sábado, 21 de diciembre de 2013

A PESAR DE CRECIMIENTO, SOMOS IGNORANTES?

Sobre educación, capacitación y capacidades

Perfilemos una Gesta por la Educación

Por Pablo Bustamante Pardo
Hace unos días, Fernando Cillóniz se pregunta: “¿Cómo pudimos haber crecido tanto, si somos tan ignorantes? Yo estoy convencido de que nuestra juventud –a la par que la reforma política de los 90– nos sacó del hoyo de los 80. Entonces, repito: ¿cómo es posible que hayamos salido de una crisis tan profunda con gente tan ignorante? Algo no cuadra.”
Igualmente, Richard Webb nos dice: “Pero extraña que la población que recibe la peor educación, la rural, es la que más ha avanzado en las últimas décadas. Ha logrado mejoras económicas superiores a las de la población urbana. Además, los niños formados en esas terribles escuelas rurales, que luego migraron a las ciudades, han registrado también una extraordinaria capacidad productiva. Han creado pequeñas y hasta grandes empresas. ¿Cómo explicar tanto dinamismo y éxito empresarial con deficiencias educativas tan grandes?”
Es evidente que la peor educación del país debe ser la que se da en el sector rural, pero, al igual que Cillóniz y Webb, desde que conocí el desarrollo del programa de Sierra Productiva alrededor de los minifundios alto andinos, a alturas de 4,000 metros, y pude apreciar los logros de los campesinos más pobres del Perú, y pude escuchar a los Yachachiq, los campesinos maestros de sus iguales, quedé asombrado con sus capacidades. Esta gente, sin educación formal, había sido capaz de entender y aplicar diversas técnicas productivas en no más de tres meses y, no solo eso, habían sido capaces, muchos de ellos, de transformarse en maestros, en líderes tecnológicos, creativos, dedicados y con una rebosante auto estima. 

En circunstancias en que, gracias a los resultados de la prueba PISA, todos cuestionamos la calidad de la educación del país, es importante destacar las capacidades naturales de nuestra gente que, ha probado, una y otra vez, en las condiciones más adversas, disposición y vocación por la superación, capacidad de sobreponerse y realizaciones extraordinarias.
Acá hay dos conclusiones que debemos destacar, primero que las capacidades naturales de nuestra gente son propicias para el desarrollo, con muy poco esfuerzo brotan condiciones positivas para una mejora en el trabajo y, en segundo lugar, que además de ocuparnos por una revolución educativa, tenemos que propiciar un gran esfuerzo por la capacitación. Tenemos que facilitarle a nuestra gente, mediante procesos presenciales o a distancia, ya sea a través de la televisión o internet, mini cursos de mejoramiento de técnicas productivas ad-hoc en cada zona del país.
Estos comentarios no pretenden negar la pésima calidad de la educación pública a la que hemos llegado. Digo que hemos llegado, porque esto no era así hace 50 años, cuando sin ser un país rico, sin recursos económicos, la educación pública era de muy buen nivel y los maestros de las escuelas públicas, eran señores orgullosos de su oficio y debidamente respetados por la sociedad.
La pregunta obligada es: ¿qué hemos hecho mal? Pues, 50 años de jugar a la política en vez de jugar al desarrollo. En educación y en todo lo demás, nuestros políticos han estado en el juego del poder, de la ideología y del lucimiento personal; ni siquiera han sido capaces de aprender y copiar las lecciones de tantos países exitosos, llámese Japón, Corea, Singapur, China, Polonia, Chile y tantos otros, que emprendieron la gesta del bienestar de sus pueblos, enfocándose en las políticas públicas que, más allá de ideologías, les permitieron crear riqueza y organizar sus sociedades.
En educación, jugando a la política, hemos llegado a entregar el manejo de la misma, a un sindicato politizado, el SUTEP, que aún hoy día está más comprometido con la lucha de clases, que con una propuesta pedagógica.
Nos guste o no, superar esta situación pasa por una cirugía a pecho abierto, que tiene que empezar por romper el yugo sindical y entre otras medidas,  pasa también por empoderar a los padres de familia estableciendo los voucher educativos que trasladan el subsidio de la oferta a la demanda; por abrir el oficio del maestro a todas las profesiones; por establecer un proceso intensivo de capacitación de los maestros; meritocracia para la carrera magisterial; refuerzos mediante educación a distancia; por una reingeniería del Ministerio de Educación; por focalizar el esfuerzo educativo, por un par de años en una mejora de las capacidades básicas, como lectura, matemáticas y bases científicas; y por un gran alianza entre el sector público y privado, que en conjunto ya invierten el 6% del PBI en educación.Tenemos que emprender una verdadera “GESTA POR LA EDUCACIÓN”.
Tenemos que convertir la profesión del maestro, base fundamental de la educación, en una de las más admiradas y mejor remuneradas del país, y para ello, no necesitamos 40 años, solo consecuencia, valor y decisión política. Como se dijo en el último CADE: ¡el momento es ahora!

No hay comentarios:

Publicar un comentario