El pasado los condena
El título tan poco original que hemos elegido para hoy -pero no menos acertado- es para comenzar a decir que nadie hizo más para escorar a la presidencia de Cristina W. Fernández de Kirchner, que ella misma. Lo hizo con sus medidas o sus discursos y también con sus silencios y ausencias de situaciones graves pero embarazosas por las responsabilidades no adoptadas, como sucedió en la tragedia ferroviaria de Once y tantos casos similares. En cuanto a las palabras y frases de Cristina, la soberbia y la costumbre de endilgar los fracasos a otros satura cada vez más rápido la paciencia de los argentinos, lo que explica la vertical caída de la imagen pública y el pronóstico de todas las consultoras en la materia, que indican que lo más probable será una derrota del oficialismo en las próximas elecciones. Escribimos “lo más probable” pues queda la opción de un fraude descomunal, escándalo que, sumado al de la corrupción, la inseguridad que aumenta día a día, la droga y otras realidades palpables, concretas y cansadoras, han terminado por ocupar todo el escenario argentino. Sólo se excluyen determinados lugares como San Luis, por ejemplo, que se acercan al país deseado y parecido a la Patria del pasado, hoy enferma. Para algunos que recién ahora estas palabras y frases resultan aceptables, les señalamos que ese pasado es posible de reconquistar siempre y cuando el empeño sea constante y se acepten las voces de alarma acerca de los temas más diversos pero concurrentes.
No son tantas las herramientas disponibles y como reflexión certera señalamos que falta mucho todavía para acercarnos al inicio de las soluciones que tampoco están a la vuelta de la esquina. Para encarar la tarea que nos espera, debemos entender que la crisis de los partidos políticos -y por ende, de la mayoría de sus dirigentes- hace que se angosten día a día, pese a resurgimientos pasajeros en un proceso que está por encima de sus figuras más prominentes, del patriotismo que sin duda poseen y del convencimiento que a veces resucita en las cercanías de los comicios. El plazo para establecer alianzas vence la semana próxima y, pese a la clara necesidad para alcanzar el triunfo, los egoísmos pasajeros revelan que no lo son tanto, se mantienen pertinaces y resultan asombrosos para cualquier analista y, sobre todo, para eventuales electores, que aceptarían ejercer su derecho político en favor de quienes demuestren un espíritu generoso traducido en entendimientos para defender puntos concretos y sostenibles. Al mismo tiempo -ya lo señalamos hace poco-, el kirchnerismo mantiene un silencio absoluto en lo que hace a sus propios proyectos para establecer acuerdos que le permitan crear una cierta esperanza de éxito. Cristina y su gente se juegan el difícil si no imposible control legislativo de aquí al 2015 y luego el poder para un nuevo período: con ello, una nueva etapa de libertad y goce de los dineros y bienes obtenidos. Sin embargo, la viuda nada hace, no emite ninguna señal que permita vislumbrar sus pasos para las próximas horas, por lo que cabe esperar que algo deberá suceder dentro de muy pronto, que existe en gestación una trama de las que nos tiene tan acostumbrados y de las que poco hemos aprendido pese al conocimiento de su total falta de límites.
Paralelamente, se observa un fenómeno expresivo de lo que comentamos y nos demuestra que cualquier candidato o aspirante a serlo puede presentarse a través de cualquier sigla e incluso de aquella a la que en su momento censuró a destajo. Esto no impide que ese candidato o presunto candidato vuelva a su anterior posición y después de una rueda giratoria en el mismo sentido o en el opuesto, retorne a las alturas originales para retomar este insólito y a veces inexplicable juego en búsqueda del poder por el poder mismo o, dicho de otra manera, por lo que éste significa desde el mirador en que está ubicado. Esta falta de gracia para establecer una trayectoria demuestra, entre otras cosas, un desprecio al ciudadano de notable envergadura, un desecho mental respecto del elector que, cuando se subleva, únicamente se le ocurre reclamar a grito pelado ¡que se vayan todos, que se vayan todos!… pero de allí no se pasa. Esto lo hemos mencionado con anterioridad y la recurrencia que establece la decadencia argentina nos trae otra vez al punto de partida. Parece un juego de palabras o los que realizábamos en la niñez pero lo cierto es que su contenido posee más un aire de tragedia y nada de alegría.
