En Ginebra, con la CIA
POR: EVA SAIZ
Si hay un punto de inflexión en la carrera de Snowden en los servicios de inteligencia, un momento que lo lleve a cuestionarse la legitimidad de las prácticas de espionaje de Estados Unidos, este se produce en su periodo como agente encubierto de la CIA en Ginebra, en 2007. “Me desilusionó mucho de lo que vi allí acerca del impacto de las acciones de mi gobierno en el mundo, haciendo más mal que bien”, relatará aThe Guardian. Mavanee Anderson, que compartió destino con Snowden en esa época, cuenta en un artículo publicado por The Chattanooga Timesque Snowden sufrió “varias crisis de conciencia”.
Durante su estancia en Ginebra, su puesto le permite un acceso casi ilimitado a documentación privilegiada. La tentación de desvelar los secretos a los que tenía acceso le viene de entonces. Su pericia informática, la que le permitió asomarse a las oquedades más profundas de la inteligencia y los secretos de EE UU, arranca en su más tierna infancia.
Snowden pasaba más tiempo delante del ordenador que haciendo los deberes, según cuenta su vecina Joyce Kinsey. Junto con sus amigos de instituto se dedicaba a construir sus propios PC a partir de piezas adquiridas por Internet. En esa época, además del gusto por la red desarrolló su pasión por el manga y la cultura japonesa.
Se crió en Ellicot City, Maryland, a escasos kilómetros del cuartel general de la NSA en Fort Meade. Hasta allí se trasladaron sus padres tras residir brevemente en Wilmington, Carolina del Norte, donde Snowden nació el 21 de junio de 1983. Su padre, Lonnie, era guardacostas. Su madre, Elizabeth, trabaja en los juzgados de Maryland.
Vivía hipnotizado por los ordenadores. No acabó el instituto pero trató de sacarse el título realizando un curso de informática en la Universidad de Anne Arundel, en Maryland, donde tampoco logró terminar la carrera, pero sí obtuvo el título de bachillerato.
En 2003, Snowden escribe en la web de Ars Technica que va a alistare en un cuerpo de élite del Ejército para “liberar a la gente de la opresión” en Irak.
Durante su periodo de formación, Snowden, un joven de ideales firmes, experimenta uno de sus primeros contratiempos: “Todos parecían más interesados en matar a árabes que en ayudar a los demás”, confesará a The Guardian. El joven no tuvo tiempo de ahondar en su desengaño. La fractura de sus dos piernas le impide licenciarse y completar la instrucción.
Ese mismo año, Snowden hace su incursión en los servicios de inteligencia estadounidenses. Como si de una carambola del destino se tratara, él, que se había criado tan cerca de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), consigue un trabajo de vigilante en una de sus instalaciones encubiertas en la universidad de Maryland.
En 2006, se incorpora a la CIA y, de acuerdo con otra de sus entradas en Ars Technica, donde escribía con seudónimo, sopesa la idea de trabajar para el Gobierno en China —sin duda, sus conocimientos de mandarín le ayudan—.
Pero no le destinan a Asia sino a Ginebra, adonde viaja en el año 2007 bajo la tapadera de un puesto de funcionario del Departamento de Estado, como encargado de la seguridad de la red informática.
Ahí, el introspectivo y poco sociable Snowden, amante del ajedrez y la filosofía, empieza a barruntar la idea de exponer lo que ve. Pero la perspectiva de una victoria de Barack Obama en las elecciones le hace posponer sus planes.
En 2009 vuelve a la NSA, que lo traslada a Japón, donde su frustración por la trayectoria en materia de libertades del Gobierno de Obama crece.
“Me desengañé por completo”, confesará al diario británico.
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