Ven a Mí, apreciado tesoro, pues estás sobrecargado, que Yo te haré descansar. Yo te concederé la victoria. Yo te daré fortaleza, amor y reposo en tu lucha y tu cansancio. Ven al templo, ponte bajo la cúpula y date un festín con Mis palabras. Descansa en Mi bondad. Deseo concederte descanso.
Reposa en Mi Palabra y pasa un tiempo a Mi lado. Recibe Mis palabras, de modo que pueda devolverte la motivación y renovar tu entendimiento. Puedo darte todo lo que necesitas para salir adelante: fe, perseverancia y dedicación.
Has sido un siervo fiel, diligente, en quien me he complacido. Ven, tesoro. ¡Te amo! Anhelo sentirte junto a Mi regazo, consolar tu corazón, enjugar tus lágrimas. Ven a Mí.
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¡No te rindas! ¡No abandones! Aférrate a Mí y a Mis Palabras, que te infundirán valor, fortaleza, fe, esperanza, vida y poder, aún cuando no los tengas. Ni te imaginas cuánto me queda aún por enseñarte y obrar en tu vida. Tienes tanto por delante. No vayas a perderte todo lo que te tengo preparado, solo porque todavía no lo ves. Hay mucho más. La cosa no se acaba aquí; lo que pasa es que has llegado a un recodo en el camino. Y si bien es cierto que la senda se ve oscura, y que el panorama se presenta sombrío y desalentador, a la vuelta de la esquina te esperan un radiante día de sol, felicidad y grandes satisfacciones.
Pon tu mano en la Mía, tal como lo haría una pequeñita que por el solo hecho de confiar plenamente en el amor de su padre, se atreve —de la mano de él— a atravesar una feroz tempestad, aunque esta le parezca terrible e impenetrable. Aunque siente miedo, es tal la confianza que tiene en su padre, que deja que éste la tome de la mano y echa a andar, pasito a paso, en medio de la tormenta que ruge en la noche. Poco a poco, su miedo se convierte en fe, a medida que ve cómo su padre la va guiando a salvo a través del temporal.
Atrévete y tómame de la mano, que no te fallaré. Aférrate a Mí de todo corazón. Yo también te envolveré con Mis brazos, pondré tu cabeza sobre Mi pecho y te ayudaré a atravesar la tormenta. Nada te hará daño[1].
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¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar Mi Palabra[2]. ¿Cómo guardarás la Palabra? ¿Qué debe hacer una persona joven para limpiar su camino? ¿Cómo puedes cambiar de manera radical? Es muy parecido a ponerse patines. La Palabra puede hacer cosas por ti y facilitarte la vida, como los patines. ¿Verdad que cuando se anda en patines resulta muy divertido trasladarse de un sitio a otro y se hace más fácil? Eso mismo puede hacer la Palabra. ¿Verdad que cuando andas en patines llegas mucho más rápido a donde te diriges? Eso es lo que hace Mi Palabra. Con los patines de Mi Palabra puedes volar con menos esfuerzo y deslizarte con mayor facilidad. Te puedes deslizar con menos esfuerzo y energía. De ese modo, ¡sí que puedes recorrer grandes distancias!
De modo que si quieres pasarlo muy bien, si de veras quieres llegar muy lejos, haz de la Palabra tus patines. Gracias a ella volarás alto y llegarás a donde te diriges. Además, será mucho más divertido. Memoriza la Palabra, cita la Palabra, y en todo momento y dondequiera que vayas, llevarás puestos los patines espirituales.
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El gozo del Señor es tu fortaleza. ¿Cómo se obtiene ese gozo? En realidad, es sencillo: ámame con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu alma y con todas tus fuerzas, y acuérdate también de amar a los demás. No te preocupes demasiado de lo que piensen ellos, ni cuáles sean sus opiniones. Opta por el amor y por la humildad. La gente te respetará aún más si lo haces.
Siempre y cuando tu corazón rebose de amor —amor por Mí y por los demás— podré confiarte más, pues podré contar con que obrarás bien y con amor. No olvides manifestar amor y desvelo por los que te rodean, y Yo te colmaré de Mi gozo, Mi paz y Mi felicidad.