Un caso singular es el de Daniel Scioli o el de Sergio Massa, figuras que despiertan coincidencias en los comentarios públicos en el sentido de ser los que más posibilidades de éxito tienen para salir ganadores de la pulseada de agosto y en consecuencia, de la de octubre. Del gobernador de la poderosa provincia de Buenos Aires -poderosa en el sentido de ser la más grande, la más poblada y con mayores recursos- nos ocupamos brevemente ayer pero nos sentimos obligados a reconocer que el solo hecho de haber sido vicepresidente de Néstor Kirchner queda marcado con severidad y tanto a él como al Intendente de Tigre, corresponde preguntarles si nunca se percataron de las valijas que iban y no volvían, que viajaban a Olivos o a Santa Cruz repletas de billetes que dulcemente amontonaba y ordenaba Néstor Kirchner. Tampoco que se compraban campos de grandes extensiones, casas y departamentos y que nuevos ricos poseían automóviles que no se correspondían ni con el pasado ni el estilo ni el gusto de sus poseedores. Si no lo observaron, corresponde pensar en una incapacidad notable o, al menos, en una inocencia inexplicable. Si fue a la inversa, podemos repetir que su pasado los condena. Una diputada nacional -sólo ahora acompañada por otros legisladores y dirigentes- hizo denuncias que al menos merecían prestarle atención por la seriedad de los cargos que formulaba. Si no llegaban a ser ciertas, esa legisladora -por supuesto que hablamos de la doctora Carrió- jugaba su destino político que, obviamente ha demostrado que le interesaba e interesa mantener tanto como su prestigio, una virtud que no todos poseen. En su momento, por las dudas en voz baja, se escuchaba decir que Lilita siempre exagera o Lilita está loca; varios periodistas se hicieron eco y hasta añadieron más elementos de juicio -esta misma Hoja, por ejemplo- pero todo fue inútil. Se hizo necesario que las cosas evolucionaran como sucedió para que los temas enriquecidos con pruebas adquirieran una repercusión que adquirió el nivel de verdadero escándalo nacional frente al cual la señora de Kirchner se remitió al silencio que aludimos al inicio de estas líneas y lo mismo hicieron sus ministros y otros funcionarios mencionados de forma expresa y reiterada. Ella misma les prohibió que replicaran hasta que la cuestión se hizo incontenible y surgieron los desmentidos, acusaciones a Jorge Lanata y al periodismo en general de ejercer sus funciones de manera aviesa… y en eso estamos excepto un dato fundamental. La apertura del frente contra la Justicia para hacerse del poder absoluto, convirtió al suceso en un hecho transportador de futuro -nunca alcanzó esta frase un nivel tan preciso- cuyo contenido adquiere un dinamismo que todo lo contagia y en buena medida hace depender a los acontecimientos por venir, de su esperada y ansiada evolución. En síntesis, podemos recordar que desde el invierno pasado anunciamos que este año sería importante pero peligroso, que llegaría acompañado de violencia y contradicciones, que la crisis repercutiría en el exterior y que una gran incógnita crecería en el horizonte.
Algo comienza a movilizarse. Tozuda, la señora de Kirchner insiste con el traslado del monumento a Cristóbal Colón y hace su propia campaña mediática en medio de tensiones políticas y diplomáticas. Interesada en su proyecto global, quiere desarrollar una extraña ironía que parece salida de una oscura entraña psicológica: colocar en la conducción de las Obras Sociales de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, a jóvenes dirigentes de La Cámpora que serán los encargados de intervenir en el presente y futuro de quienes con el claro respaldo de la mayoría aplastante de la opinión pública, fueron artífices de la victoria contra los subversivos de los años setenta. ¿Se dejarán tentar los camporistas por otra vuelta de tuerca en la venganza contra quienes los derrotaron…? Dejamos la respuesta librada a la imaginación de nuestros lectores, en tanto podemos apreciar que éste, como otros proyectos, se ensamblan para la fabricación de un escenario acorde con su vieja y superada ideología y así, observamos que la idea de fundar centros estudiantiles en los colegios secundarios permitirá descender algunos escalones para ampliar el reclutamiento, ahondar la indisciplina y fomentar el ideologismo, tal como quedó demostrado anteayer en el Congreso de la Nación, donde la irresponsabilidad legislativa convirtió al proyecto en ley. Quieren repetir la historia.
Carlos
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