito destemplado y musicalizado que se incrusta en el corazón y la mente y trae cada recuerdo de tu niñez, de una voz en cada canción reconocible en cada partitura, en cada sonido que te besa los oídos con amor, con esperanza, con la ilusión de que algo tuyo por fin es reconocido.
Susana Baca, Carlos Hayre, Rosa Guzmán, Victor Angulo, Magaly Solier, Máximo Damián, Félix Quispe, Manuel Vásquez, Laura Pacheco, Andrés Lares, Victoria Villalobos, Adolfo Celada, Félix Casaverde, Raúl García Zárate, Lalo Izquierdo, Consuelo Jerí, César Calderón, Jaime Guardia, Amelia Panduro, Sara Van, Sila Illanes, entre tantos más, van desfilando por la platea creando rumores de historia vivida, y por supuesto aderezadas de ese son que solo los peruanos mantenemos todavía intacto.
El arpa y el violín entrelazados en cada nota alcanzan una verdadera reivindicación a nuestro sonido andino, a nuestros ancestros y orígenes, al arduo trabajo de cada músico en su afán por continuar en su arte, en un dolorido recorrido que menoscaba cada espacio olvidado, cada palabra y cada susurro que esconde los andes, la planicie, los surcos y los ríos por los que atraviesa las aproximadas dos horas y media de largometraje.
Más de una docena de artistas de renombre, que pasan uno a uno demostrando su potencia musical en sus voces, en sus manos, en sus labios salivados, pero sobre todo en sus corazones. Esto, sin contar el retumbar de los pies que sucumben de la historia desde la Chincha de Amador Ballumbrosio y la mística pasantía de Pucará en Ayacucho.
Un mano a mano que debate lo imaginario y surrealista de nuestra figura literaria buscando el camino de Arguedas, los pasos firmes, los caminos olvidados, los hermanos muertos en la guerra interna, los sollozos se la sierra en cada puñalada del arpa y el violín que nunca dejan de aparecen en los oídos de la película de cuando en cuando, como recordándonos que somos peruanos por naturaleza musical.
Una lograda explicación visual de la música que se enciende. Una fotografía excepcionalmente hermosa, desde la procesión en El Carmen, pasando por el mozalbete aprendiz de violinista desde lo alto de un cerro con las luces de los conos de la Lima que se fusiona con la acriollada y la moderna Lima que subyace y emerge de nuestras manos, hasta el baile de danzantes de tijeras que se baten entre los sonidos lastimeros y lacrimógenos del arpa andina, entre clamores de quechua hablantes.
Impecable de principio a fin, protestante y denunciante como todas las propuestas de Corcuera, admirablemente pulcra en cada sentir.
Por lo expuesto y por lo demás, “Sigo Siendo”, es una obra de arte mágica, atrevida, intensa, extrovertida, versátil, exuberante y bohemia, muy peruana, que te toca el alma y te deja para soñar con lo que puede venir y con lo que pasó, y sobre todo, una película acogedora en cada imagen que nos demuestra que el cine peruano es más que “Asumare” y “Cementerio General”, es más que una oportunidad ganada, es, sin duda un proyecto que nos regresa a nuestro cetro histórico musical, es un paso agigantado hacia lo que queremos para nuestro cine, y sobre todo, para el futuro de nuestra patria.
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