sábado, 28 de septiembre de 2013

VASIJA DE ATAWALPAMAN


VASIJA DE ATAWALPAMAN

Por: JOSÉ DIEZ


Es el ruido telúrico de América, el estilo y la razón.

Su colorido telar y los variados cielos estallan ante
la digna complacencia de los sentidos.

Es un nido de belleza que se extiende a todas
partes y en todos los rincones del tiempo adscrito
y natural.

A lo lejos permanece el silencio de los galpones
en el campo.
Un cristal de sonidos es el presagio de la cordillera.

Detrás de las conturbadas llanuras del Oriente
se abren los bosques y se cierran, cuando la noche
aplaca su salvaje instinto en los abismos profundos
que devoran las tinieblas.

Sobre el mar abierto se precipitan las olas, las
tormentas.
Parece un ojo reventado que sangra incontenible,
un temporal silencioso que desconocen los puertos,
los caminos abundantes de la tierra.

La identidad que persiste esta hecha de sangre,
de raza, de precisión, de orgullo y nobleza del alma.

América es un fluido maravilloso de ríos que se
transparentan y comparan con la imaginación
chamánica, la que desborda su originalidad
transamazónica, su esencia elemental.

Las luces son a todas luces el cuerpo de este
continente.

Los espíritus se aferran a los árboles de la sabiduría
igual que las estrellas que permanecen en el océano
cósmico e infinito de nuestros orígenes.

El misterio Maya. El enigmático y poderoso Tiawanaco.
El increíble imperio Azteca.
Chavinos, Chibchas y Toltecas en un solo resplandor.

Cuánta grandeza del hombre habitó por siglos estas
tierras hasta quedar poblada por la conspiración.
Por los reinos cristianos y los dioses industriales,
los que jamás pudieron extirpar sus raíces,
así como nunca, podrán doblegar al corazón.

La barbarie siempre se insinuó en el trono de la tiranía.
La crueldad como algo irónico e infame.
La injusticia, el cáncer alimentando a los pueblos
para satisfacer la codicia y el bienestar del traidor.

De esas cenizas ardientes empieza a resurgir
su nueva travesía. La prueba de su capacidad.
Las consecuencias que la identifican.

Es triste y lamentable cuando un país se adormece.
Es como un cadáver expuesto a la intemperie
víctima del hambre y el despojo. Tirado, inmovilizado.

El inmovilismo es el pecado más grande de una nación.

América empieza a tener conciencia de los castigos
que devastan la naturaleza, por los tesoreros inmorales
que bregan enloquecidos sobre destinos inciertos.

No hay que dejar que los sueños se desplomen como
las aves cuando son alcanzadas por disparos
asesinos de un sicario.

América es el llamado rebelde de los dioses, y así
será.
Toda muralla se rompe y todo poder cae para ser
transformado.

El tiempo y la historia lo demuestran.

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