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Amado hijo: oigo tus pensamientos. Conozco tus más íntimos anhelos, temores e inseguridad. Crees que me desagrada lo que haces. Piensas que debes demostrar tu valía. Que estoy lejos de ti por tus pecados. Que quiero castigarte, que eres demasiado malo y que no es posible que te ame. Te esfuerzas por obrar bien, por portarte bien, por manifestar Mi amor a los demás. Aun así, te da la impresión de que estoy tan distante que no te escucho, no te hablo y no me preocupo mucho por ti. Esa actitud me causa honda pena. Esa idea que tienes de lo que siento por ti no podría estar más alejada de la realidad.
Te amo y te pido que deseches esas dudas. Procura llenarte de Mi Espíritu Santo. Eres valioso a Mis ojos, te amo con un amor inmenso. Conozco tus faltas y de todos modos te amo. No estoy distante. Me preocupo por ti. No tienes que esforzarte tanto para sentirte digno de Mi amor. Es cierto que no eres digno por ti mismo, pero eso no importa. Te amo y di Mi vida por ti.
Desiste de intentarlo por tu cuenta, de esos esfuerzos por alcanzar un grado aceptable de bondad ante Mí. Jamás serás por ti mismo lo suficientemente bueno como para ser justo, y nunca podrías hacer lo suficiente para ganarte Mi amor. Pero eso no es lo que importa. ¿No te das cuenta? Te amo tal como eres.
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No importa quién seas, dónde te encuentres ni lo que hagas, si eres un prisionero, o te sientes atrapado en las actividades cotidianas, si te hallas en una situación peligrosa, en una zona de guerra o en algún otro aprieto, o si disfrutas de paz y vives días de felicidad. En cualquier caso, puedes elegir tu estado de ánimo.
Los fuertes en espíritu, pensamiento y fe serán los que permitan que Mi Palabra more en ellos, los que la vivan. Los que absorban Mi Palabra, la crean y dejen que se vuelva vida y vigor para ellos, continuarán caminando con gran fortaleza de mente, espíritu, fe y corazón. Nada podrá menguar la fuerza de Mi Palabra en los que se aferran a ella y le reservan un lugar preeminente en sus pensamientos.
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Si miran el trabajo que tienen delante con ojos humanos y piensan en todo lo que hay que hacer y la carga que hay que llevar, les parecerá abrumador. En cambio, si lo ven con las fuerzas de Dios, con las fuerzas que proporcionan Mi voz y las fuerzas derivadas de Mi guía y Mi poder, no es un peso demasiado grande, pues Yo soy Dios, y no hay nada difícil para Mí. Todo lo que hay que hacer excede a la capacidad de cualquier ser humano. Para los hombres es imposible, mas nada hay imposible para Dios.
Al que cree, todo le es posible. ¿Creen esto? Si creen, preséntense delante de Mí, búsquenme y hagan lo que les indique. Tráiganme sus peticiones. Luego apártense y vean cómo llevo a cabo lo que voy a hacer.
No deseo que estén cargados y abrumados. He permitido que sean colocados en esa situación a fin de que sepan que para ustedes es imposible, y acudan a Mí. Con ello, les enseñaré que su verdadera fuerza reside en Mí. Esto les hace falta aprender para que puedan enseñarlo a los demás, y que así ellos lo enseñen a su vez a otros.
Así pues, preséntense ante el trono de Mi gracia y dejen que lleve Yo la carga. Les haré ver el auténtico poder, la auténtica fortaleza: el poder de la oración y la fortaleza que emana de escuchar.
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Tengo poder para restablecer, limpiar, guardar y vigorizar la mente, el corazón y el espíritu de Mis hijos y de quienes invocan Mi nombre. Ese poder está siempre a disposición de ustedes, a una oración de distancia.
A todo aquel que pida, se le dará, y a los que se han debilitado, Yo puedo fortalecerlos. A los flojos y vacilantes, puedo afirmarlos. A los que han dudado y titubeado y se han sentido inseguros, puedo devolverles la fe, la seguridad y la estabilidad. A los que han sufrido el tormento del temor y la confusión, puedo concederles paz, fe y dominio propio.
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He aquí, cómo los he amado, cómo deseo amarlos, alzarlos en Mis brazos, abrazarlos muy estrechamente y susurrarles al oído lo que necesitan saber, a fin de darles las instrucciones, la orientación y el ánimo que necesitan para que se fortalezca su corazón, para aliviar sus cargas y para llevar sus cargas por ustedes. Echen sobre Mí su carga, y Yo los sustentaré
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