martes, 25 de junio de 2013

MANDELA: EL PERDÓN ES UN ARMA POTENTE

Nelson Mandela, el hombre que creyó en el poder del perdón

El expresidente sudafricano e icono mundial de la reconciliación, Nelson Mandela, se apresta a pasar su tercera noche en el hospital en el que fue ingresado el sábado en estado grave por una neumonía, mientras que Sudáfrica permanecía dividida entre la inquietud, la resignación y el deseo de que tenga un final digno. ¿Quiere conocerlo mejor?

Imagen de Nelson Mandela junto a su predecesor en la presidencia de Sudáfrica, Frederik de Klerk, durante el Foro Económico Mundial de Davos, en enero de 1992. Foto cortesía World Economic Forum.
Imagen de Nelson Mandela junto a su predecesor en la presidencia de Sudáfrica, Frederik de Klerk, durante el Foro Económico Mundial de Davos, en enero de 1992. Foto cortesía World Economic Forum.

 El expresidente sudafricano Nelson Mandela, hospitalizado desde sábado a los 94 años en un estado grave, encarna en todo el mundo los valores del perdón y de la reconciliación por haber sacado a su país del régimen racista del apartheid y haber renunciado a la venganza contra la minoría blanca, que le mantuvo en prisión durante 27 años.
“El perdón libera el alma, hace desaparecer el miedo. Por eso el perdón es un arma tan potente”, dijo Mandela, premio Nobel de la Paz en 1993, en una frase ahora mítica que desgrana su visión del mundo y de la humanidad y que le ha convertido en el dirigente más popular del siglo XX.
A pesar de que está retirado de la vida pública desde hace años, sigue siendo una figura venerada más allá de las fronteras de África.
Calificado de “icono mundial de la reconciliación” por Desmond Tutu, otra de las grandes figuras de la lucha contra el apartheid, el expresidente sudafricano, que nunca predicó ideas políticas ni religiosas, encarna valores universales, una suerte de humanismo africano alimentado por la cultura de su pueblo, los xhosas.
“Madiba”, el nombre de su clan con el que le llaman afectuosamente sus compatriotas, nunca fue un revolucionario al estilo de Lenin o Gandhi. Cuando era joven le gustaba el deporte –fue boxeador amateur–, los trajes elegantes y tenía fama de seductor.
“Lejos de asumir un papel divino, Mandela es al contrario totalmente y absolutamente humano, la esencia del ser humano en todo lo que esa palabra puede significar”, escribe sobre él su compatriota Nadine Gordimer, premio Nobel de Literatura.
Sus actos, recordados y venerados por sus compatriotas a lo largo de los años, han terminado creando una especie de culto que Mandela nunca buscó. “Uno de los problemas que me preocupaban en prisión era la falsa imagen que tenía y no quería proyectarla al mundo. Me consideraban un santo y nunca lo fui”, explicó una vez a un periodista.

“El que trae problemas”

Nelson Mandela nació el 18 de julio de 1918 en el pequeño pueblo de Mvezo, en la región de Transkei (sureste) dentro del clan real de los Thembu de la etnia xhosa. Su verdadero nombre, Rolihlahla, que significa “el que trae problemas”, se lo dio su padre, pero en la escuela la maestra empezó a llamarle Nelson, el nombre que utilizó desde entonces.
La rebelión del joven Mandela empezó muy pronto: primero cuando fue expulsado de la universidad de Fort Hare tras un conflicto con la dirección y luego, a los 22 años, cuando huyó de su familia para evitar una boda convenida.
A su llegada a Johannesburgo, una gigantesca metrópolis minera, Mandela toma conciencia de la segregación que dividía su país. Allí conoció a Walter Sisulu, que se convertiría en un mentor y en su mejor amigo y le abrió las puertas del Congreso Nacional Africano, el partido de la mayoría negra.
Su militancia política le alejó de su primera esposa, Evelyn, pero le hizo conocer a Winnie, una enfermera de 21 años.
Junto a Oliver Tambo y otros jóvenes líderes tomó las riendas del partido para luchar contra el régimen blanco, que había “inventado” en 1948 el concepto de apartheid, el “desarrollo separado de las razas”.
Tras el relativo fracaso de las campañas de movilización no violenta inspiradas en los métodos de Gandhi, el ANC fue ilegalizado en 1960. Mandela fue detenido en varias ocasiones, pasó a la clandestinidad y decidió orientar el movimiento hacia la lucha armada. Pero en 1964 fue capturado y llevado a la isla-prisión de Robben Island, frente a las costas de Ciudad del Cabo.
Durante años, bajo un sol de justicia, en medio de una polvareda que dañó para siempre sus pulmones, tuvo que picar piedra. Aún así nunca pensó en la venganza e intentó, al contrario, entender a sus enemigos, aprendiendo su lengua, el afrikáans, y apreciando a sus poetas.

Liberar al opresor y al oprimido

“Sabía perfectamente que el opresor tiene que ser liberado, igual que el oprimido. Un hombre que priva a otro hombre de su libertad es prisionero de su odio, está encerrado detrás de los barrotes de sus prejuicios”, explica Mandela de sus años de prisión.
Tras 27 años encerrado es liberado en 1990 y empieza a negociar con un régimen exhausto la organización de elecciones universales y democráticas. Tras su elección triunfal como presidente en 1994, será un predicador incansable de la reconciliación de las razas.
Su actividad política y sus años en prisión nunca le permitieron tener una vida familiar normal. Pero Nelson Mandela siempre buscó la compañía de las mujeres, como demuestran sus numerosos idilios y sus tres bodas.
Con Evelyn, su primera mujer, tuvo dos niñas y dos niños ,y otras dos hijas con Winnie. En total tiene ahora 17 nietos y 12 bisnietos. Tras divorciarse de Winnie, se casó por tercera vez en 1998, a los 80 años, con Graça Machel.
Simbólicamente, la última aparición pública de Mandela fue ante la humanidad entera, cuando saludó a la multitud el día de la final del Mundial de Fútbol en 2010 en Sudáfrica, con millones de espectadores siguiéndole en directo por televisión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario