jueves, 18 de abril de 2013

MATAR A UN TAXISTA


Matar a un taxista
Por: Sarko Medina Hinojosa
Según el protocolo de la necropsia, murió por asfixia mecánica por estrangulamiento, además de tener el cráneo destrozado y cinco costillas fracturadas. Germán Rodríguez Mendoza, taxista arequipeño fue muerto así, cruelmente por cuatro delincuentes que le robaron su herramienta de trabajo, lo abandonaron cerca de un cementerio y dejaron a una familia sumergida en dolor y lágrimas. Pareciera que los forajidos, tres de 18 años y uno de 20, hubieran puesto en práctica con el pobre chofer, alguno de los videojuegos que apenas meses antes, estamos seguros, habrán jugado en alguna cabina de Internet.
Cada día se repiten con espeluznantes variaciones estos crímenes y la pregunta que flota es: ¿Qué están haciendo las autoridades para frenar esta ola de violencia sin sentido?. Pues la verdad, la tienen difícil para intentar siquiera frenar los robos de carteras en el Cercado, como para empezar a desbaratar con eficiencia la corriente de delincuencia que las páginas de policiales y media hora de noticiero diario, no pueden abarcar. 
La Policía Nacional la tiene complicada porque no puede mover más personal hacia las calles, además esto no resulta, ya que es personal no especializado, que no tiene experiencia en seguimiento o en inteligencia para detectar los focos donde practican sus crímenes los potenciales asesinos. No hay un sistema adecuado de proyección futura, es decir tener un contraste de información por cada joven que ingresa al mundo delincuencial. Cada asesino de taxista o de transeúnte, tiene historia, una historia que se narra en atestados policiales. En resumen no hay anticipación al crimen, solo captura, si se puede. 104 mil policías para una población de 27 millones, resulta insuficiente en extremo.
El Sistema Penitenciario no cumple con su misión de rehabilitar a los reos para su inserción social. Son más de 46 mil presos en un sistema de cárceles con capacidad efectiva para 27 mil. Lo peor es que cada reclusorio es una institución dedicada al crimen, tanto en capacitación, prácticas pagadas y certificación para laborar en el rubro una vez recuperada la libertad. Para los que están institucionalizados, pueden hacer carrera dentro de la misma cárcel. Lamentablemente aumentar las penas por asesinatos, solo genera más burocracia y menos rehabilitación, más hacinamiento y mucho más prejuicio contra los pocos, poquísimos que salen de las rejas con el firme propósito de no delinquir nunca más.
El sistema educativo ha fallado olímpicamente en el tema de formación de valores ciudadanos. Con la desaparición de cursos que formaban cívicamente al alumno, que le daban una base de moral religiosa o que ponía algo de marcialidad y responsabilidad en las aulas, se han creado vacíos que se tapan con cursos dirigidos a potenciar el individualismo, hacer apología a la ambigüedad moral y desterrar de una vez por todas el vínculo necesario entre padres de familia y educación, volcando esa responsabilidad a la Internet o las Redes Sociales. Esa diferencia no solo afecta a los colegios nacionales, sino que, por obra y gracia de la imposición de currícula, los colegios particulares también tienen que proponer a sus alumnos la libre determinación de sus actos, incidiendo más en conocimientos científicos y teóricos, que la aplicación práctica de un aprendizaje llevado hacia el bien común y no solo particular, en una carrera de quién tiene más herramientas sociales y económicas puede sobresalir en esta sociedad.
Pues bien, si así seguimos, llegaremos a determinar que en sí, todos tenemos responsabilidad sobre el crimen del taxista Germán Rodríguez Mendoza, en total, mayor, menor o mínimo grado, pero todos algo tenemos de culpa. Porque es la verdad, si seguimos como sociedad por el camino en que estamos, las pantallas seguirán teñidas de sangre. Se tiene que hacer una reforma de conciencia en primer lugar y luego efectiva que visualice que todo es una cadena y que detecte en qué punto de la cadena debemos empezar a trabajar de inmediato, de repente no tanto para evitar que mañana se mate a otro taxista o a un transeúnte o a un pasajero secuestrado, sino para el futuro cercano.
Proponemos una pista: devolverle el sitial que corresponde a los verdaderos valores humanos, dos pistas más: educación y familia. Las autoridades, nosotros mismos, tenemos la palabra ahora.  

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