lunes, 16 de diciembre de 2013

ES BUENO SER POLÍTICO EN EL PERÚ


¿Debo dedicarme a la política?

Por Fernando de Trazegnies
La pregunta es inquietante. Quiero ser un buen peruano, quiero contribuir al desarrollo de mi país en beneficio de todos mis compatriotas, quiero colaborar en que aumente la clase media, que todos tengan acceso a la educación y a la salud, etc. ¿Debo, entonces, dedicarme a la política?
No cabe duda de que muchos jóvenes –y también algunos no tan jóvenes– se han planteado esta cuestión, muchas veces en forma apremiante. Yo, a los 20 años de edad, cuando estaba en la universidad, hubiera respondido sin vacilaciones con un rotundo sí. Para servir realmente al país, para hacer del Perú un país mejor, hay que dedicarse a la política, pues esta es la que define las condiciones en que se desarrolla la vida del peruano. Y es así como, cuando fui estudiante universitario, participé en manifestaciones violentas en favor de la democracia, fui perseguido en las calles por la caballería, tuve que llorar con los gases lacrimógenos.
Sin embargo, la política presenta también situaciones que obligan al miembro de un partido, pero al mismo tiempo ofenden nuestros valores. Es así como renuncié por escrito al entonces Partido Demócrata Cristiano (que ya no existe), cuando apoyó el gobierno de Juan Velasco y la toma de los periódicos, con grave ofensa a mi convicción sobre la libertad de prensa.
Y más tarde, pensándolo bien, me di cuenta de que había muchas formas de contribuir al país y no solamente actuando como político. No cabe duda de que toda persona consciente tiene alguna tendencia política. Se puede ser creyente de la economía de mercado, del socialismo o del comunismo, pero ello no significa necesariamente ejercer un cargo o realizar una actividad política. La pregunta inicial no está dirigida tanto a lo que pensemos sobre la política sino a la puesta en práctica de una vida comprometida con la política.
La edad me hizo ver que hay muchas formas de servir al país, de colaborar con su desarrollo. La política –cuando no se limita a politiquería– es una de ellas. Sin embargo, a diferencia de lo que se piensa usualmente, la política no es para quienes saben discutir sino para quienes saben administrar. La politiquería pone el acento en la discusión, pero la verdadera política debe poner el acento en la capacidad para gobernar. Nos sobran discutidores; lo que necesitamos dentro del mundo político son organizadores, personas capaces de gerenciar o de asesorar la gerencia de un país.
Sin embargo, no todos tienen esa afición o disposición para dedicarse a la administración del Estado; y, aun así, no dejan de ser buenos peruanos porque ponen lo que saben –cualquiera que sea su saber– al servicio del país. Es así como podemos tener un compositor de música, un profesor universitario o un científico, cuya actividad es tan importante para el país –probablemente incluso más– que la del político clásico. Por su parte, los empresarios –a quienes los políticos les atribuyen muchas veces un servicio solo para sus bolsillos– están contribuyendo muy eficazmente a la bonanza de su país porque crean trabajo, mueven la economía, si son exportadores traen divisas, etc.
De manera que es necesario rasgar el velo pomposo de la política barata y mostrarla tal como es a fin de que se oriente a ser tal como debe ser. Hay que comprender así que no todos los políticos hacen bien al país y que, por otra parte, el bien del país no está limitado a las acciones de los políticos.
Así, la respuesta que podamos dar a un hijo que nos formule la pregunta que da inicio a este artículo es necesariamente compleja: es importante, le diría, que existan políticos íntegros, inteligentes y sensatos (lo que, en ciertas épocas, es una exquisitez por lo poco frecuente). Pero no basta que quieras servir al país porque eso lo harás cualquiera que sea tu actividad personal si la realizas a cabalidad. Tienes que ser consciente de que el Perú necesita científicos, empresarios, filósofos, artistas, ingenieros, agricultores, etc. Por tanto, tu decisión no es entre servir al país o no servirlo para dedicarte egoístamente a lo propio; sino entre diferentes formas de servir al país, diferentes perspectivas de inserción en la vida, pero siempre sin perder de vista el bien común cualquiera que sea la actividad que escojas.

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